2018
El regalo de navidad de Carl
Diciembre de 2018


El regalo de navidad de Carl

La autora vive en Colorado, EE. UU.

Carl miró alrededor del establo y de repente tuvo una idea.

“Dad, pues, cual Cristo dio, siempre dad, siempre dad. Dad, pues, cual Cristo dio, todos pueden algo dar” (Canciones para los niños, pág.116).

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Carl tiritaba mientras empujaba su bicicleta contra el viento. “Estoy ansioso por llegar a casa y calentarme”, pensaba. “¡Y no puedo esperar más para abrir los regalos de Navidad!”.

Se había levantado muy temprano esa mañana para hacer la ruta de entrega de diarios. Mientras empujaba su bicicleta hacia arriba en la empinada colina camino a su casa, pensaba en los rollos de canela que su mamá hacía para Navidad. Iban a estar deliciosos. Casi podía saborear el dulce glaseado de crema.

¡La crema! Carl bajó los hombros decaído. Se le había olvidado ordeñar la vaca y las otras tareas que necesitaba hacer. Aun en Navidad.

Carl estacionó su bicicleta enfrente de la casa. Él y su hermano habían hecho una carrera para ver quién terminaba primero con el reparto de los diarios. No vio la bicicleta de su hermano así que, ¡Carl ganó!

El único problema con ganar era que ahora tenía que esperar a que su hermano llegara antes de poder abrir los regalos. Luego tendrían que ir de nuevo afuera y hacer sus quehaceres. Carl solo deseaba quedarse adentro y disfrutar de la Navidad.

“Puedo simplemente hacer mis tareas ahora”, pensó Carl. “Así no tengo que volver a salir al frío”. Se apresuró al establo.

Al agarrar un balde y sentarse a ordeñar la vaca, Carl miró alrededor. Todas las otras tareas todavía estaban por hacer. Entonces tuvo una idea. Si terminaba todas las tareas él mismo, podía sorprender a su familia y juntos podrían pasar el resto de la mañana de Navidad juntos. ¡Sería el mejor regalo de Navidad que podrían recibir!

Carl se apresuró y ordeñó las vacas. Luego limpió el establo, alimentó a las gallinas y recogió los huevos. Sonrió al pensar lo sorprendida que estaría su familia.

Carl regresó a la casa. Echó un vistazo por la puerta para ver si había alguien. Luego se escabulló a la cocina. Acababa de poner la leche y los huevos en la refrigeradora cuando entró mamá.

“Ah, qué bueno que estés en casa”, dijo mamá dándole un abrazo. ”Estábamos empezando a preguntarnos dónde estabas”.

La mamá le ayudó a quitarse el abrigo. Cuando los hermanos de Carl lo vieron gritaron, “¡Carl ya llegó! ¡Abramos los regalos!”. Todos se acercaron alrededor del árbol de Navidad y esperaron a que papá repartiera los regalos. A Carl le encantaba ver a todos compartir sus tesoros.

“¡Está bien!”, dijo papá. “Es la hora de hacer las tareas. Pero primero, creo que necesitamos jugo y unos rollos de canela”.

Papá entró a la cocina y abrió el refrigerador. Se detuvo y observó.

“¡Eh, mira esto!”, dijo su papá. “¡El frasco de la leche está lleno y aquí están todos los huevos recogidos! ¿Quién pudo haberlo hecho?”.

Papá volvió a entrar en la sala. Carl trató lo mejor que pudo de esconder su sonrisa.

“¿Tú qué sabes de esto, Carl?”, le dijo el papá con una sonrisa. “Parece que nuestras tareas ya están hechas”.

“¡Feliz Navidad!”, gritó Carl.

Papá puso su brazo alrededor de Carl. “Gracias, hijo. Eso fue muy considerado. ¡Esta puede ser la mejor Navidad de todas!”.

Carl sonrió. Él ya sabía que esta era su mejor Navidad.