19
“¿QUE MAS ME FALTA?”
CONTINUA EL MINISTERIO EN PEREA |
Mateo |
Marcos |
Lucas |
Juan |
---|---|---|---|---|
Samaria, Galilea Comienzo del viaje final hacia Jerusalén; Cristo sana a diez leprosos |
17:11–19 | |||
Galilea Habla acerca del Reino de Dios |
17:20–37 | |||
Dos parábolas: (la Viuda, y el Juez Injusto y El Fariseo y el Publicano) |
18:1–14 | |||
Perea A través del Jordán hasta Perea y hacia Jerusalén |
19:1, 2 |
10:1 | ||
Habla del casamiento y del divorcio |
19:3–12 |
10:2–12 | ||
Bendice a los niños pequeñitos |
19:13–15 |
10:13–16 |
18:15–17 | |
El joven rico busca la vida eterna Parábola de los obreros de la viña |
19:16–30; 20:1–16 |
10:17–31 |
18:18–30 | |
Cristo va delante de los Doce hacia Jerusalén |
20:17–19 |
10:32–34 |
18:31–34 | |
Cerca de Jericó, Judea Aspiraciones de Santiago y Juan |
20:20–28 |
10:35–45 | ||
Es sanado Bartimeo |
20:29–34 |
10:46–52 |
18:35–43 | |
Jericó, Judea Viene la salvación a Zaqueo el publicano |
19:1–10 | |||
Jericó, Judea Parábola de la diez minas |
19:11–28 | |||
Jerusalén, Judea Muchos lo buscan |
11:55–57 | |||
Betania, Judea Jesucristo es ungido por María en la cena de Simón |
26:6–13 |
14:3–9 |
12:1–11 |
COMENTARIO INTERPRETATIVO
(19-1) Lucas 17:14. ¿Por qué los diez leprosos tenían que mostrarse ante los sacerdotes?
El medio prescrito para que los leprosos obtuviesen permiso de reingresar en el grupo social, el día de su purificación, requería que se mostrasen a los sacerdotes. (Véase Levítico 14:2, 3).
Jesucristo también le dijo a los leprosos que se mostrasen a los sacerdotes, para probar su fe. Cuando los diez creyeron y cumplieron con los términos de la curación, todos fueron sanados al dirigirse a visitar a los sacerdotes. (Véase McConkie, DNTC, 1:536.)
(19-2) Lucas 17:17, 18. “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?”
El que volvió para dar las gracias era un samaritano, y “posiblemente esta demostración de gratitud de parte de un samaritano fue otra evidencia para los apóstoles de que todos los hombres son aceptables para el Señor y que el reclamo judío de superioridad y pueblo escogido, pronto sería reemplazado por el mandamiento de llevar el evangelio a todo pueblo” (McConkie, DNTC, 1:537).
(19:3) Lucas 17:20. ¿Por qué Jesucristo dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia”?
“Las profecías que anunciaban los acontecimientos que tendrían lugar en la segunda venida del Mesías fueron confundidos en la mente de los judíos. Falsamente supusieron que en la primera venida El se mostraría en todo su poder y que así derrocaría y destruiría a todos los reinos de la tierra. En consecuencia, basando su búsqueda en una premisa falsa, y con algo de evidente sarcasmo, demandan una respuesta para esta burlona pregunta: Si eres el Mesías prometido, como has reclamado repetidamente, ¿cuándo se manifestará tu poder, cuándo será roto el yugo romano, cuándo vendrá realmente el reino de Dios?” (McConkie, DNTC 1:539).
(19-4) Lucas 17:21. ¿Qué quiere decir “el reino de Dios está entre vosotros”?
“Una de las herejías que prevalece en gran parte del cristianismo moderno es el concepto de que Cristo no organizó una Iglesia o que haya establecido un reino formal mediante el cual la salvación pueda ser ofrecida a los hombres. Este versículo traducido pobremente es uno de los que son usados para sostener el concepto erróneo de que el reino de Dios es enteramente espiritual; que está integrado por quienes confiesan con sus labios a Jesucristo sin pertenecer a una determinada Iglesia; que el reino de Dios está en cada persona en el sentido de que todos tenemos el potencial de alcanzar las más elevadas metas espirituales; y que el bautismo, la imposición de manos, el casamiento celestial y otras ordenanzas y leyes no son esenciales para alcanzar la salvación.
“Cierto es que los hombres tienen la capacidad inherente de obtener salvación en el mundo celestial; en cierto sentido este poder está en ellos; y así se podría decir que el reino de Dios está en cada persona, si se entiende que esa expresión significa que la persona puede obtener ese mundo eterno mediante obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio. Pero también es cierto que el Salvador organizó su Iglesia y dio las llaves de tal reino a administradores legales en la tierra. (Véase Mateo 16:13-19).
“Aun la lectura literal en la Versión del Rey Jacobo cambia el lenguaje usado en este pasaje para decir ‘El reino de Dios está en medio de vosotros’, queriendo significar ‘La Iglesia está ahora organizada en medio de vuestra sociedad’. La versión que da el Profeta, tal como se encuentra en la versión Inspirada, en relación a la declaración de Cristo, es, naturalmente, la mejor de todas. Su significado esencial es: ‘La Iglesia y reino ya ha sido organizado; está aquí; ha venido a vosotros; ahora entrad al reino, obedeced sus leyes y sed salvos’” (McConkie, DNTC, 1:540).
“Ni dirán, ¡Mirad, aquí!, o, ¡Mirad, allí! Pues, he aquí, el reino de Dios ya ha venido a vosostros” (Lucas 17:21, Versión Inspirada, traducción no oficial).
(19-5) Lucas 18:1-8. ¿Por qué el Señor dio la parábola del juez injusto?
“El juez era de carácter impío; no quería hacerle justicia a la viuda, la cual de nadie más podía obtener reparación. Se vio impelido a obrar por el deseo de verse libre de la importunidad de la mujer. No cometamos el error de comparar este hecho egoísta con las vías de Dios. Jesucristo no quiso decir que así como el juez impío finalmente cedió a los ruegos, en igual manera lo hará Dios; pero sí indicó que si aun tal persona como este juez, que ‘ni temía a Dios, ni respetaba a hombre’, finalmente escuchó y concedió la súplica de la mujer, nadie debe dudar de que Dios, Justo y Misericordioso, también oirá y contestará. La obstinación del juez, totalmente inicua en lo que a él concernía, pudo al fin haber redundado en beneficio de la viuda; pues si fácilmente hubiese podido ella obtener reparación, tal vez se habría vuelto descuidada nuevamente, con la posibilidad de que le resultara un adversario peor que el primero. Se declara en forma categórica el propósito para el cual el Señor relató esta parábola; fue, como lo dicen las Escrituras, para hacerles ver ‘la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 460-61. Véase también D. y C. 101:81-82).
(19-6) Lucas 18:9-14. ¿Por qué el Señor presentó la parábola del fariseo y del publicano?
“Expresamente nos es dicho que se dio esta parábola para el beneficio de ‘unos que confiaban en sí mismos’, preciándose de justos, seguros de ser justificados delante de Dios. No se dirigió particularmente ni a los fariseos ni a los publicanos. Los dos personajes representan clases muy separadas. Posiblemente existía entre los discípulos, y no poco aun entre los Doce, mucho de ese espíritu farisaico de autarquía…La parábola se aplica a todos los hombres; su lección moral quedó sintetizada en las palabras de nuestro Señor, repetidas en la casa del gobernador fariseo” (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 497-498. Véase también Lucas 18:14).
(19-7) Mateo 19:6 “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”
“Tal como aparece aquí, las enseñanzas de nuestro Señor concerniente al casamiento y al divorcio son fragmentarias e incompletas. Solamente pueden ser entendidas cuando se las considera en conexión con la ley del casamiento celestial como han sido reveladas de nuevo en los tiempos modernos. Estos mismos principios generales que gobiernan al casamiento eterno fueron conocidos y comprendidos por los discípulos de la época de Jesucristo también, en parte al menos, por los fariseos. Pero los relatos aquí preservados tanto por Mateo como por Marcos, en relación a los comentarios del Maestro acerca del casamiento y del divorcio están tan condensados y abreviados que no dan una visión clara del problema. Los exégetas modernos necesitan el mismo conocimiento que poseían aquellos que participaron en la discusión original.
“A fin de tener un entendimiento correcto de la parte que el casamiento y el divorcio juegan en el esquema divino de las cosas, por lo menos debemos conocer los siguientes principios:
“El casamiento y la unidad familiar son la parte central del plan de progreso y exaltación. Todas las cosas convergen y giran alrededor de la unidad familiar en la perspectiva eterna. La exaltación consiste en la continuidad de la unidad familiar en la eternidad. Aquellos para quienes la unidad familiar continúa tienen vida eterna; todos los demás tienen un grado menor de salvación en las mansiones que están preparadas…
“El casamiento celestial o eterno es la puerta hacia la exaltación. Para satisfacer la plena medida de su creación y obtener vida eterna, el hombre debe entrar en este orden del matrimonio y guardar todos los convenios y obligaciones que lo acompañan. Si una pareja es sellada así, las dos personas llegan a ser marido y mujer en esta vida y continúan en la misma relación en el mundo venidero. (D. y C. 131:1-4; 132.)…
“El divorcio no es parte del plan del evangelio, no importa de qué matrimonio se trate. Pero como en la práctica los hombres no siempre viven en armonía con las normas del evangelio, el Señor permite el divorcio por una razón u otra, dependiendo de la estabilidad espiritual de las personas involucradas. En el antiguo Israel los hombres tenían el poder de divorciarse de sus esposas por razones relativamente insignificantes. (Deut. 24:1-4.) Bajo las condiciones más perfectas no se permitiría el divorcio excepto cuando había pecado sexual. En esta época los divorcios son permitidos de acuerdo a los estatutos civiles y las personas divorciadas tienen permiso de casarse de nuevo sin la mancha de inmoralidad que resultaría a esa acción bajo un sistema más elevado” (McConkie, DNTC, 1:546-47).
(19-8) “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”
“La triste partida del joven rico, cuyas grandes posesiones constituían tan importante parte de su vida que no pudo sacrificarlas en esa ocasión pero que oialá en un tiempo posterior haya podido hacerlo —hizo surgir en Pedro una pregunta abrupta, indicativa del curso de sus pensamientos y aspiraciones: ‘He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?’ No estamos seguros —y ciertamente no tiene importancia— si hablaba por sí mismo, o si con la palabra ‘nosotros’ era su intención incluir a todos los Doce. Estaba pensando en el hogar y familia que había dejado, y se le puede perdonar el anhelo que sentía por estas cosas; también debe haber estado pensando en los barcos y redes, anzuelos y cuerdas, y todo el negocio lucrativo que tales cosas representaban. Había abandonado todo aquello; ¿qué iba a recibir como recompensa? Jesús respondió: ‘De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel’. Dudamos que Pedro o cualquiera de los Doce hubiesen conceptuado jamás tan alta distinción. El día de la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria como juez y Rey, queda en lo futuro todavía; pero cuando llegue, aquellos de entre los Doce elegidos por el Señor, que hayan perseverado hasta el fin, se sentarán como jueces de Israel. Se extendió la pronesa adicional de que ‘cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna’. Difícilmente podría calcularse el valor o entenderse el significado de esos premios de tan grande trascendencia. A fin de evitar que aquellos a quienes fueron prometidos se confiaran demasiado en poder lograrlo, y debido a ello menguaran sus esfuerzos y se llenaran de orgullo, el Señor agregó este profundo precepto amonestador: ‘Pero muchos primeros serán postreros y postreros, primeros’” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 503-504).
(19-9) Lucas 19:11-28. ¿Por qué Jesucristo dio la parábola de las minas?
“Jesucristo estaba en camino a Jerusalén por última vez. En el término de unos diez días moriría sobre la cruz y para los judíos en general parecería que El había fracasado en establecer el prometido reino mesiánico. Para corregir el falso concepto de que ‘el reino de Dios’ —queriendo decir el reino político, el reino que gobernaría sobre todas las naciones con el Rey Mesías a su cabeza, el reino milenario— ‘se manifestaría inmediatamente’, Cristo dio la Parábola de las Diez Minas. Comparar con la Parábola de los Talentos. (Mat. 25:14-30)” (McConkie, DNTC, 1:571).
(19-10) Mateo 26:6. ¿Qué distancia había entre Betania y Jerusalén?
Betania estaba a 15 estadios de distancia, aproximadamente a 1.243 Kms. de Jerusalén, más allá del Monte de los Olivos. (Véase Juan 11:18 y Marcos 11:1).
(19-11) Mateo 26:6-13; Juan 12:2-8. ¿Qué decir de la unción de Jesucristo con aceite de nardo?
“Ungir la cabeza de un huésped con aceite ordinario significaba honrarlo; ungirle también los pies indicaba una consideración inusual e insigne; pero la unción de la cabeza y los pies con nardo, y tan abundantemente, fue un acto de homenaje reverencial raras veces obsequiado aun a los reyes. El acto de María fue una expresión de adoración, el fragante derramamiento de un corazón rebosante de adoración y cariño” (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 539).
PUNTOS A CONSIDERAR
¿”QUE MAS ME FALTA” PARA SEGUIR AL SALVADOR?
(19-12) Mateo 19:16-20. “¿Qué bien haré para tener la vida eterna?”
“Vino a Jesús, en cierta ocasión, un joven rico que preguntó: ‘¿Qué bien haré para tener la vida eterna?’
“La respuesta de nuestro Señor fue obviamente la dada por todos los profetas de todas las épocas. Fue: ‘Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’.
“La siguiente pregunta fue: ‘¿Cuáles?’
“Jesús los enumeró: ‘No matarás. No adulterarás. No hurtarás. Ni dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo’.
“Entonces vino esta respuesta y pregunta pues el joven era un buen hombre, un hombre fiel, uno que buscaba la rectitud: ‘Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?’
“Todos podríamos preguntar: ¿No es suficiente guardar los mandamientos? ¿Qué más se espera de nosotros aparte de ser fieles y leales a todo lo que se nos confía? ¿Hay algo más aparte de la ley de obediencia?
‘En el caso de nuestro joven amigo rico hubo más. Se esperaba que él viviera la ley de consagración, que sacrificase sus posesiones terrenales, pues la respuesta de Jesús fue: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’.
Como vosotros sabéis, el joven se fue muy triste, ‘porque tenía muchas posesiones’. (Mat. 19:16-22). Y nosotros quedamos preguntándonos qué tipo de acercamiento habría tenido con el Hijo de Dios, de qué compañerismo pudo haber gozado con los apóstoles, qué revelaciones y visiones pudo haber recibido si hubiera podido vivir la ley de un reino celestial. Tal como lo hemos recibido, no conocemos ni su nombre; si lo hubiéramos recibido como pudo ser, su nombre podría haber tenido una memoria honorable entre los santos para siempre.
“Ahora yo pienso que es perfectamente claro que el Señor espera de nosotros mucho más que lo que nosotros a veces damos. No somos como otros hombres. Somos los santos de Dios y tenemos las revelaciones del cielo. Donde mucho se da, mucho se requiere. En nuestra vida debemos considerar primero las cosas de su reino” (Bruce R. McConkie, Conference Report of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints —esta obra se citará como CR de ahora en adelante— abril de 1975, págs. 75-76).
El siguiente diagrama indica el significado de la pregunta “¿qué más me falta?” aplicado a nuestra vida. Señala los pasos que debemos dar si es que queremos seguir al Maestro.
(19-13) El Señor quiere que usted dé el resto de su vida a la Iglesia
“Nosotros estábamos en Canadá. Yo era…un abogado de una compañía de petróleo y gerente de la misma. Estábamos perforando pozos y ganando dinero. En aquel entonces estaba en las Rocallosas de Canadá, lejos de las carreteras. Estábamos haciendo perforaciones allá. Todo parecía muy próspero. Una mañana me desperté temprano antes que amaneciera— Me senti confundido, y desconocía la razón de ello. Comencé a orar, pero parecía que no recibía respuesta. Fue entonces que recordé cómo el Salvador tenía la inclinación de ir a las cumbres de las montañas frecuentemente. Vosotros recordaréis que su vida tuvo que ver con las cumbres de las montañas; el monte de la tentación, el monte de la transfiguración, el monte de las Bienaventuranzas, el monte desde el cual ascendió al cielo. Así que pensando en esto, me levanté antes del alba y me dirigí a los cerros donde sabía que no habría nadie cerca. Cuando llegué a un punto alto, comencé a hablar en voz alta. ¡Estaba hablando con Dios! No quiero decir que El estuviera allí escuchándome o respondiéndome. Pero sí sentía cómo desde el mismo centro de mi corazón yo lo estaba llamando.
“Toda mi familia gozaba de buena salud, todos en posición muy próspera y en cuanto a mí, parecía que en unos cuantos días más llegaría a ser multi-millonario. Sin embargo, me sentía deprimido. Y allá en la montaña le dije a El: ‘Oh, Dios, si lo que parece que está por suceder va a suceder, y si no es para mi bien y el de mi familia y amigos, no permitas que suceda. Apártalo de mí’. Dije: ‘No permitas que suceda a menos que en tu sabiduría sea bueno para mí’. Dejé las montañas y volví al campamento. Tomé mi automóvil y me dirigí a la ciudad de Edmonton. Era viernes y mientras conducía estaba pensando en lo que había sucedido. Sentí que había algo pendiente que yo no podía entender. Cuando llegué a casa y después de comer, le dije a la hermana Brown: ‘Creo que me quedaré en el dormitorio pequeño, pues presiento que no vaya dormir’. Fui a aquella recámara solo y allí, durante la noche, tuve la batalla más terrible con los poderes del adversario. Quería destruirme. No en el sentido de suicidio; sino que había algo dentro de mí que me empujaba a desear que pudiese dejar de existir…Fue terrible. La obscuridad era tan densa que uno podía sentirla.
“Horas después, en la noche, ya cerca del amanecer, vino la hermana Brown queriendo saber qué es lo que sucedía. Y cuando ella cerró la puerta, dijo: ‘¿Qué hay en esta récamara?’ Yo respondí: ‘Nada sino el poder del diablo…’ Y nos arrodillamos juntos al lado de la cama y oramos pidiendo ser liberados. Pasamos juntos lo que quedaba de la noche. Y a la mañana siguiente fui a mi oficina. Era sábado y no había nadie. Al entrar a la oficina, me arrodillé al lado de un sofá y la pedí a Dios que me librase de la obscuridad que me envolvía. Y de alguna parte comenzó a llegar un sentimiento de paz, la clase de paz que reposa sobre las almas de los hombres cuando entran en contacto con Dios. Llamé a mi esposa y le dije: ‘¡Todo está bien, o va a estar bien!’
“Esa noche a las 10 en punto, octubre de 1953 —se oyó el teléfono. La hermana Brown contestó. Me llamó y dijo: ‘Llaman desde Salt Lake’, y me pregunté quién podía estar llamando desde tan lejos. Tomé el aparato y dije: ‘Bueno’, ‘Habla David O. McKay. El Señor quiere que usted dé el resto de su vida a El y a su Iglesia. Estamos en una conferencia de la Iglesia. La sesión final será mañana por la tarde. ¿Puede usted llegar a tiempo?’
“Le dije que no podría llegar, pues no había aviones en ese lapso de tiempo, pero que llegaría tan pronto como fuese posible. Sabía que había venido un llamamiento. y el llamamiento vino después de aquel terrible conflicto con el adversario. y cuando él dijo: ‘El Señor quiere que usted dé el resto de su vida a la Iglesia’, yo supe que eso significaba olvidarme del dinero; significaba que yo entregaría todo a otra persona e iría a Salt Lake sin remuneración monetaria.
“Desde entonces, he sido más feliz que en cualquier otra época de mi vida. Los hombres con los que estuve asociado ganaron millones. Y sin embargo, cuando uno de ellos estuvo en mi oficina no hace mucho, en Salt Lake, dijo: ‘Yo valgo por lo menos siete millones de dólares. Gustosamente te daría cada uno de esos dólares si pudieras darme lo que tienes. Yo no lo puedo comprar con dinero, pero me gustaría tener lo que tú tienes. Lo que tú tienes es paz en tu alma y yo no la puedo comprar con dinero’” (Hugh B. Brown, “Eternal Progression”, discurso pronunciado ante el cuerpo estudiantil del Colegio de la Iglesia en Hawaii, 16 de octubre de 1964, págs. 8-10).
(19-14) Siguiendo hacia la perfección
El evangelio de Cristo es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16), pero ese poder puede ser dado plenamente para la perfección del individuo, sólo si él está dispuesto a sacrificar todas las cosas terrenales en el servicio al Maestro. El élder Bruce R. McConkie da esta conclusión:
“Es nuestro privilegio el de consagrar tiempo, talentos y medios para establecer su reino. Todos somos llamados a sacrificar, en un grado u otro, para el adelanto de su obra. La obediencia es esencial para la salvación; también lo es el servicio; y también lo son la consagración y el sacrificio” (CR, abril de 1975, pág. 76).