Retratos de fe
Libuletswe Gofrey Mokgatle
Gauteng, Sudáfrica
Libuletswe perdió la vista a los 21 años de edad. Tuvo que volver a aprender a hacer muchas cosas, pero nunca aprendió el Braille. Deseaba leer las Escrituras, de modo que le pidió a Dios que lo ayudara.
Cody Bell, fotógrafo
En 1991, tenía un deseo sincero de servir al Señor, pero no sabía en qué forma lo haría. Oré al respecto y pensé en unirme a una iglesia cristiana evangélica. Justo cuando pensaba en que esa era la opción correcta, dos jóvenes con camisas blancas llamaron a mi puerta.
Mi esposa abrió y me dijo que pensaba que eran estudiantes, pero ellos se presentaron como misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Querían hablarme del Evangelio y yo acepté.
Los misioneros nos presentaron una lección a mí y a mi familia, nos dieron un Libro de Mormón y dijeron que debíamos leerlo. Les dije que mi familia tendría que leérmelo porque soy ciego. Concertamos otra cita con ellos.
Cuando regresaron, les dije: “Mi familia aún no me ha leído el Libro de Mormón; están ocupados, y no tienen tiempo para mí”.
Los misioneros me dijeron que la Iglesia había hecho audiocasetes del Libro de Mormón, y me preguntaron si los escucharía si me los traían. Accedí a hacerlo. La siguiente vez que vinieron, me entregaron una caja con los audiocasetes del Libro de Mormón. Pensé que tenía que pagárselos, pero me los dieron gratis.
Comencé a escuchar los audiocasetes y me gustaron. Cuando los misioneros regresaron a mi casa, los acompañaba un hombre que había venido de un pueblo aledaño a visitar a su familia; era miembro de la Iglesia, y me convenció para que lo acompañara a la Iglesia el domingo.
El primer domingo oí el Evangelio como nunca lo había oído. No era una Iglesia a la que iban muchas personas, pero sentí algo. Descubrí que los himnos de la Iglesia son diferentes de los himnos que escuché en otras iglesias. Algo me decía que debería continuar yendo a la Iglesia.
Por un tiempo lo hice, y al final me bauticé. Poco tiempo después, fui llamado para ser el segundo consejero de la presidencia de la Escuela Dominical. Tras el llamamiento, un miembro del sumo consejo me entregó un manual de instrucciones; le dije que era ciego y que no podría leerlo. Dijo que podría llevar ese manual y pedirle a alguien que me lo leyera. “Así conocerá sus responsabilidades como segundo consejero de la Escuela Dominical”, dijo.
Busqué a alguien para que me lo leyera; uno de los misioneros accedió a leer el manual y a grabarlo. Al escuchar la grabación, empecé a entender mis responsabilidades y seguí sirviendo en ese llamamiento por bastante tiempo.
Después fui llamado para ser el segundo consejero del cuórum de élderes. Allí también tenía un manual, pero no podía usarlo. Todos los miembros de la Iglesia tenían manuales que podían usar, y me preguntaba si sería una pesada carga para mí depender de otras personas para que siempre me lo leyeran y lo grabaran. Empecé a orar y a pedirle a mi Padre Celestial que me ayudara a encontrar algo que pudiera utilizar para comprender mejor el Evangelio. Mientras oraba, sentí que el Espíritu me decía que si tenía fe, incluso podía mover montañas.
Durante una visita de orientación familiar, le dije a la hermana que visitábamos: “No puedo leer las Escrituras porque no veo. Quiero ir a una escuela donde pueda aprender a leer y escribir en Braille”.
Su hermano trabajaba en una escuela para ciegos y él me ayudó a matricularme. Estudiaba Braille todos los días e incluso me despertaba por la noche para practicar la lectura. Me llevó solo cuatro meses poder leerlo.
Terminé mis estudios y le dije al presidente de la rama que ya podía leer en Braille. Me dio una caja que contenía el manual del sacerdocio y todos los libros canónicos en Braille. Nunca supe que la Iglesia tuviese todas esas cosas. Fue entonces que verdaderamente empecé a comprender y a disfrutar el Evangelio.
He sido llamado a integrar el obispado, y he estado sirviendo en ese llamamiento aproximadamente diez años. Ahora puedo pararme frente a otras personas y enseñar por medio del Espíritu. Debido a que leer la lección en Braille toma mucho tiempo, la practico y la aprendo en casa para poder enseñar sin tener el manual frente a mí.
Sé que las Escrituras son verdaderas y que aprendo de ellas cada vez que las leo. Siempre hay algo en ellas que me beneficia.
Me gusta seguir las verdades que aprendo de las Escrituras. Por ejemplo: “Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna” (D. y C. 14:7).