Ministrar como lo hizo el Salvador
A medida que haces tu mejor esfuerzo para ayudar a los demás, el Salvador te abrirá los ojos para ver con amor y compasión.
Todos hemos visto a un amigo que ha tenido un día difícil o alguien que está solo o que es ridiculizado en la escuela. Quizás hayas escuchado de alguien en tu barrio o rama que esté pasando por un serio desafío. En ocasiones como estas, ¿qué puedes hacer?
A veces es difícil saber cómo puedes ayudar. Parecería mucho más fácil esperar a que otro actúe, pero hay mucho que tú puedes hacer, aun si solo es para demostrar que te interesas por aquellos a tu alrededor. Las oportunidades están a nuestro alrededor, y cuando demuestras amor, preocupación e interés por los demás, estás ministrando.
Un ministerio personal
Ministrar. Es probable que últimamente hayas escuchado mucho esta palabra en la Iglesia. En el pasado, normalmente hablábamos del ministerio del Salvador o de los profetas y apóstoles pero ¿te has preguntado alguna vez si tú tienes un ministerio personal?
Ministrar significa amar y preocuparse por los demás, y hacer las cosas que el Salvador haría si viviera hoy entre nosotros. Ministrar es una manera de ayudar a otras personas a sentir el amor del Padre Celestial y satisfacer sus necesidades espirituales y temporales.
Jesús “no vino para ser servido, sino para servir” (Mateo 20:28). Él ministró mientras “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Como Sus discípulos, se nos ha pedido seguir Su ejemplo. ¡Sí tenemos un ministerio personal!
Pero no tienes que organizar un gran proyecto de servicio para ministrar. El presidente M. Russell Ballard, Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Algunas oportunidades de servicio son formales, como en nuestra familia, nuestros llamamientos de la Iglesia y nuestra participación en organizaciones de servicio comunitario…
“[Pero] muchas oportunidades de prestar servicio son informales —sin una asignación— y se presentan cuando tendemos la mano a otras personas que conocemos en el trayecto de la vida”1.
A menudo, ministrar como Cristo ocurre en actos pequeños y sinceros que haces cada día.
Uno por uno
Cuando el Salvador se apareció a los nefitas, les pidió que fueran y tocaran las marcas en Su costado y en Sus manos y en Sus pies. “Y esto hicieron, yendo uno por uno hasta que todos hubieron llegado” (3 Nefi 11:15; cursiva agregada).
Luego les invitó a traer a todos los enfermos, lastimados o “afligidos de manera alguna… y los sanaba a todos según se los llevaban” (3 Nefi 17:7, 9; cursiva agregada). Después, Él “tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos” (3 Nefi 17:21; cursiva agregada).
Este no era un grupo pequeño de personas. Las Escrituras nos dicen que había aproximadamente 2.500 personas presentes (véase 3 Nefi 17:25). Pero el Salvador aun así tomó el tiempo para sanar, consolar, alentar y demostrar amor a cada uno.
El élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles ha enseñado: “Aquí hay un mensaje personal muy profundo y tierno. Jesucristo nos ministra y nos ama a todos, uno por uno”2. El amor que Jesús demuestra a cada persona es sobre lo que trata la ministración.
Ojos para ver
El Salvador ayudó a aquellos a Su alrededor. Jean B. Bingham, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, ha dicho que Él “sonrió, habló, caminó, escuchó, dedicó tiempo, animó, enseñó, alimentó y perdonó a los demás. Dio servicio a familiares y amigos, vecinos y extraños por igual, e invitó a conocidos y seres queridos a disfrutar de las abundantes bendiciones de Su evangelio”3.
Jesucristo tenía ojos para ver las necesidades de todos a Su alrededor y ¡Él atendió a todos! Nosotros también podemos seguir Su ejemplo y atender a aquellos que necesitan nuestra ayuda.
Pero el Salvador es perfecto. ¿Cómo podemos reconocer las necesidades de los demás y ministrar como Él lo hace? El presidente Ballard ha dicho: “Cada mañana, en sus oraciones, pidan al Padre Celestial que los guíe a reconocer una oportunidad para servir a uno de Sus preciados hijos. Luego, vayan durante el día con el corazón lleno de fe y amor, buscando a quien ayudar… Si lo hacen, aumentará su sensibilidad espiritual y descubrirán oportunidades de servicio que nunca antes pensaron que eran posibles”4.
Actúa de acuerdo con las impresiones
Imagina esta situación: Ves a tu amiga en la escuela y parece estar un poco deprimida. Sientes que debes hacer algo por ella, pero te preocupa molestarla o avergonzarla a ella o a ti misma. Luego empiezas a preocuparte si era una impresión espiritual o solo tú.
A veces es difícil saber si has recibido una impresión espiritual para ministrar o si es un pensamiento propio, pero Mormón nos enseña cómo reconocer las impresiones espirituales: “Lo que es de Dios invita e induce a hacer lo bueno continuamente; de manera que todo aquello que invita e induce a hacer lo bueno, y a amar a Dios y a servirle, es inspirado por Dios” (Moroni 7:13).
El presidente Thomas S. Monson (1927–2018) dijo: “Si somos observadores y nos mantenemos informados, y si actuamos de acuerdo con la inspiración que recibimos, podemos hacer mucho bien”5.
Ministrar es para todos
Durante la Conferencia General de abril de 2018, el presidente Russell M. Nelson anunció: “El Señor ha hecho importantes ajustes en la forma en que nos cuidamos los unos a otros. Las hermanas y los hermanos —mayores y jóvenes— se prestarán servico los unos a los otros de una manera nueva y más santa”6. Esto incluye oportunidades para servir en compañerismos ministrantes, pero ministrar no es algo que hacemos solamente los domingos o durante las actividades de la Mutual. No es una responsabilidad que únicamente viene con ciertos llamamientos. Ministrar es para todos. Es para todo el tiempo.
Cuando nos bautizamos, prometemos estar “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras” y estar “dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:8–9). Ministrar a los demás es parte de lo que hemos prometido hacer.
Bonnie L. Oscarson, ex Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, dijo: “El Señor desea que miren a su alrededor, a sus compañeros, y luego ministren como Él lo haría”7. Al hacerlo, Él te abrirá los ojos para que veas con amor y compasión cómo servir a los demás. Él no te dejará adivinar lo que debes hacer. Él te guiará para saber cómo puedes ministrarles mejor.
Ministrar trae bendiciones
El presidente Nelson ha dicho: “Nosotros, como siervos [del Señor], hemos de ministrar a la persona en particular, tal como Él lo hizo”8. Esto no solamente bendice a los demás sino también nos bendice a nosotros.
El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles dijo: “Al extender nuestras manos y nuestro corazón hacia los demás con amor cristiano, nos sucede algo maravilloso. Nuestro propio espíritu llega a ser sanado y se vuelve más refinado y fuerte. Somos más felices, más pacíficos y más receptivos a los susurros del Santo Espíritu”9.
Jesucristo ha mostrado el camino para una vida más plena y satisfactoria. Ministrar como Él lo hace brindará felicidad verdadera y una sensación de paz y gozo en tu vida.