”A mí lo hicisteis”
Shannon Knight
California, EE.
Nuestra familia tiene la tradición de regalar paquetes con comida, guantes, gorros y otros artículos de primera necesidad a personas que los necesitan. En 2016, el día de Nochebuena fue inusitadamente frío para la zona de California, EE. UU., donde vivimos; aunque estábamos bien abrigados, ¡todavía tiritábamos de frío!
Mientras íbamos en auto al parque que está cerca de nuestra casa, donde se quedan muchas personas sin hogar, vimos a un hombre acurrucado en el escaso refugio que le ofrecía una parada de autobús, cubierto con una manta vieja. Dennis, mi esposo, detuvo el auto y se bajó con Jonathan, nuestro hijo, para darle al hombre un paquete de regalo; nuestra hija Abbey y yo nos quedamos observando desde el auto.
Cuando Dennis le entregó el paquete, el hombre levantó la cabeza y por su rostro se extendió una amplia sonrisa. Los tres se estrecharon las manos y comenzaron a hablar, lo cual era inusual, pues esos casos no se prestan a mucha conversación.
Después de unos cuantos minutos, Dennis regresó y abrió el maletero del auto.
“¿Está todo bien?”, le pregunté.
“Sí”, me contestó. “Es que le voy a dar mi abrigo de invierno; él lo necesita más que yo”.
Me quedé sin palabras. Era un abrigo de muy buena calidad que él había usado solo unas pocas veces. Dennis volvió junto al hombre y le ayudó a ponerse la abrigada prenda. El rostro del desconocido pareció resplandecer. Dennis y el hombre continuaron hablando.
Sentí que algo me impulsaba a conocer a aquel hombre, por lo que abrí la puerta y salí del auto; Abbey me siguió. Dennis sonrió al ver que nos acercábamos y nos presentó; yo le extendí la mano y le pregunté cómo se llamaba.
Él me la estrechó y, con una simpática sonrisa, me respondió: “Jesús”.
Mi familia continuó la conversación, pero yo no oí mucho más después de eso: no podía dejar de pensar en el significado del nombre de este hombre tan dulce, Jesús, el nombre de nuestro Salvador. En ese momento recordé la enseñanza del Maestro “… en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40). Aquella experiencia me cambió para siempre.