SECCION 1
EL GRAN JEHOVA VIENE A LA TIERRA
¿Quién es este Jesús, a quien veneramos?
¿Quién es este Salvador, este hombre que nosotros adoramos? Nosotros más bien lo ubicamos y pensamos en El como algo más o menos nuestro, que es nuestro Salvador y que quizás no es muy ampliamente conocido.
Para comenzar, quisiera leeros unas cuantas palabras. Lo que vaya leer está en el primer capítulo del libro de Moisés, y vaya comenzar con el versículo 32. El que habla declaró ser el “Señor Omnipotente, y Sin Fin es mi nombre…y las he creado por la palabra de mi poder…”
El le estaba mostrando a Moisés, mientras conversaban “cara a cara”, la creacción que había hecho el Padre.
“Y las he creado por la palabra de mi poder, que es mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
“Y he creado mundos incontables, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, que es mi Unigénito, los he creado.
“porque he aquí, hay muchos mundos que por la palabra de mi poder [que es su Hijo Unigénito], han dejado de ser. Y hay muchos que hoy existen, y son incontables para el hombre; pero para mí todas las cosas están contadas, porque son mías y las conozco…
“Y Dios el Señor habló a Moisés, diciendo: Los cielos son muchos, y son innumerables para el hombre; pero para mí están contados, porque son míos.
“Y así como dejará de existir una tierra con sus cielos, aun ‘así aparecerá otra; y no tienen fin mis mis obras, ni tampoco mis palabras” (Moisés 1:3,32-33, 35,37-38).
No era un novicio en cuanto a creación
No era un novicio, no era un aficionado, no era un Ser realizando su primera prueba, el que bajó en comienzo después del gran concilio con los otros Dioses y buscó y encontró el lugar donde había “espacio” (porque así nos dice el registro de Abraham) y tomando los materiales que encontraron en este “espacio” hicieron este mundo. Desearía sugeriros dos o tres cosas. Espero no confundiros demasiado. Pero nosotros, en esta galaxia, y en los cielos que vemos que forman la galaxia a que pertenecemos, desde este punto en que estamos o flotamos, podemos ver mil millones de años luz a nuestro alrededor. *Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año, viajando al promedio de 300,000 kilómetros por segundo. Los astrónomos nos dicen que ahora podemos atisbar en el espacio hasta una distancia de mil millones de años luz a nuestro alrededor.
Hacia dónde nos estamos moviendo, cómo nos estamos moviendo, a qué velocidad vamos, no lo sabemos. Al mirar en el cielo, vosotros no lo veis como es realmente en la actualidad. Lo véis como era años luz atrás, cuando la luz comenzó a venir de él hacia nosotros. Si salió hace cien millones de años luz, es como era cien millones de años luz atrás.
Nuestra galaxia; forma y tamaño
Se dice que dentro de este radio existen cien millones de galaxias semejantes a la nuestra. Dicen que esta galaxia en que flotamos y desarrollamos nuestra existencia tiene un diámetro de cien mil años luz. Tiene diez mil años luz en la parte más gruesa y, repito, cien mil años luz de diámetro.
Los astrónomos confiesan ahora lo que anteriormente no confesaban, que puede haber muchos, y probablemente los hay, muchos mundos como el nuestro. Algunos dicen que en esta galaxia quizá hubo desde el principio un millón de mundos como el nuestro.
“Yo he creado mundos sin número…por medio del Hijo, quien es mi Unigénito”.
Y si vosotros pensáis que esta galaxia nuestra tuvo desde el principio quizás un millón de mundos, y multiplican eso por el número de millones de galaxias, cien millones de galaxias que nos rodean, entonces podrán tener alguna idea dé quién es este Hombre que nosotros adoramos.
*Desde que el presidente Clark escribió este artículo, la astronomía ha expandido su conocimiento enormemente. El universo conocido ahora es por lo menos de dos mil millones y medio de años luz de ancho y los astrónomos creen que hay por lo menos diez mil millones de galaxias. Véase por ejemplo “The Incredible Universe”, por Kenneth F. Weaver, National Geographic, mayo de 1974, págs. 589-625.
Propósito de nuestra creación
Jesucristo es un integrante de la Trinidad. El participó en el gran concilio de los cielos donde se decidió que ellos construirían un mundo, un mundo al cual podríamos venir como seres mortales para labrar nuestra salvación.
Del trono al pesebre
Y cuando la mañana llegó, al día siguiente, había una pareja en Palestina, José y María. Ellos vivían en Nazaret. Evidentemente habían viajado de Nazaret a Belén a fin de pagar un impuesto decretado por el emperador romano. Ese era el propósito ostensible. Ella, estando encinta, viajó toda esa distancia, quizás a lomo de mula, guardada y protegida como alguien que va a dar a luz a un semidios. Ningún otro hombre en la historia de este mundo ha tenido tal linaje, Dios el Padre por un lado y la Virgen María por el otro.
Al llegar ellos a Belén, como vosotros recordáis, no pudieron encontrar lugar en un mesón. Todo estaba ocupado. Así que se vieron obligados a entrar en un establo, y el infante recién nacido, recién venido del trono de Dios, tuvo que ser acostado en un pesebre, “descendiendo debajo de todo, para que pudiera elevarse por encima de todo”. Yo tengo gran simpatía por el pobre José. El era el esposo de María, pero no el padre del Hijo que ella iba a tener. Años después los judíos se burlarían de él por ese hecho…
Condiciones en Palestina
Cristo nació en condiciones caóticas. Palestina no era un lugar de paz, amor y hermandad. Allí tenían lugar algunas de las más terribles pasiones sueltas en el mundo, y que eran las compañeras constantes de aquellos que rodeaban al Salvador.
Recordad su viaje cuando tenía 12 años de edad, cuando aparentemente, por lo menos en lo que concierne a María, dio la primera indicación de quién era El, cuando, después de tres días de búsqueda, finalmente le encontraron conversando con los eruditos de la nación, y ella en reproche le dijo: “Tu padre y yo…” (designando a José, lo que es indicación de que en el hogar de José y María, El era fiel a su supuesta relación con José y María)…Ella le dijo: “…tu padre y yo te hemos buscado con angustia”. Y El le contestó en esa gran revelación: “…¿no sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:48-49).
Pero regresó con ellos a Nazaret y moró con ellos, como el hijo de un carpintero, hasta que inició su misión. De allí en adelante, cuando le encontraron haciendo milagros e impartiendo maravilloso conocimiento e información, se decían: “¿No es éste el hijo del carpintero?…¿No es éste el carpintero?” (Véase Mateo 13:45). Vivía en una humilde morada, el único hombre nacido en esta tierra semidivino y semi mortal. Vivió entre los más humildes, enseñó entre ellos, entre ellos hizo sus obras.
Pasó toda su vida, lo repito, seguido día tras día por la enemistad que le habría de exterminar, pero a la que escapó por motivo de la gran misión que tenía que cumplir.
Confusión judía
En cierta manera yo comprendo la dificultad que tenían los judíos. Ellos reconocían en sus milagros, la misma clase de milagros que habían realizado sus profetas a través de toda su historia. El violó la ley de gravedad caminando sobre el agua; Eliseo había hecho flotar sobre el agua un hacha de hierro. El levantó muertos; así lo había hecho Eliseo. Dio alimento con panes y peces; así también, el Profeta Elías había alimentado a cientos con muy poco y abastecido de aceite a la viuda. Ellos habían visto manifestarse todos estos grandes principios, ellos los conocían, y tenían mucha dificultad para ver algo más que eso en Jesús.
He pensado en algunos de aquellos milagros en el sentido de que eran milagros de un Creador, demostrando su poder creativo, particularmente algunos que llamo milagros creativos: la conversión del agua en vino. ¡Cuán sencillo debe haber sido aquello para un Dios que había hecho los universos! Haber alimentado a los cinco mil, ¡cuán sencillo debe haber sido!
Y espero que ninguno de vosotros se sentirá perturbado por el razonamiento tan estrecho que sugiere que la multitud se alimentó con el alimento que todos habían traído consigo. Este Creador del universo, de cinco panes y dos peces proveyó alimento para todos ellos. Posiblemente, a fin de acallar la crítica que se podría hacer, o la explicación de que meramente los hipnotizó dice el relato: “y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas” (Mateo 14:20). De igual importancia y estatura fue la alimentación de los cuatro mil un poco más adelante.
Otros milagros prueban que El tenía control sobre los elementos: estoy pensando en la noche en que mientras dormía en la proa de la barca se desató una gran tempestad. los Apóstoles estaban aterrados; lo despertaron y entonces El calmó la tormenta. Y después de alimentar a los cinco mil, cuando caminó sobre las aguas, recuerdo cómo estaban asustados los Apóstoles en la barca, pensando que El era un espíritu.
Casi lo podemos oír diciéndoles: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” Pedro pidió: “manda que yo vaya por ti sobre las aguas”. Jesucristo respondió: “Ven” y Pedro salió de la barca y comenzó a andar, pero su corazón y su fe desmayaron al ver las olas revueltas y comenzó a hundirse. Jesús extendió su mano y lo salvó, reprendiéndolo así: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”(Mateo 14:27-31).
Control del reino animal
Jesucristo tenía dominio sobre el reino animal. Recordaréis la pesca milagrosa, cuando primeramente llamó a Pedro, Santiago y Juan. Ellos habían estado pescando toda la noche, pero no habían sacado nada. les pidió entrar en la barca a fin de poder hablar a la multitud; se apartó de la costa para que la multitud no se apretujara demasiado a su alrededor.
Cuando terminó de hablar dijo: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (Lucas 5:4). Respondieron que habían estado pescando toda la noche y no habían sacado nada. Sin embargo, según la palabra de El echaron la red y se llenó de peces, tanto que casi se rompía y tuvieron que llamar a Santiago y Juan en otra barca. Pedro, aquel gran Pedro, se inclinó humildemente ante el Salvador y le dijo “Apártate de mí, Señor, porque soy hombrr pecador” (Lucas 5:8).
Y posteriormente, una experiencia semejante sobre las costas de la misma Galilea, después de la resurrección, cuando Pedro y los demás habían ido a pescar no comprendiendo que para ellos había trabajo en la obra del Señor. Habían estado pescando toda la noche sin sacar nada. A la luz del amanecer vieron a un hombre en la ribera; había una pequeña fogata. Desde la costa vino una voz: “Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis”. Lo hicieron y la red se llenó de peces. Juan, tal vez recordando la otra experiencia, dijo: “¡Es el Señor!” Pedro, envolviéndose en su túnica, pues estaba desnudo (no quería mostrarse desnudo delante del Señor), se arrojó al agua y nadó hasta la costa. Y allí comieron, aparentemente el Señor comió también con ellos. Fue allí que Pedro recibió su mandato de: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:6-17).
El humilde Jesucristo tenía así dominio sobre la vida animal.
El reino vegetal
Finalmente, el reino vegetal estaba bajo su dominio pues maldijo a la higuera estéril cuando pasó cerca de ella. Algunos estudiosos tienen gran dificultad en entender ese milagro. A mí me parece más bien sencillo, tal vez demasiado; pero de este milagro recibo el principio de que quien no hace las cosas que su Creador lo ha capacitado para hacer, está en peligro de ser reprendido. No se puede ser estéril con la inteligencia y talentos que Dios nos ha dado.
¡Cuán grandes son para los seres mortales éstos y otros milagros de Jesús! Pero ¡cuán incomparablemente sencillos para el Hacedor de universos! ¿Seguiremos dudando del poder de Jesucristo para efectuar los servicios que efectuó en la tierra?
El indica quién es
Al principio de su misión comenzó a indicar quién era El. Al dirigirse hacia el norte después de la Pascua, vio a Nicodemo, y a Nicodemo indicó que El era el Cristo. Nicodemo no comprendió.
Viajó hacia el norte hasta llegar a Samaria, y allí se detuvo en el pozo de Jacob y vio a la mujer samaritana. Le dijo quién era. Los samaritanos eran odiados por los judíos, y los judíos eran odiados por los samaritanos, y esta, creo yo, fue la primera vez que indicó en su misión que había venido por todos los hombres y no solamente para las tribus escogidas. De allí en adelante, de tiempo en tiempo, indicó que era el Mesías.
En una ocasión cuando asistía a la Fiesta de los Tabernáculos en el Templo de Jerusalén, fue ridiculizado por su linaje. Ellos estaban hablando de su linaje ieran hijos de Abraham! Llegaron a un punto de discusión en que le dijeron, porque El afirmó haber conocido a Abraham, “Tú no tienes aún cincuenta años, y has visto a Abraham?” Y su respuesta fue: “Antes que Abraham fuera, yo soy” (Juan 8:58). De este modo declaró su misión de Mesías.
Y así continuó el curso de su vida, día tras día, proclamando sus verdades.
Su gran misión
Nuestro Señor tenía una gran misión qué cumplir. Tenía que llevar a su término, cumplir, como nos dijo, la Ley de Moisés. Si queréis ver cuánto se alejó El de las leyes que habían sido dadas al antiguo Israel, leed el Sermón de la Montaña, leed el Sermón en el Llano, leed el sermón durante la segunda Pascua, y veréis cómo tuvo que forzar la nueva ley.
Un ejemplo, él dijo:
“Oísteis que fue dicho. No cometerás adulterio.
“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28).
Esta era la nueva ley.
Y así con miles de otras cosas. Esos documentos a los que yo me referí, y otros pocos, son los documentos más revolucionarios en toda la historia del mundo. Ellos marcan el cambio; el cumplimiento de la Ley Mosaica y la introducción e implantación de la ley del evangelio que El restauró.
De la cruz al trono
Finalmente, en el juicio final, habiendo estado ante Ananías fue llevado a Caifás, el suegro de Ananías, Caifás era el sumo sacerdote instalado por el gobierno romano; Ananías era el hombre, que según la Ley de Moisés, debía haber sido el sumo sacerdote. En el juicio ante Caifás y el Sanedrín, Caifás dijo: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” (Mateo 26:63). Y Marcos registra que El le dijo: “Yo soy” (Marcos 14:62).
Pero ellos le llevaron al día siguiente ante Pilato. Pobre Pilato, atormentado por su creencia en la inocencia de este hombre, buscó liberarle, pero sin resultado. Ellos insistieron en la muerte del Cristo. Y así finalmente fue condenado y devuelto a ellos.
Luego fue llevado al Calvario, y El, un Dios, un miembro de la Santísima Trinidad, fue crucificado como un criminal común, bajo la falsa acusación de traición entre dos ladrones comunes.
Resucitado en la mañana del tercer día, visto por muchos, permaneció aquí cuarenta días como si no estuviera dispuesto a abandonar a aquellos con quienes había obrado por tanto tiempo. Entonces, y solo entonces, volvió a la Trinidad, a ocupar su lugar junto al Padre, a sentarse nuevamente como miembro de la Trinidad.
El Hombre al cual adoramos
Este es el Hombre que adoramos. —este es el Hombre que nos dio la ley que nos permitirá cumplir nuestro destino declarado desde el mismo principio. Este es el Hombre que se sacrificó a sí mismo. “He aquí el Cordero de Dios” se declara anteriormente. “Inmolado desde el principio del mundo”, murió para expiar los pecados de Adán.
Ninguno de nosotros ha sido más humilde; ninguno de nosotros ha muerto más ignominiosamente que El. Pero El hizo esto por vosotros y por mí, para que nosotros, cuando hayamos finalizado nuestra carrera aquí, podamos, después de pasar por la muerte y pagar la pena que nos corresponda, también resucitar y volver a su presencia, del mismo modo, malos y buenos.
Este es el Hombre que nosotros adoramos, no un hombre con título académico, ni sabio en las cosas del mundo; no un hombre de poder mundano, y sin embargo dijo en una ocasión: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53), aunque nunca invocó sus poderes divinos simplemente para su propio beneficio egoísta, sino siempre para el beneficio de otros, para toda la humanidad, siempre sacrificándose, siempre procurando obedecer la voluntad del Padre, diciéndonos una y otra vez que El no hacía sino lo que había visto hacer a su Padre, que no enseñaba nada que no hubiera escuchado enseñar a su Padre.
El misterio de todo ello está más allá de mi conocimiento. Yo solamente puedo tomar el registro que existe, y ese registro me dice que si yo obedezco sus mandamientos, si vivo como El quiere que viva, entonces cumpliré y alcanzaré el destino que preparó para mí, un destino de progreso eterno, un destino de una vida en su presencia, tanto como mi obra lo permita, un destino que no conoce límite al poder que puedo recibir si vivo por El.
Que el Señor conceda que cada uno de nosotros llegue a la determinación de servirle y guardar sus mandamientos. Que el Señor nos dé una mejor claridad en el conocimiento de nuestro Señor y Maestro, de quién era El, de su gran sabiduría, experiencia y conocimiento. Dijo El: “Yo soy el camino, la vida, la luz y la verdad.” Una y otra vez dijo eso. No creyeron entonces en El: el mundo en general no cree en El actualmente. Pero es nuestro deber, nuestro derecho, nuestra elección, conocer estas verdades y hacerlas parte de nuestra vida. (Gran parte de este discurso fue tomado del volumen de Doctrinas y Convenios, curso de autoenseñanza, págs. 328-330).