Historia de la Iglesia
Capítulo 21: Una semilla de amor


Capítulo 21

Una semilla de amor

Imagen
Una mujer excavando con una pala

A principios de 1981, Julia Mavimbela, de sesenta y tres años, se encargaba de un jardín comunitario cerca de su casa en Soweto, un municipio con personas de raza negra de más de un millón de personas en el área oeste de Johannesburgo, Sudáfrica. Julia, exdirectora de una escuela primaria, había plantado el jardín unos años antes para ayudar a los jóvenes del municipio durante su crecimiento hasta la adultez en la época del apartheid, la política oficial de segregación racial de Sudáfrica.

Como mujer de raza negra, ella sabía lo difícil que era vivir en ese sistema. Las leyes degradaban a las personas de raza negra y las trataban como ciudadanos de segunda clase. Durante décadas, el Gobierno había obligado a todos los sudafricanos de raza negra a llevar un cuadernillo de identificación que indicaba dónde podían ir y dónde no. Si una persona de raza negra era descubierta en un barrio de blancos a la hora equivocada, podía ser golpeada, arrestada e incluso asesinada.

Cuando Julia era más joven, se había visto obligada a irse de su vecindario multirracial en Johannesburgo a una casa en el segregado Soweto. Ahora, al ver a los jóvenes luchar contra esas injusticias, le preocupaba que la amargura creciera en sus corazones. Con su jardín, ella esperaba enseñarles a sobreponerse al enojo antes de que este los destruyera a ellos y a sus seres queridos.

“Miren”, solía decir, “este suelo es sólido y duro; pero si introducimos una pala o un rastrillo, lo romperemos y saldrán terrones. Entonces, si rompemos esos terrones y echamos una semilla, la semilla crece”.

Ella quería que, en su corazón, los jóvenes se quedaran con el mensaje de la tierra dura. “Removamos la tierra de la amargura, echemos una semilla de amor y veamos qué frutos nos puede dar”, les decía. “No habrá amor si no perdonamos a los demás”.

Esta era una lección que Julia aún estaba aprendiendo. Décadas antes, su esposo, John, había muerto en una colisión frontal con un conductor blanco. Cuando Julia acudió a la estación de policía para reclamar las pertenencias de su esposo, descubrió que, tras el accidente, le habían robado el dinero que llevaba y, aunque ella creía que John no había tenido la culpa del accidente, el tribunal, cuyos miembros eran todos blancos, lo habían culpado por ello.

La muerte de John dejó a Julia sola para criar a sus hijos, y ella tuvo dificultades para sacarlos adelante. Sin embargo, en los peores momentos, había sentido la presencia de Jesucristo cerca de ella, brindándole consuelo y confianza.

Ahora, más de un cuarto de siglo después de la muerte de John, Julia sabía que el perdón era esencial para sanar su dolor. Sin embargo, todavía le costaba perdonar a aquellos que mancharon el buen nombre de John y le robaron a ella y a su familia.

Un día de junio de 1981, invitaron a Julia a ayudar en las tareas de limpieza de un centro juvenil y una biblioteca que habían sido saqueados e incendiados durante los recientes disturbios debidos al apartheid. Cuando Julia llegó, se sorprendió al ver a dos hombres jóvenes limpiando los escombros con palas. Eran blancos, una imagen impactante en Soweto.

Con grandes sonrisas, esos jóvenes le dijeron a Julia que eran misioneros estadounidenses que habían venido a ayudar. Sabían un poco de jardinería y hablaron con Julia acerca de su jardín comunitario. Además, le preguntaron si podían visitarla. A Julia no le entusiasmaba la idea de reunirse con ellos. Si invitaba a dos hombres blancos a su casa, su familia y ella corrían el riesgo de recibir un castigo violento. ¿Pensarían sus vecinos que colaboraba con la policía o el Gobierno del apartheid?

Comenzó a pensar en una excusa, pero luego sintió una fuerte emoción en el pecho y supo que debía dejar que la visitaran, así que les dijo que fueran a su casa tres días más tarde.

Los hombres llegaron a la hora acordada, vestidos con camisas blancas y con placas de identificación con sus nombres, y se presentaron como misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ella escuchó su mensaje con amabilidad pero, en la segunda visita, intentó encontrar una manera de decirles, de forma gentil, que no estaba interesada.

Entonces uno de los misioneros señaló una fotografía de Julia con su esposo fallecido y preguntó: “¿Dónde está él?”.

—Falleció —les explicó.

Los misioneros le hablaron del bautismo por los muertos, pero ella se mostró escéptica. Durante años, había ido a muchas iglesias, y nunca había escuchado a alguien decir que los muertos podían ser bautizados.

Un misionero abrió el Nuevo Testamento y le pidió que leyera 1 Corintios 15:29: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”.

Ese versículo la cautivó, y comenzó a escuchar a los misioneros con un corazón abierto. Cuando le enseñaron acerca de las familias eternas, aprendió que, en los templos, las personas podían efectuar bautismos y otras ordenanzas por sus seres queridos fallecidos, y que podría reunirse con las personas a las que había perdido, incluido John, en la vida venidera.

Cuando comenzó a leer el Libro de Mormón, su vida empezó a cambiar. Por primera vez se dio cuenta de que todas las personas eran una sola familia. El Evangelio restaurado de Jesucristo le dio la esperanza de que por fin podría perdonar a quienes la habían lastimado a ella y a sus hijos.

Seis meses después de conocer a los misioneros, Julia fue bautizada, y un mes después la invitaron a hablar en la conferencia de estaca. Durante el apartheid del Gobierno, la Iglesia no había intentado hacer proselitismo entre las personas de raza negra de Sudáfrica. Sin embargo, el apartheid había comenzado a desmoronarse a principios de la década de los ochenta, lo cual había facilitado que los miembros blancos y negros de la misma religión se reunieran y adoraran juntos. Unos meses antes del bautismo de Julia, se organizó una congregación para los santos de Soweto.

Julia estaba nerviosa cuando se puso de pie ante los miembros de la estaca, en su mayoría blancos. Le preocupaba que su dolor por la muerte de John fuera como una cuña entre ella y los demás miembros de la Iglesia. No obstante, su corazón estaba lleno de oración, y el Señor la impulsó a compartir su historia.

Habló sobre la muerte de su esposo, el trato cruel que recibió de la policía y la amargura que había sentido por mucho tiempo. “Por fin he encontrado la Iglesia que puede enseñarme a perdonar de verdad”, testificó ella. Al igual que los terrones del suelo en un jardín, su amargura se rompió.

Y lo que quedó, dijo ella, fue paz y perdón.


Cuando los funcionarios del Gobierno propusieron construir un templo en la República Democrática Alemana, la Primera Presidencia autorizó a Henry Burkhardt para que obtuviera el permiso para construir un centro de reuniones con una zona especial para realizar investiduras y sellamientos para los vivos, pero no ordenanzas por representante para los muertos.

Después de ayunar y orar, Henry y sus consejeros de la presidencia de la Misión Dresde propusieron construir el edificio en Karl-Marx-Stadt. La ciudad tenía una gran cantidad de santos y necesitaba un nuevo centro de reuniones. Sin embargo, los funcionarios locales se negaron a emitir un permiso para la Iglesia, argumentando que la ciudad no necesitaba más iglesias. En su lugar, propusieron Freiberg, un pueblo universitario cercano.

“Imposible”, objetó Henry. “Queremos construir en Karl-Marx-Stadt”.

El asunto parecía estar decidido para la presidencia de misión; no obstante, al ayunar y orar, Henry y sus consejeros empezaron a considerar seriamente la opción de construir en Freiberg. En la ciudad había una pequeña rama de santos y estaba cerca de las ramas de Dresde y otras ciudades y pueblos de la región.

Cuanto más reflexionaban sobre el asunto, más convencidos estaban Henry y sus consejeros. “Sí”, se dijeron, “en realidad la opción de Freiberg no es tan mala”.

Los líderes cívicos de Freiberg parecían deseosos de que la Iglesia construyera un edificio como el Templo de Suiza en su ciudad. El Gobierno buscaba fortalecer las relaciones con las personas de fe que respetaban la autoridad estatal en toda la República Democrática Alemana, por lo que comenzaba a reconocer oficialmente algunas religiones y buscaba reconstruir las iglesias históricas que habían sufrido daños durante la Segunda Guerra Mundial.

Como los santos de Freiberg ya tenían un centro de reuniones adecuado, Henry tuvo la fuerte impresión de que la Iglesia debía dejar de lado el plan de construir un edificio híbrido y, en su lugar, construir un templo estándar que incluyera una pila bautismal y permitiera realizar otras ordenanzas por representante. Propuso la idea a los líderes de la Iglesia en Salt Lake City y recibió la aprobación para adquirir un terreno para edificar una Casa del Señor totalmente funcional en Freiberg.

A continuación, Henry presentó el plan en una reunión municipal en Freiberg junto con Frank Apel, secretario ejecutivo de la misión y nativo de esa ciudad. El consejo ofreció a la Iglesia dos posibles terrenos para la construcción. El primero estaba en el centro de la ciudad, pero era pequeño y estaba por debajo del nivel de la carretera, lo que dificultaba que los transeúntes lo vieran. El otro era un terreno sin urbanizar en una colina al noroeste de la ciudad. No había paradas de transporte público cerca, pero era un lugar que se podía ver desde toda el área circundante.

Cuando Henry y Frank vieron el segundo terreno, supieron que habían encontrado el lugar adecuado para el templo.

El 27 de febrero de 1982, el élder Thomas S. Monson visitó la República Democrática Alemana para saber cómo estaban los santos de Alemania Oriental y para hablar con Henry sobre el nuevo terreno del templo. Habían pasado casi catorce años desde que Henry y su esposa, Inge, conocieron al apóstol, y los unía una preciada amistad. El élder Monson le regaló a Inge un plato decorativo y una falda nueva de parte de su esposa, Frances. También sorprendió a Tobías, el hijo de catorce años de los Burkhardt, con una calculadora de bolsillo, un producto poco común en la República Democrática Alemana.

Al día siguiente, Henry llevó al élder Monson al terreno; mas este tuvo dudas sobre la ubicación de Freiberg, si bien entendía las razones por las que la Iglesia no podía construir el templo en Karl-Marx-Stadt.

—¿Consideraron esta opción con detenimiento? —le preguntó a Henry—. ¿Es este en realidad el lugar correcto? ¿Cómo llegarán las personas sin una adecuada red de transporte público?

Henry respondió las preguntas del élder Monson lo mejor que pudo, y le aseguró que sus consejeros y él apoyaban firmemente la construcción de un templo en ese lugar. Habían ayunado y orado en cuanto a ese terreno, dijo, y sentían que era donde el Señor quería que Su Casa estuviera en la República Democrática Alemana.

El élder Monson no necesitaba más explicaciones y la Iglesia compró el terreno y presentó los dibujos arquitectónicos revisados al Gobierno de Alemania Oriental.


El 31 de marzo de 1982, David Galbraith estaba sentado en silencio en una oficina en Jerusalén mientras Amnon Niv, el ingeniero principal de la ciudad, examinaba un gran mapa pintado a mano del monte de los Olivos. Alrededor de seis planificadores de la ciudad estaban en la sala con ellos.

David llevaba meses esperando reunirse con Amnon, ya que la Iglesia estaba lista para avanzar con los planes de construir el Centro de Jerusalén de la Universidad Brigham Young para alumnos extranjeros y santos locales. Una vez terminado, el centro daría a la Iglesia una presencia oficial en Tierra Santa. Sería un lugar de estudio, entendimiento y paz, donde los miembros de la Iglesia podrían ir a caminar por donde anduvo Jesús, aprender más sobre las antiguas raíces de su fe y aumentar su aprecio por la cultura y las creencias de las personas que vivían en Oriente Medio.

Los líderes de la Iglesia, incluido David, querían construir el centro en el lugar que el presidente Kimball había admirado durante su visita a la ciudad en 1979, pero ese terreno estaba cerca del monte Scopus, el punto más alto del monte de los Olivos, y una “zona verde” designada por el Gobierno atravesaba parte de este, por lo que estaba prácticamente descartado para la construcción. Otros promotores habían intentado revertir esa zonificación sin éxito. Si la Iglesia deseaba construir allí, era necesario que Amnon modificara los linderos de la zona verde.

El alcalde Teddy Kollek apoyaba el deseo de la Iglesia de construir un centro en la ciudad. Creía que la amistad de la Iglesia con los musulmanes y los judíos ayudaría a ambos grupos a entenderse mejor y a vivir en paz. Aun así, reconocía que la propiedad del monte Scopus sería imposible de adquirir. Ante su insistencia, David había considerado otras posibles ubicaciones y, cada vez que encontraba un lugar prometedor, se comunicaba con las Oficinas Generales de la Iglesia. Sin embargo, ninguno de esos lugares recibió la aprobación, y el presidente N. Eldon Tanner le había aconsejado que se centrara en el monte Scopus.

En una ocasión, el alcalde Kollek animó a Amnon a organizar una reunión con David para escuchar lo que este tenía que decir. Además, se invitó a David Reznik, el arquitecto local que la Iglesia había contratado para diseñar el Centro de Jerusalén de la Universidad Brigham Young.

Reznik mostró a Amnon algunos de los planos para la universidad y señaló su cercanía a la Universidad Hebrea de Jerusalén, que Amnon y él habían ayudado a diseñar años atrás. Amnon continuó estudiando el mapa durante varios minutos; su silencio coincidía con el silencio de todos en la sala. “Denme un marcador (rotulador, fibra)”, dijo repentinamente. Ninguno de los presentes tenía un marcador, por lo que alguien se apresuró y le consiguió uno. Entonces estiró el brazo y comenzó a dibujar en el mapa.

Ante la mirada de todos, modificó la zona verde y trazó una línea roja alrededor del lugar exacto donde la Iglesia quería construir el centro de Jerusalén.

“Esta es la línea de construcción”, indicó, y tomó un sello oficial, lo estampó en el mapa con fuerza y firmó con su nombre. “¡Eso es todo!”, declaró.

Todos expresaron su conformidad. David estaba estupefacto. La Iglesia acababa de recibir la aprobación para algo que todos pensaban que era imposible, y él deseaba llamar a las Oficinas Generales de la Iglesia y contarles el milagro.


Unos meses después, en julio de 1982, Olga Kovářová y un pequeño grupo de santos viajaban en automóvil hacia un embalse cerca de Brno, República Checa, para su bautismo.

Desde su primera reunión sacramental en casa de Otakar Vojkůvka, Olga había llegado a admirar la fe de los santos checos más mayores, cuyas conversaciones durante la Escuela Dominical la fortalecían, y ella se sentía cómoda cuando expresaba sus ideas.

En los meses previos a su bautismo, Olga había recibido las lecciones misionales por parte de Jaromír Holcman, un miembro de la presidencia de rama de Brno. Las primeras lecciones habían sido difíciles e incómodas, porque la jerga religiosa le resultaba muy extraña. El Plan de Salvación parecía un cuento de hadas y Olga lidiaba con preguntas que tenía sobre el Padre Celestial.

También le preocupaban los problemas que vendrían después del bautismo. La Iglesia había comenzado a crecer en Europa Central y Oriental después de 1975, cuando Henry Burkhardt y sus consejeros en la presidencia de la Misión Dresde nombraron a un hombre llamado Jiří Šnederfler para presidir a los santos en la República Checa. Sin embargo, la Iglesia todavía era poco conocida y poco comprendida en el país. Aunque la razón le decía que se olvidara del Evangelio de Cristo, el corazón le decía que era la verdad.

Olga ayunó todo el día de su bautismo y, cuando llegó el momento, se dirigió al embalse con Otakar y Gád Vojkůvka, y con Jaromír y su esposa, Maria. El grupo se reunió alrededor del agua y ofreció una oración. No obstante, antes de que pudieran proceder a la ordenanza, les sorprendió el sonido de varios pescadores que caminaban por la orilla. Los hombres se acercaron y se ubicaron cerca del lugar donde Olga iba a ser bautizada.

—La orilla del mar tiene una pendiente muy pronunciada en toda esta zona —dijo Otakar—. Este es el único lugar donde sabemos que hay una bajada gradual y segura hacia el agua.

Sin otra opción, Olga y sus amigos esperaron. Pasaron diez minutos, luego veinte, y los pescadores no parecían tener intención de irse.

Olga apoyó la cabeza en el tronco de un árbol. “Tal vez no estoy lo suficientemente preparada”, pensó, “o mi testimonio no es lo suficientemente fuerte, o no estoy por completo arrepentida”.

Estaba a punto de arrodillarse a orar cuando Jaromír la tomó por el brazo y la llevó de vuelta con los otros santos.

—Creo que debemos volver a orar para que Olga pueda ser bautizada hoy —dijo él.

El grupo se arrodilló mientras Jaromír rogaba a Dios en favor de Olga, quien podía escuchar la emoción en su voz. Cuando terminó la oración, transcurrieron unos minutos y los pescadores, repentinamente, se levantaron y se fueron.

El agua estaba quieta y tranquila cuando Jaromír guio a Olga de la mano y pronunció la oración bautismal. Cuando escuchó su nombre, Olga sintió que un capítulo de su vida estaba finalizando. Todo estaba a punto de cambiar ahora que había decidido seguir a Cristo y Su Evangelio restaurado. La invadió un gozo absoluto y supo que su bautismo se estaba registrando en el cielo.

Poco después, el pequeño grupo emprendió el camino de regreso a Brno en el automóvil de Jaromír. Mientras viajaban, escuchaban un casete del Coro del Tabernáculo. Olga sintió que estaba escuchando ángeles y se maravilló cuando Jaromír le dijo que los cantantes eran todos miembros de la Iglesia. Se preguntó cómo sería la vida de los santos que vivían en un país con libertad religiosa y un profeta viviente.

Cuando llegaron a Brno, los santos se reunieron en casa de Jaromír. Él, Otakar y otros poseedores del sacerdocio colocaron sus manos sobre la cabeza de Olga y, al confirmarla miembro de la Iglesia, ella sintió que el Espíritu Santo la envolvía. En ese momento, supo que era hija de Dios.

En la bendición, Jaromír declaró que, por medio de Olga, muchos jóvenes se unirían a la Iglesia y se les enseñaría el Evangelio de una manera que pudieran entender. Esas palabras la sorprendieron. Parecía imposible, por el momento, que ella pudiera compartir el Evangelio abiertamente.

Aun así, guardó esas palabras en su corazón y anhelaba el día en que se hicieran realidad.


El 27 de noviembre de 1982, el cielo sobre Johannesburgo, Sudáfrica, estaba nublado mientras 850 personas se reunían para la palada inicial de la primera Casa del Señor en el continente africano. Julia Mavimbela había ido a la ceremonia junto con diez familias de Soweto, el municipio con personas de raza negra del lado oeste de la ciudad. Desde el momento en que Julia aprendió acerca de los templos, había querido efectuar las ordenanzas por su esposo y sus padres fallecidos, y tenía la determinación de participar en cada uno de los eventos de la construcción del templo.

El élder Marvin J. Ashton, del Cuórum de los Doce Apóstoles, presidía la ceremonia. En sus comentarios finales, habló de la emoción espiritual que emanaba de los santos sudafricanos. Una vez que se completara la Casa del Señor, los santos que en el pasado habían tenido que viajar miles de kilómetros a templos en Estados Unidos, Suiza, Reino Unido o Brasil, ahora podrían esperar con ilusión tener su propio templo cerca.

Después de las palabras del élder Ashton, él y otros líderes de la Iglesia introdujeron las palas en la tierra de un modo ceremonial. A continuación, otros santos avanzaron deseosos para participar. Sin querer abrirse paso en medio de la multitud, Julia y los otros santos de Soweto se alejaron, pero algunos de los líderes los vieron y los invitaron también a pasar al frente, a tomar una pala y a participar de esa palada inicial. Julia estaba segura de que el Espíritu había intervenido para que los llamaran a hacerlo.

Durante los meses que siguieron, Julia experimentó el gozo de prestar servicio en la Sociedad de Socorro. Muchas personas de su rama eran conversos recientes, y los miembros experimentados de la Iglesia de otros barrios de la estaca los asesoraron hasta que estuvieron listos para liderar la rama por sí mismos. La presidenta de la Sociedad de Socorro, una mujer blanca, nombró a Julia como su primera consejera.

La rama fue una de las primeras que se organizaron en un municipio con personas de raza negra. Se reunían en un centro de reuniones en un vecindario de Johannesburgo. Para llegar allí, Julia y otros santos de raza negra de Soweto tenían que tomar un taxi a la ciudad y luego caminar hasta llegar a la capilla. Después de un tiempo, la rama comenzó a reunirse en una escuela secundaria en Soweto, y Julia se alegró de poder asistir a la Iglesia más cerca de casa.

Sin embargo, el nuevo centro de reuniones tenía sus propios desafíos. Todos los domingos por la mañana, los santos tenían que llegar temprano para barrer los pisos y limpiar las ventanas y las sillas a fin de que la escuela estuviera preparada para la reunión sacramental. Y, a veces, la persona encargada de programar los horarios del edificio lo reservaba varias veces para ganar más dinero, lo que dejaba a los santos sin un lugar donde reunirse.

Pronto, la Estaca Johannesburgo comenzó a llamar cada vez a más santos de raza negra como líderes de las ramas de los municipios, y Julia fue llamada como nueva presidenta de la Sociedad de Socorro de su rama.

Inmediatamente, se sintió incapaz. Si bien era una experimentada líder de la comunidad y sabía cómo ayudar y motivar a las personas, los santos de su rama estaban acostumbrados a que los líderes de la Iglesia fueran blancos. Casi podía escuchar a los miembros de su rama dudar de sus habilidades y pensar: “Ella es negra, como nosotros”.

Aun así, Julia se negó a desanimarse. Sabía lo que era capaz de lograr, y sabía que el Señor estaría con ella.

  1. Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 36–37, 61–62, 69–71; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1988, págs. 32–33, 38–39; Mavimbela, “I Speak from My Heart”, págs. 68–69; McCombs y McCombs, entrevista de historia oral, págs. 7–9; Clark y Worger, South Africa, págs. 49–51; Barber, South Africa in the Twentieth Century, págs. 140–143, 172–173, 211–214; Brown, Road to Soweto, págs. 179–187; Johnson, Soweto Speaks, pág. 9; Landis, “Apartheid Legislation”, págs. 46 y 48. Temas: Segregación racial, Sudáfrica

  2. Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 43–44, 51–55; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1995, págs. 15–17; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1988, págs. 27–31, 39.

  3. Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 84–86; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1988, págs. 33–35, 39–40; McCombs y McCombs, entrevista de historia oral, págs. 5–7, 16–17; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1995, págs. 18–19. Tema: Bautismo por los muertos

  4. Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 88–89; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1988, págs. 47–48, 61; Turley y Cannon, “Faithful Band”, págs. 13–37; Wood, Personal History, págs. 265–267; Walshe, “Christianity and the Anti-apartheid Struggle”, págs. 385–392.

  5. Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 54–56, 89; Mavimbela, entrevista de historia oral, 1988, págs. 39–40. Se editó la cita para darle al texto mayor legibilidad; “había encontrado” en el original se cambió por “he encontrado” y “podía” en el original se cambió por “puede”.

  6. Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. 3–4; Burkhardt, entrevista de historia oral, 1991, págs. 9–10; Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 89–91; Monson, diario, 10 de febrero de 1979.

  7. Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. 3–7; Burkhardt, entrevista de historia oral, 1991, págs. 10–11; Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 91–92; Bangerter, diario, 28 de junio de 1985.

  8. Burkhardt, entrevista de historia oral, 1991, págs. 10–11; Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. 7–8. Se editó la cita traducida por motivos de legibilidad; la fuente original dice “no está tan equivocada”.

  9. Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 92–93; Kuehne, “Freiberg Temple”, págs. 125–127; Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. 9–11; Burkhardt, entrevista de historia oral, 1991, pág. 11. Tema: Alemania

  10. Kuehne, Henry Burkhardt, pág. 94; Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. 9–10; Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State, pág. 281; Apel, entrevista de historia oral, pág. 1; Leonhardt, “Geschichte des Freiberg-DDR-Tempels”, págs. 43–45; Burkhardt, entrevista de historia oral, 1991, pág. 11; Kuehne, “Freiberg Temple”, págs. 115–116.

  11. Monson, diario, 27 y 28 de febrero de 1982.

  12. Monson, diario, 28 de febrero de 1982; Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State, pág. 281; Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, pág. 10; Henry Burkhardt a Thomas S. Monson, 5 de noviembre de 1981, en Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. [20]–[21]; Burkhardt, entrevista de historia oral, 1991, pág. 12; Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 93–94. Se editó la cita para darle al texto mayor claridad; “Es ese en realidad” en el original se cambió por “Es este en realidad”.

  13. Monson, diario, 28 de febrero y 1 septiembre de 1982; Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State, págs. 281–283; Burkhardt, “Wie kam es zum Bau des Freiberger [Freiberg] Tempels?”, págs. 10–11; véase también Leonhardt, “Geschichte des Freiberg-DDR-Tempels”, 46a. Tema: Thomas S. Monson

  14. Robert Taylor to Howard W. Hunter, Memorandum, Apr. 1, 1982, Howard W. Hunter, Jerusalem Center Files, BHI; Galbraith, “Lead-Up to the Dedication of the Jerusalem Center”, pág. 54; Galbraith, “Miracles Open the Door”; Galbraith, entrevista de historia oral, págs. 87, 150–152.

  15. Galbraith, entrevista de historia oral, pág. 166; Robert Taylor, “The Jerusalem Center: Organizational Structure”, 1987, págs. 1–4, Budget Office, Jerusalem Center Records, BHI.

  16. Taylor, “Contest and Controversy”, págs. 62–64; Peterson, Abraham Divided, págs. 343–345; Galbraith, entrevista de historia oral, págs. 147–150; Kaminker, “Building Restrictions in East Jerusalem”, pág. 9; Robert Taylor to Howard W. Hunter, Memorandum, Apr. 1, 1982, Howard W. Hunter, Jerusalem Center Files, BHI.

  17. Galbraith, entrevista de historia oral, págs. 56, 85, 148–150, 166-167; Teddy Kollek a Delos Ellsworth, 18 de diciembre de 1983, Howard W. Hunter, Jerusalem Center Files, BHI; Galbraith, “Miracles Open the Door”.

  18. Galbraith, entrevista de historia oral, págs. 87, 150–154, 167; Galbraith, “Lead-Up to the Dedication of the Jerusalem Center”, pág. 54; Galbraith, “Miracles Open the Door”; Robert Taylor to Howard W. Hunter, Memorandum, Apr. 1, 1982, Howard W. Hunter, Jerusalem Center Files, BHI; Berrett y Van Dyke, Holy Lands, pág. 389.

  19. Holcman, “Olga Campora Kovářová”; Kovářová, entrevista de historia oral, pág. [11].

  20. Campora, Saint Behind Enemy Lines, págs. 74–75.

  21. Campora, Saint Behind Enemy Lines, págs. 75–77, Holcman, álbum de recortes, pág. 17.

  22. Mehr, “Enduring Believers”, págs. 150–152; Ed Strobel, “Statistics of the Czechoslovakian Mission”, 22 de julio de 1989, pág. 1, Área Europa, archivos relacionados con las actividades de la Iglesia en Europa Oriental, BHI; Campora, Saint Behind Enemy Lines, págs. 77–78. Tema: Checoslovaquia

  23. Campora, Saint Behind Enemy Lines, págs. 85–87; Kovářová, entrevista de historia oral, págs. [11]–[12].

  24. Alan Dawson y Marjorie E. Woods, “Spiritual Moment as S. African Temple Begins”, Church News, 11 de diciembre de 1982, pág. 5; Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, pág. 95; Hal Knight, “Black Branches Thrive in South Africa”, Church News, 28 de noviembre de 1981, pág. 6; Marvin J. Ashton to la Primera Presidencia, 2 de diciembre de 1982, First Presidency, Temple Correspondence, BHI.

  25. Alan Dawson y Marjorie E. Woods, “Spiritual Moment as S. African Temple Begins”, Church News, 11 de diciembre de 1982, pág. 5; “Transcript and Translation”, págs. 1, 11, 14–16; Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 95–96.

  26. Rama Johannesburgo 2, Informes históricos anuales, 1982, pág. [4]; Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 92–94; Hal Knight, “Black Branches Thrive in South Africa”, Church News, 28 de noviembre de 1981, pág. 6.

  27. Learning to Listen”, Rama Johannesburgo 2, Informes históricos anuales, 1981, pág. [5]; 1982, pág. [2]; Rama Kwa Mashu, Informes históricos anuales, 1980, págs. [1]–[2]; Mavimbela y Harper, “Mother of Soweto”, págs. 91–92.