Voces de los Santos de los Últimos Días
Lo que aprendí de la expiación de Jesucristo al repartir la Santa Cena
Durante la oración sacramental, vino a mi mente una Escritura que me hizo recordar el sufrimiento y el amor de Jesucristo por nosotros.
Nunca olvidaré cuando el hermano Moisés De León, presidente de la Rama Morales, me dijo: “Esteeven, hoy va a repartir la Santa Cena”. Estaba sorprendido porque no tenía mucho tiempo de haber recibido el Sacerdocio Aarónico, así que, aunque estaba dispuesto a hacerlo bien, estaba muy nervioso.
Recuerdo que lo primero que pensé fue que necesitaba orar para pedirle ayuda a mi Padre Celestial. Le pedí que me diera la fuerza y sabiduría para hacerlo de la mejor manera. Inmediatamente después de mi oración, sentí que la paz llegaba a mi alma.
Durante la oración de la Santa Cena, vino a mi mente la Escritura que se encuentra en Juan 6:35 cuando Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no tendrá sed jamás”.
El pan que se parte y bendice durante la reunión sacramental es un recordatorio de Su cuerpo y Su sufrimiento físico. El agua que tomamos es un símbolo de Su sangre que derramó por nosotros. Sé que Él me ama porque derramó Su sangre y padeció con humildad soportándolo todo por amor.
Ese domingo, con la ayuda de otros jóvenes, recibí la bandeja del pan y luego la del agua, y repartí por primera vez la Santa Cena con mucha calma. Sé que fue el Espíritu Santo quien me dio esa paz y me dio testimonio del Padre Celestial y del sacrificio expiatorio de Su hijo Jesucristo.
Cuando terminamos, nuevamente hice una oración para agradecerle a Dios la oportunidad que tengo de meditar y recordar cada semana lo que el Salvador hizo por mí y por toda la humanidad, y por permitirme ser un medio para compartir esos sacramentos con otras personas.