Voces de los Santos de los Últimos Días
La importancia de trabajar en Historia Familiar
Iker llegó a visitarme un día jueves de Semana Santa, en brazos de su madre, la hija de mi prima Verónica. No pude evitar sentirme entusiasmada por ingresar su registro en mi árbol genealógico. Por suerte su madre Dayana y su tía, quienes lo trajeron, conocen de mi afán por trabajar en este registro sagrado tan importante para nosotros como familia y al poco tiempo estábamos frente a la computadora.
Mientras yo registraba, ellas ingresaban a las redes sociales desde sus celulares y hacían llamadas para completar datos que para mi sorpresa habíamos comenzado seis años antes. A medida que explorábamos el árbol yo no podía creer cuánto trabajo he realizado. Descubría la existencia de personas que no recordaba y podía sentir la compañía de un espíritu tan especial que ha sido mi compañero cada día durante los últimos ocho años que he estado trabajando en mi genealogía.
Comencé en una de las etapas más difíciles de mi vida cuando sentía que mi mundo se había derrumbado. No puedo explicar de qué manera todo a mi alrededor cambia cada vez que entro en Family Search, aunque sea solamente para indexar. Recuerdo ya vagamente que en ese tiempo mi hogar estaba invadido por un espíritu de tristeza, contención y muchos otros sentimientos que solo la adversidad trae a nuestras vidas. Me esforzaba mucho por encontrar esa guía que solo puede venir del cielo al acercarnos a nuestro Padre Celestial con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.
Escuché el discursio de de la Conferencia General de octubre de 2012, del élder Richard G. Scott, del Cuórum de los Doce Apóstoles, en el que describió las bendiciones que podrían tener los jóvenes de la Iglesia al participar en la investigación de historia familiar:
“¿Deseas una forma segura de eliminar la influencia del adversario en tu vida?”, preguntó. “Dedícate a la búsqueda de tus antepasados, prepara sus nombres para las sagradas ordenanzas vicarias del templo y después ve como representante para recibir por ellos las ordenanzas del bautismo y del don del Espíritu Santo. A medida que crezcas, podrás también ser partícipe de recibir las demás ordenanzas. No puedo pensar en una protección mayor contra la influencia del adversario en tu vida”.
Esas palabras se quedaron grabadas en mi mente y en mi corazón con tanta fuerza que las hice parte de mi diario vivir. Cada vez que el desánimo y cualquier otro sentimiento adverso quería venir a mi mente, corría frente a la computadora y como si fuera arte de magia este se desvanecía, dando paso a un sentimiento cálido de fe y esperanza. Al rato salía del lugar de mi casa que he acomodado para este propósito, en donde clamo en ferviente oración a ese Dios que jamás nos abandona, y mi hogar estaba en calma.
Mis tres hijas en armonía muchas veces las encontraba ayudándome con las tareas domésticas o simplemente viendo una película juntas, y mi esposo regresaba al hogar muchas veces sin entender por qué se había desviado a casa si para ese tiempo ya ni siquiera sentía el deseo de llegar temprano.
Luego llegó una de las más grandes bendiciones en mí país, la construcción del Templo en Tegucigalpa, Honduras. En algunas ocasiones me llenaba tan solo ir al lugar donde se construía y ser testigo de la edificación de la Casa del Señor en nuestra tierra. Era tan gratificante para los miembros de este país que habíamos realizado sacrificios para viajar a los templos más cercanos durante muchos años. Tenía tantas esperanzas que fueron cumplidas una vez que continuaba llevando esos nombres y me cercioraba de que se hicieran las ordenanzas por ellos.
En esos momentos no sabía lo que estaba causando con mi empeño en la obra del Señor, pero ahora varios años después puedo testificarle al mundo que el Señor obra milagros en nuestras vidas como resultado de nuestra labor en su obra y cuanto más grandes sean nuestros esfuerzos, más grandes serán las bendiciones derramadas.
No hay mayor satisfacción que saber que nuestros seres queridos pueden llegar a gozar del fruto de nuestra dedicación a la obra genealógica. Hoy puedo disfrutar de la madurez espiritual y de las bendiciones que recibe mi hija mayor en otro país. Me regocijo al ver a mi segunda hija en el campo misional y no tengo palabras para expresar lo que significa para mí ver a mi esposo de regreso haciendo su parte en la obra del Señor. Ahora nos esforzamos juntos por ayudar a nuestra hija menor que acaba de ingresar a las Mujeres Jóvenes y cada día podemos ver la mano del Señor guiando nuestras vidas.
Siento un gran compromiso de seguir trabajando sin cesar en esta maravillosa obra que nos permite hacer ordenanzas que salvan vidas, que nos da luz en nuestro estado terrenal, que sella familias por la eternidad. Sé que dentro de muchos años, esté donde esté, haré lo que sea necesario para que el pequeño Iker pueda utilizar los datos que con tanto esmero busco para él y toda mi descendencia.