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Capitulo 28: ‘YO SE QUE MI REDENTOR VIVE’


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“YO SE QUE MI REDENTOR VIVE”

Map Chp. 28

El Mar Grande

Galilea

Samaria

Jerusalén

Betania

Judea

Mar de Galilea

Nisán

EL CRISTO RESUCITADO APARECE ANTE LOS HOMBRES

Mateo

Marcos

Lucas

Juan

EL PRIMER DIA DE LA SEMANA

Aparición a Pedro

Aparición a todos los

Apóstoles excepto Tomás

16:14

24:34
24:33–49

20:19–23

APARICIONES SUBSECUENTES A AQUELLAS DEL PRIMER DIA DE LA SEMANA

Jerusalén

Aparición a los Once

20:24–29

En el Mar de Galilea

Una aparición a los discípulos

21:1–14

“Apacienta mis ovejas”

Juan permanecería

21:15–19
21:20–23

Jerusalén

Aparece a una gran multitud

Aparece a Santiago

(1 Corintios 15:6)

(1 Corintios 15:7)

Galilea

Aparece a los discípulos

28:16–20

16:15–18

(Ver Hechos 1:1-8)

Betania, Judea

La Ascensión;

16:19

COMENTARIO INTERPRETATIVO

(28-1) Lucas 24:34. ¿Por qué Jesucristo se mostró a Pedro aparte de los demás?

“Esta referencia es la única que hacen los escritores evangélicos a la aparición personal de Cristo a Simón Pedro ese día. la entrevista entre el Señor y su ayer tlmldo, pero hoy arrepentido apóstol, debe haber sido conmovedora en extremo. El remordimiento de Pedro por haber negado a Cristo en el palacio del sumo sacerdote fue profundo y digno de lástima; aun pudo haber dudado que el Maestro volviera a llamarlo su siervo; pero deben haber resurgido sus esperanzas al oír el mensaje de las mujeres que volvían de la tumba, en el cual el Señor mandaba saludos a los apóstoles, a quienes por primera vez llamaba hermanos, sin excluir a Pedro de esta honorable y cariñosa designación; además, la comisión del ángel a las mujeres había dado prominencia a Pedro, haciendo particular mención de él. A su apóstol arrepentido vino el Señor, indudablemente con perdón y seguridad consoladora. Pedro mismo guarda silencio reverente concerniente a la visita, pero Pablo presenta su testimonio de este hecho como una de las pruebas definitivas de la resurrección del Señor” (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 722).

Pero la aparición del Salvador a Pedro posiblemente tuvo significado adicional. Anteriormente, en su ministerio mortal, El había anunciado que conferiría “las llaves del reino” a Pedro (Mateo 16:19). Pedro, junto con Santiago y Juan que presidirían con él recibieron esas llaves en el Monte de la Transfiguración (véase Mateo 17:1-8; Lucas 9:28-36), y desde entonces “actuaron como la Primera Presidencia de la Iglesia en su época” (Smith, Doctrines of Salvation 3:152). Esas llaves “siempre corresponden a la Presidencia del Sumo Sacerdocio” (D. y C. 81:2), y pueden ser ejercidas en su plenitud sobre la tierra solamente por un hombre a la vez; y ese hombre, en el período inmediato a la ascensión de Jesús al cielo, fue Pedro. Puede ser, entonces, que la aparición especial de Jesús a Pedro en alguna forma estuvo asociada con el principio de las llaves. (Véase también McConkie, DNTC, 1:851.)

(28-2) Juan 20:19-29. ¿Dudó Tomás de la resurrección?

“El caso de Tomás muestra por qué el Señor fue por todo el recorrido hasta Emaús y al aposento alto para mostrar más allá de toda posible duda exactamente cómo era su cuerpo. Y así en lugar de señalar con el dedo en son burla a Tomás, haríamos bien en considerar con atención la incredulidad moderna en aquel santo Ser que, con su Padre, reina como el Varón de Santidad en los cielos” (McConkie, DNTC, 1:860).

(28-3) Juan 21:1-17. “Simón…¿me amas más que éstos?”

“Esta es una pregunta muy importante para cada uno de nosotros. Permítaseme preguntar a cada uno de vosotros: ¿Amáis al Señor? La respuesta casi sin excepción sería que sí. Pongámonos en el lugar de Pedro…

“¿Podéis imaginar esa gran escena de aquel poderoso Pedro siendo interrogado con estas sencillas preguntas?

Y el Señor tenía una forma de conocer cuán profundo era el amor en el interior de Pedro y cómo enseñarle la forma de mostrar su amor.

“Nosotros mostramos y probamos nuestro amor apacentando los corderos y las ovejas. En la tierra hay cerca de tres mil millones de personas hoy en día, y al paso en que enseñamos en la actualidad, más de dos mil quinientos millones de los hijos de Dios no aprenderán el evangelio de Jesucristo. ¿Cómo os sentiríais si viviendo en esta tierra no tuvieseis la oportunidad de oír y aprender en cuanto al verdadero camino de la vida?

“Nuestra tarea es grande. Necesitamos maestros. A cada miembro de esta Iglesia que tenga un testimonio y esté convertido, se le necesita con urgencia. Los corderos y las ovejas tienen hambre del pan de vida, del evangelio de Jesucristo. Nosotros podemos mostrar nuestro amor siguiendo al Profeta de Dios, con ‘cada miembro un misionero’ para traer una o más almas a la Iglesia cada año” (Bernard P. Brockbank en Conference Report, oct. de 1963, págs. 66).

(28-4) Juan 21:21-24; D. y C. 7:1-8. ¿Juan no iba a morir nunca?

“Es interesante notar que en el relato Juan aclara que se le prometió que quedaría en la tierra hasta la Segunda Venida y no que escaparía a la muerte. Según el relato de la translación de los tres discípulos nefitas, aprendemos que esto es exactamente lo que ocurre. Se produce un cambio en sus cuerpos de manera que no pueden morir en este tiempo, pero cuando el Señor venga de nuevo ellos serán cambiados en un abrir y cerrar de ojos y de este modo ‘nunca probaréis la muerte’ (3 Nefi 28:1-10, 36-40). Serán como la persona que vive durante el Milenio” (McConkie, DNTC, 1:865).

(28-5) Mateo 28:16-20. Jesucristo aparece en Galilea

“De todas las veces que el Cristo resucitado apareció a sus discípulos en Palestina, esta es la más importante; y sin embargo de ella la Biblia preserva solamente un relato fragmentario. Esta fue una aparición fijada anteriormente, con un arreglo previo, a la cual probablemente una gran multitud de discípulos fue invitada. Probablemente fue la ocasión de la cual Pablo escribió posteriormente, después apareció a más de quinientos hermanos a la vez’ (1 Corintios 15:6). De ser así, los setenta y los hermanos principales de la Iglesia deben haber estado presentes, así como también, posiblemente, las mujeres fieles que son herederas de iguales recompensas que los poseedores del sacerdocio obedientes.

“Nosotros no sabemos cuándo indicó Jesucristo el lugar de la reunión, pero en la noche de la traición y del arresto, hizo esta promesa: ‘Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea’ (Mateo 26:32). Luego los ángeles en la tumba, como parte de su anuncio a las mujeres diciendo que ‘ha resucitado’ las mandaron a decir a los discípulos: “va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis’ (Mateo 28:7; Marcos 16:7). Y luego para confirmar otra vez su reunión fijada previamente y al hacerlo recalcando su importancia, el mismo Jesús resucitado dijo a las mujeres, cuando lo abrazaban por los pies y lo adoraban: ‘dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán’ (Mateo 28:9-10).

“Podemos suponer que una gran preparación precedió a esta reunión; la cual tuvo que ver con muchas cosas, posiblemente similares a las de su ministerio resucitado ante las multitudes de los nefitas; y allí, por boca de muchos testigos, que el testimonio firme de su calidad divina de Hijo fuese a todo el mundo” (McConkie, DNTC, 1:866-67).

PUNTOS A CONSIDERAR

(28-6) “Sé que mi Redentor vive”

Cristo se levantó de entre los muertos. Como un ser glorificado y resucitado, apareció ante los discípulos. Ellos lo vieron; vieron las heridas que fueron producidas en la crucifixión. Lo vieron comer y hablar y moverse delante de ellos. ¡Estaba vivo! Vieron que vivía y declararon ese testimonio ante reyes y naciones, y lo defendieron como testimonio fiel hasta el fin de su vida. Otros, apóstoles y profetas en esta época moderna, dan el mismo testimonio: ¡que Jesús vive y es el Redentor!

Siglos antes de su ministerio, de su muerte y resurrección, el Salvador había mandado a Moisés que la verdad fuese verificada mediante el testimonio de dos o más testigos. (Véase Deuteronomio 17:6; compárese con D. y C. 6:28). De acuerdo con este requisito, entre su resurrección y ascensión, los discípulos, veintenas de ellos, llegaron a ser testigos del Redentor viviente.

En una conferencia general, el presidente Harold B. Lee inició su testimonio con estas palabras: “Sé, con un testimonio más poderoso que el de la vista…” (CR, oct. 1972, pág. 20) Sin duda que varios cientos vieron a Jesucristo durante su vida; aun Pilato y el Sanedrín lo vieron. Pero no por eso tenían el testimonio de que El era su Redentor. Lean estos cuatro pasajes ciudadosamente para ver cómo este “segundo testimonio” “más poderoso que la vista”, fue un principio establecido por Jesucristo que estaba bien comprendido por sus discípulos.

Lean lo siguiente: Mateo 16:15-17; Juan 15:26; 1 Corintios 12:3 Hechos 2:32. ¿En qué forma estos antiguos discípulos llegaron a ser testigos de Cristo? ¿Está abierto ante ustedes ese camino?

(28-7) Entendamos el significado de estas sencillas palabras: “¡yo sé que mi Redentor vive!”

Ustedes han leído los cuatro evangelios y han tenido la oportunidad de considerar con todo cuidado la vida y ministerio de aquel Ser que es su Redentor. Estamos seguros que han sido buenos alumnos y esperamos que ustedes oren a menudo y con firme intención para que el Espíritu Santo les guíe e ilumine en su estudio.

Cuando Juan escribió los versículos finales de su Evangelio, el cual apropiadamente es la conclusión de los cuatro, dio testimonio de que las cosas que había escrito acerca de Jesucristo eran verdaderas. (Véase Juan 21:24, 25). ¿Saben si ellas son verdaderas? Lean Mateo 13:44-46; 7:7, 8. ¿Han pagado el precio para poder saber?

TESTIMONIO DE lOS PROFETAS

En esta última dispensación doce profetas han estado a la cabeza de aquellos que han sido llamados de Dios para dar testimonio especial de Cristo. Cada uno de estos hombres ha servido como Presidente de la Iglesia. Estos han dado fiel testimonio de El para la Iglesia y para el mundo.

Antes de que lean los testimonios de estos hombres, hay algo que deben considerar; ellos son especiales, dan testimonio especial, pero las palabras que usan son, como verán, palabras comunes.

(28-8) Escuchad los testimonios de los Profetas

“Hay personas que escuchan los testimonios de aquellos que ocupan altos puestos en la Iglesia, así como de los miembros en los barrios y ramas, todos ellos usando las mismas palabras: ‘Sé que Dios vive; sé que Jesús es el Cristo’ y hacen la pregunta, ‘¿Por qué no puede decirse en palabras más sencillas? ¿Por qué no son más explícitos y descriptivos? ¿No pueden los apóstoles decir algo más?’

“De la misma manera que la sagrada experiencia en el templo, esto se convierte en nuestro testimonio personal. Es sagrado, y cuando nos acostumbramos a ponerlo en palabras, lo decimos en la misma forma, todos usando las mismas palabras. Los apóstoles lo declaran en las mismas frases que los pequeños de la Primaria o el joven en la Escuela Dominical. ‘Yo sé que Dios vive, y sé que Jesús es el Cristo’.

“Haríamos bien en no menospreciar los testimoniOS de los profetas ni los de los niños, porque ‘él comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no sólo a los hombres, sino a las mujeres también. y esto no es todo; muchas veces les son dadas palabras a los niños que confunden al sabio y al instruido’ (Alma 32:23).

“Algunas personas esperan que el testimonio se dé de una manera nueva, dramática diferente.

“Expresar un testimonio es similar a una declaración de amor. Desde el principio del tiempo, los románticos, los poetas y las parejas enamoradas han buscado formas más impresionantes de decirlo, cantarlo o escribirlo. Han utilizado todos los adjetivos, todos los superlativos y toda forma de expresión poética. Y después que todo lo que se ha dicho y hecho, la declaración más poderosa es la sencilla variedad de dos palabras.

“Para aquel que busca honradamente el testimonio expresado en estas frases sencillas es suficiente, ya que es el Espíritu el que da testimonio y no las palabras” (Boyd K. Packer, “El Espíritu da testimonio’, DCG, 1970-1972 pág. 148).

Bien, teniendo esto en mente, lean estos testimonios de los profetas. Léanlos detenidamente y con atención; medítenlos y recuerden que “es el Espíritu el que da testimonio y no las palabras” (Véase D. y C. 1:39).

(28-9) José Smith

“Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive!

“Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre;

“Que por él, por medio de él y de él los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios” (D. y C. 76:22-24).

(28-10) Brigham Young

“Mi testimonio es positivo. Sé que existen ciudades tales como Londres, París, y Nueva York, lo sé por mi propia experiencia o mediante la de otros; sé que el sol brilla, sé que yo existo y tengo un ser, y testifico que hay un Dios y que Jesucristo vive y que El es el Salvador del mundo. ¿Habéis estado vosotros en el cielo y aprendido lo contrario? Sé que José Smith fue un Profeta de Dios y que él tuvo muchas revelaciones. ¿Quién puede desaprobar este testimonio? Cualquiera puede no concordar con él, pero no hay nadie que pueda desaprobarlo. Yo he tenido muchas revelaciones; he visto y oído por mí mismo y sé que estas cosas son verdaderas y nadie sobre la tierra puede probar lo contrario. El ojo, el oído, la mano, todos los sentidos pueden equivocarse, pero el Espíritu de Dios no puede ser engañado; y cuando uno es inspirado por ese Espíritu, todo el hombre se ve lleno de conocimiento, puede ver con los ojos espirituales y conocer aquello que está más allá del poder del hombre…Lo que yo sé concerniente a Dios, concerniente a la tierra, concerniente al gobierno, lo he recibido desde los cielos, no solamente mediante mi habilidad natural y doy a Dios la gloria y la alabanza” (Discourses of Brigham Young, ed. 1951, pág. 433).

(28-11) John Taylor

“Como un Dios, descendió debajo de todas las cosas y se sujetó al hombre en la condición caída del hombre; como hombre, se asió a todas las circunstancias incidentes a sus sufrimientos en el mundo. Ungido, ciertamente, con el óleo de la alegría por encima de sus compañeros, luchó y venció a los poderes de los hombres y de los demonios, de la tierra y del infierno juntamente; y ayudado por este poder superior de la Divinidad, venció a la muerte, al infierno y a la tumba y se levantó triunfante como el Hijo de Dios, el mismo Padre eterno, el Mesías, el Príncipe de paz, el Redentor, el Salvador de el mundo; habiendo culminado la obra relativa a la expiación, la cual su Padre le había concedido que hiciera como Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Como Hijo del Hombre, soportó todo lo que fue posible que soportase la carne y la sangre; como Hijo de Dios, triunfó sobre todo y para siempre ascendió a la diestra de Dios, a fin de llevar adelante los designios [de Dios] relativos al mundo y a la familia humana” (The Mediation and Atonement, págs. 147-148).

(28-12) Wilford Woodruff

“Cuando nuestro Señor y Salvador Jesucristo vino a este mundo a ocupar el lugar al cual había sido ordenado por Dios, muy pocos eran los que tuvieron fe en El, o los que esperaban su venida como Hijo del Hombre en cumplimiento de profecías. Jesucristo, toda su vida, se puede decir, desde el presebre hasta la cruz, fue muy poco popular entre la familia humana, más particularmente entre los habitantes de Jesuralén. Su historia está ante el mundo. Sufrió una muerte ignominiosa sobre la cruz, y aquellos de la casa de su propio Padre, los sumos sacerdotes y los hombres principales de Jerusalén, estuvieron a favor de su muerte. Sin embargo, el Salvador estaba en posesión de la verdad. El ofreció la verdad al mundo; también le ofreció vida y salvación; pero los principios que enseñó no fueron populares en su tiempo. Reunió a su alrededor a unos cuantos discípulos; pero la aceptación de sus principios les costó la vida, así como costó la vida del Salvador mismo. No conozco a otro hombre —a no ser Juan el Revelador— que haya escapado. Todos sucumbieron ante muerte violenta; tuvieron que sellar su testimonio con su sangre. Algunos fueron crucificados; otros fueron aserrados en dos, decapitados o muertos de alguna otra forma por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Murieron por causa de su religión. ¿Cómo es hoy en día? ¿Qué nombre ha sido más reverenciado o puesto como ejemplo para el mundo, que el nombre de Jesucristo?” (Journal of Discourses, 25:5; De aquí en adelante se citará como JD).

(28-13) Lorenzo Snow

“No hay hombre que sepa acerca de la veracidad de esta obra mejor que yo. Lo sé plena y claramente. Sé que hay un Dios tan bien como sé que existe el hombre, porque Dios se me ha revelado. Lo sé positivamente. Nunca olvidaré las manifestaciones del Señor; nunca las olvidaré en tanto que perdure la memoria. Están en mí. Hay algo por lo cual obrar, hay algo por lo cual sacrificar. Cuando los élderes salen entre las naciones, se atreven a decir esto; se atreven a decir que Dios se ha revelado a sí mismo. Se atreven a decir que Dios ha hablado a sus hijos e hijas tal como lo hizo en días antiguos, y se atreven a decir que El ha oído las oraciones de la casa de Israel. El ha escuchado las oraciones de los honestos de corazón y ha bajado tal como lo hizo en los días de Israel cuando estaban en esclavitud egipcia, para librarlos; El ha bajado para aliviar al afligido y para conferir conocimiento intelectual y espiritual y para poner a los hombres en un país en el cual pueden ser bendecidos y salvos de aquella ansiedad en la cual muchos han sido econtrados cuando el evangelio llega a ellos” (CR, oct. de 1880, pág. 32).

(28-14) Joseph F. Smith

“Yo doy mi testimonio, y ciertamente es de igual vigor y efecto, en caso de ser cierto, que el testimonio de Job, los testimonios de los discípulos de Jerusalén, los discípulos sobre este continente, el de josé Smith o de cualquier otro hombre que haya dicho la verdad. Todos son de igual fuerza y surten efecto en el mundo. Si ningún hombre jamás hubiese testificado de estas cosas sobre la faz de la tierra; yo lo diría como siervo de Dios, independientemente de los testimonios de los hombres y de todo libro que jamás se haya escrito, que yo he recibido el testimonio del Espíritu en mi propio corazón, y testifico ante Dios, ángeles y hombres, sin temor a las consecuencias, que yo sé que mi Redentor vive y que lo veré cara a cara y estaré con El en mi cuerpo resucitado sobre esta tierra si soy fiel; porque Dios me lo ha revelado. He recibido el testimonio; lo doy, y sé que es verdadero” (Doctrina del Evangelio, volumen 2, pág. 254).

(28-15) Heber J. Grant

“Agradezco a Dios por el conocimiento que poseo mediante la inspiración de su Espíritu de que Dios vive, que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Redentor del mundo, el Unigénito del Padre en la carne. Y le agradezco porque sé que José Smith fue un profeta del Dios viviente y verdadero…Dios me ayude y ayude a cada Santo de los Ultimas Días que tiene un testimonio de la divinidad de la obra en la cual está comprometido, para vivir de tal manera que nuestras vidas puedan proclamar la verdad de este Evangelio, es mi humilde oración, y lo ruego en el nombre de Jesucristo, nuestro Redentor. Amén” (CR, abril de 1930, pág. 192).

(28-16) George Albert Smith

“En conclusión, permitidme deciros: Nosotros no hemos salido del bosque. Este mundo está listo para una limpieza completa, a menos que los hijos e hijas de nuestro Padre Celestial se arrepientan de sus pecados y se vuelvan a El. Yeso significa los Santos de los Ultimos Días o los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimas Días, junto con los demás, pero nosotros, primero que todos ellos, debemos estar dando el ejemplo. Hemos enviado al mundo a más de setenta mil de nuestros misioneros, pagando ellos mismos sus propios gastos, para que compartan el Plan del Evangelio de jesucristo con los demás hijos de Dios. ¿Por qué? Porque sabemos que es el único plan que Dios ha dado a los hijos de los hombres para ganar un lugar en el reino celestial.

Por eso es que es tan importante. En este gran edificio que ha sido tan sagrado para todos, después de escuchar al espléndido coro y al órgano; después de escuchar las oraciones que han sido ofrecidas aquí; después de escuchar los testimonios que se han dado, quiero testificar a vosotros y deciros: Yo sé que Dios vive. Sé que Jesús es el Cristo. Sé que José Smith fue un Profeta del Dios viviente y que ha restaurado el evangelio verdadero de jesucristo en estos últimos tiempos…

“De manera que, comprendiendo la seriedad de un testimonio así, comprendiendo lo que el mismo significa, y con amor sincero y el deseo de ser una bendición para todos los hijos de nuestro Padre, comparto este testimonio con vosotros: que este es el evangelio de Jesucristo, el único poder de Dios para la salvación y la preparación para el reino celestial; reino al cual todos podemos entrar si queremos; pero tendrá que ser según lo que El estipula, y os digo esto, en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén” (CR, octubre de 1946, pág. 153).

(28-17) David O. McKay

“Hermanos y hermanas, desde mi infancia he atesorado la verdad de que Dios es un ser personal y también ciertamente, nuestro Padre al cual podemos acercarnos en oración y recibir respuesta a la misma. Mi testimonio del Señor resucitado es tan real como el de Tomás, quien dijo del Cristo resucitado cuando éste se mostró a sus discípulos: ‘¡Señor mío, y D¡os mío!’ (Juan 20:28). Yo sé que El vive. El es Dios manifestado en la carne y sé que en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos’ (Hechos 4:12).

“Yo sé que El hablará con sus siervos que lo busquen con humildad y rectitud. Lo sé porque he oído su voz, y he recibido su guía en asuntos relativos a su reino aquí en la tierra.

“Sé que su Padre, nuestro Creador, vive. Sé que ellos se aparecieron al profeta José Smith y le dieron las revelaciones que ahora tenemos contenidas en las Doctrinas y Convenios y en otros libros de la Iglesia. Este conocimiento es tan real para mí como el que viene a nosotros en la vida cotidiana. Al hacer reposar nuestro cuerpo en la noche, sabemos —tenemos la seguridad— que el sol se levantará en la mañana y esparcirá su gloria sobre toda la tierra. Así de verídico es para mí el conocimiento de la existencia de Cristo y de la divinidad de esta Iglesia restaurada” (CR, abril de 1968, págs. 9-10).

(28-18) Joseph Fielding Smith

“El Salvador nunca cometió pecado alguno ni arrastró una conciencia turbada. El no tuvo necesidad de estar sujeto al arrepentimiento como tenemos necesidad todos nosotros; pero en alguna manera que yo no puedo comprender, llevó el peso de nuestras transo gresiones; de las transgresiones de cada alma que viene a esta Iglesia desde los días de Adán hasta la época actual. El vino y se ofreció a sí mismo como un sacrificio para pagar la deuda por las cosas equivocadas que yo y cada uno de vosotros hemos hecho, y así por toda otra persona que haya estado deseosa de arrepentirse de sus pecados y volver a Jesucristo y guarJar sus mandamientos. El pagó el precio. Pensad en lo que puede sufrir un hombre por causa de sus malas acciones. El Salvador soportó el peso, en una forma que no podemos comprender; pero lo soportó. Lo sé porque acepto su palabra. Y el gran peso del tormento que soportó para salvarnos del dolor fue tan grande que El le rogó al Padre que, de ser posible, no tuviese que beber la amarga copa y desfallecer, ‘empero, hágase tu voluntad’. La respuesta que obtuvo de su Padre fue ‘Debes beberla’.

“¿Puedo no amarlo? No, no puedo. ¿Lo amáis vosotros? Entonces guardad sus mandamientos. Si no los guardáis, vosotros mismos tendréis que responder por ellos. ‘Si me amáis, guardad mis mandamientos’” (Take Heed to Yourselves, págs. 281-282).

(28-19) Harold B. Lee

“Como uno de los más humildes de entre vosotros, y ocupando la posición que tengo, quiero expresar mi humilde testimonio, el cual he recibido por la voz y el poder de la revelación: el conocimiento y el entendimiento de que Dios existe. Fue una semana después de la conferencia, mientras me preparaba para dar un discurso en la radio sobre la vida del Salvador, cuando volví a leer la historia de su vida; la crucifixión y la resurrección del Maestro, y entonces vino a mí, mientras leía, la comprensión de la realidad de esa historia en una forma superior a lo que estaba escrita en las páginas. Pues en verdad, me encontré viendo las escenas con gran certidumbre, tal como si yo hubiera estado allí personalmente. Sé que estas cosas vienen mediante las revelaciones del Dios viviente” (”Divine Revelation”, Speeches of the Year, 1952, pág. 12; itálicas agregadas).

(28-20) Spencer W. Kimball

“Esta es la semana de la pascua, una época en que solemnemente nos recordamos mutuamente el acontecimiento sin precedente que se llevó a cabo en un pequeño jardín interior, en una burda tumba, en una colina de caliche, en las afueras de Jerusalén. Aconteció ahí, una temprana mañana, y asombró a toda alma que se enteró de ello.

“Siendo que nunca había ocurrido en esta tierra, debió haber sido difícil para la gente creer, pero ¿cómo podían seguir dudando, cuando el Señor resucitado fue y se mostró ante ellos, y pudieron palpar las heridas de sus manos y pies? Centenares de sus amigos creyentes dieron testimonio.

“Este fue Jesús de Nazaret, nacido en un pesebre, criado en una pequeña villa, bautizado en el río Jordán, crucificado en el Gólgota, sepultado en un frío hueco en el peñasco, y su resurrección confirmada en un pequeño y agradable jardín cerca de la tumba.

“Los sufrimientos por los que pasó antes de su crucifixión y al estar en la cruz, así como su gran sacrificio, pueden tener poco o ningún significado para nosotros a menos que vivamos sus mandamientos, ya que El mismo ha dicho:

“’…¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?’ (Lucas 6:46).

“’Si me amáis, guardad mis mandamientos’ (Juan 14:15).

“Ciertamente si fracasamos en vivir sus enseñanzas, perdemos nuestra comunicación con El” (Liahona, febrero de 1973, pág. 33).

“Y la vida eterna nuevamente estuvo al alcance de los hombres en la tierra, pues la Escritura dice: ‘Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado’ (Juan 17:3). De manera que volvemos a la promesa hecha sobre el monte en Palestina: ‘Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios’ (Mateo 5:8).

“Los hombres que conocen a Dios, que lo aman, viven sus mandamientos y obedecen sus verdaderas ordenanzas pueden, en esta vida, o en la venidera, ver su rostro y saber que El vive y estará en comunión con ellos.

“Amigos nuestros, os invito a que indaguéis más. Testifico de estas verdades en el nombre de Jesucristo. Amén” (CR, abril de 1964, págs. 98-99).

Estos son los testimonios de los profetas: doce hombres que, entre muchos otros, conocen al Señor y saben que El es el Redentor viviente. ¿Cuán fuerte es su testimonio? ¿Se ha fortalecido mediante el estudio de los Evangelios? ¿Cómo? ¿Han levantado sus voces como testigos, tal como lo han hecho los profetas?

(28-21) ¡Significará una diferencia?

Están al final de esta lección y al final del estudio de los Evangelios. Pero el relato acerca de ustedes está apenas comenzando y todo lo que falta lo escribirán en el transcurso de su vida. ¿Vivirán, actuarán y servivirán como personas que aman al Señor?

Repasen los Evangelios a menudo, nunca se aparten demasiado del testimonio dulce y apacible que ellos contienen: que Jesús vive y es nuestro redentor.

“Los miembros de la Iglesia de Jesucristo tienen la obligación de tomar como ideal al Hijo del Hombre inmaculado: el único ser perfecto que ha caminado sobre la tierra.

“El ejemplo más sublime de nobleza

“Divino en naturaleza

“Perfecto en su amor

“Nuestro Redentor

“Nuestro Salvador

“El Hijo sin mácula de nuestro Padre Eterno

“La Luz, la Vida, el Camino

“…Yo sé que El vive…” (David O. McKay, Un sacerdocio real, Lección 23, Pág. 88).