Capítulo 30
Alma aconseja a sus hijos
Alma le dijo a Helamán, su hijo mayor, que confiara en Dios; le habló acerca del ángel que Dios había mandado para decirle a Alma que dejara de destruir la iglesia.
Alma había sufrido durante tres días por su sentimiento de culpa; luego recordó las enseñanzas de su padre acerca de Jesús, y supo que sus pecados podrían ser perdonados.
Alma suplicó el perdón, y el gozo reemplazó el dolor que sentía en su alma. Fue perdonado a causa de su fe en Jesucristo y porque se había arrepentido.
Desde entonces, Alma había enseñado el Evangelio a los demás a fin de que pudieran sentir el mismo gozo que él había sentido. Dios había bendecido a Alma a causa de la confianza que tenía en Dios.
Alma le dio a Helamán los registros sagrados y le dijo que continuara escribiendo la historia de su pueblo.
Alma le dijo que si guardaba los mandamientos, Dios lo bendeciría y le ayudaría a proteger los registros.
Alma también le dijo a Helamán que orara cada mañana y cada noche, y que hablara con Dios acerca de todo lo que hiciera a fin de que Dios pudiera guiarlo.
Alma estaba complacido con su hijo Shiblón, quien había sido un valiente misionero entre los zoramitas. Shiblón había permanecido fiel aun cuando lo habían apedreado.
Alma le recordó a Shiblón que la única manera de ser salvo es por medio de Jesucristo; entonces alentó a su hijo a continuar enseñando el Evangelio.
Coriantón, hijo de Alma, no había guardado los mandamientos; no había sido un misionero fiel mientras predicaba entre los zoramitas.
Los zoramitas no creyeron las enseñanzas de Alma a causa de lo que Coriantón había hecho.
Alma le dijo a Coriantón que las personas no pueden ocultar sus pecados de Dios y que tenía que arrepentirse.
Alma le enseñó a su hijo que todos resucitarán, pero que sólo los justos vivirán con Dios.
Alma dijo que esta vida es el tiempo para que las personas se arrepientan y sirvan a Dios.
Al recordarle a Coriantón que él había sido llamado para ser misionero, Alma le dijo que volviera a los zoramitas y les predicara el arrepentimiento.
Alma y sus hijos continuaron predicando el Evangelio; predicaron mediante el poder del sacerdocio.