Capítulo 23 4:40Ammón, un gran siervo Los cuatro hijos de Mosíah salieron de Zarahemla para ir a enseñar el Evangelio a los lamanitas. Cada uno de ellos fue a una ciudad diferente. Alma 17:12–13. Ammón fue a la tierra de Ismael. Al entrar en ella, los lamanitas lo ataron y lo llevaron ante su rey, Lamoni. Alma 17:20–21. Ammón le dijo al rey Lamoni que quería vivir entre los lamanitas. Lamoni se sintió complacido y ordenó a sus hombres que desataran a Ammón. Alma 17:22–24. Ammón dijo que sería uno de los siervos del rey. El rey lo envió a cuidar sus rebaños. Alma 17:25. Un día, cuando Ammón y otros de los siervos llevaban los rebaños al abrevadero, unos ladrones lamanitas dispersaron los animales con el fin de robarlos. Alma 17:26–27; Alma 18:7. Los siervos que estaban con Ammón tuvieron miedo. El rey Lamoni había mandado matar a otros siervos que habían perdido animales a manos de los mismos ladrones. Alma 17:28. Ammón sabía que ésa era su oportunidad para utilizar el poder del Señor para ganarse el corazón de los lamanitas; de esa forma, ellos escucharían sus enseñanzas. Alma 17:29. Ammón dijo a los demás siervos que si juntaban el ganado nuevamente, el rey no los mataría. Alma 17:31. Ammón y los demás siervos rápidamente encontraron a los animales y los condujeron otra vez hacia el abrevadero. Alma 17:32. Los ladrones lamanitas regresaron. Ammón dijo a los otros siervos que cuidaran los rebaños mientras él iba a pelear con los ladrones. Alma 17:33. Los ladrones lamanitas no le tenían miedo a Ammón; pensaron que sería muy fácil matarlo. Alma 17:35. El poder de Dios estaba con Ammón; él les pegó con piedras y mató a algunos de ellos, lo que hizo que los demás ladrones se enojaran mucho. Alma 17:35–36. Ellos trataron de matar a Ammón con sus mazas, pero cada vez que uno de los ladrones levantaba la maza para herir a Ammón, éste le cortaba el brazo. Atemorizados, los ladrones huyeron. Alma 17:36–38. Los siervos llevaron los brazos cortados ante el rey Lamoni y le contaron lo que Ammón había hecho. Alma 17:39; Alma 18:1. El rey se quedó asombrado por el gran poder de Ammón. Él quería ver a Ammón, pero tenía miedo, ya que pensaba que Ammón era el Gran Espíritu. Alma 18:2–4, 11. Cuando Ammón fue a verlo, el rey Lamoni no sabía qué decir; no pudo hablar por el espacio de una hora. Alma 18:14. El Espíritu Santo le hizo saber a Ammón lo que pensaba el rey. Ammón le explicó que él no era el Gran Espíritu, sino un hombre. Alma 18:16–19. El rey le ofreció a Ammón lo que él quisiera si le decía de qué poder se había valido para derrotar a los ladrones y para conocer los pensamientos de él. Alma 18:20–21. Ammón dijo que lo único que deseaba era que el rey Lamoni creyera sus palabras. El rey dijo que creería todo lo que Ammón le dijera. Alma 18:22–23. Ammón le preguntó al rey Lamoni si creía en Dios. El rey dijo que él creía en un Gran Espíritu. Alma 18:24–27. Ammón dijo que el Gran Espíritu es Dios, que Él creó todo en los cielos y en la tierra y que Él conoce los pensamientos de las personas. Alma 18:28–32. Ammón dijo que las personas habían sido creadas a la imagen de Dios. Agregó que Dios lo había llamado a enseñar el Evangelio a Lamoni y a su pueblo. Alma 18:34–35. Ammón utilizó las Escrituras para enseñar al rey Lamoni acerca de la Creación, de Adán y de Jesucristo. Alma 18:36, 39. El rey Lamoni creyó las palabras de Ammón y oró para que se le perdonaran sus pecados. Luego, cayó al suelo como si estuviera muerto. Alma 18:40–42. Los siervos llevaron al rey a su esposa y lo acostaron en una cama. Después de dos días, los siervos pensaron que estaba muerto y decidieron enterrarlo. Alma 18:43; Alma 19:1. La reina no creía que su esposo estuviera muerto. Habiendo oído acerca del gran poder de Ammón, le pidió que ayudara al rey. Alma 19:2–5. Ammón sabía que Lamoni se hallaba bajo el poder de Dios; dijo a la reina que Lamoni despertaría al día siguiente. Alma 19:6–8. Ella permaneció al lado de Lamoni toda la noche. Al día siguiente, Lamoni se levantó y dijo que había visto a Jesucristo. El rey y la reina fueron llenos del Espíritu Santo. Alma 19:11–13. Lamoni enseñó a su pueblo acerca de Dios y de Jesucristo; todos los que creyeron se arrepintieron de sus pecados y fueron bautizados. Alma 19:31, 35.