Un motivo de celebración
Para los Santos de los Últimos Días que eran adultos en ese momento, la revelación de 1978 sobre el sacerdocio fue un acontecimiento que quedó grabado en la memoria.
I.
La noticia me llegó por un teléfono que rara vez sonaba. Mis dos hijos y yo estábamos trabajando en el patio de una casa de verano que construimos en la montaña como un lugar de descanso de mis pesadas responsabilidades como presidente de la Universidad Brigham Young. El que llamaba era el élder Boyd K. Packer. Me contó acerca de la revelación sobre el sacerdocio, que se acababa de anunciar. Intercambiamos expresiones de alegría y regresé a mi trabajo. Me senté en la pila de tierra que habíamos estado moviendo y les dije a mis hijos que se acercaran. Al decirles que todos los varones dignos de la Iglesia ahora podrían ser ordenados al sacerdocio, lloré de gozo.
¿Por qué la revelación sobre el sacerdocio fue una ocasión de tanto gozo? Cuando era joven yo estudiaba y trabajaba en el área legal y viví en las regiones del Medio Oeste y del Este de Estados Unidos durante diecisiete años. Había observado y compartido el dolor y la frustración que experimentaban quienes sufrían esas restricciones y quienes las observaban, criticaban y buscaban explicaciones. Estudié las razones que se daban en aquel entonces y no podía sentir la confirmación de la verdad de ninguna de ellas. En mi estudio acompañado de la oración, aprendí que, por lo general, el Señor rara vez da razones por los mandamientos y las instrucciones que da a Sus siervos. Decidí ser leal a nuestros líderes proféticos y orar —como se prometió desde el comienzo de esas restricciones— para que llegara el día en que todos disfrutaran de las bendiciones del sacerdocio y del templo. Ahora, el 8 de junio de 1978, ese día había llegado, y lloré de alegría.
II.
Cuando consideramos lo que ha ocurrido y está ocurriendo en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y en la vida de sus miembros desde 1978, todos tenemos razones para celebrar.
Como institución, la Iglesia reaccionó rápido a la revelación sobre el sacerdocio. De inmediato hubo ordenaciones y se dieron recomendaciones para el templo. Las razones dadas para explicar las restricciones previas a los miembros de ascendencia africana —incluso las que expresaron antes líderes venerados de la Iglesia— se desautorizaron rápida y públicamente. El Señor había hablado mediante Su profeta, y Su Iglesia obedeció.
Por el contrario, los cambios en los corazones y en las prácticas de los miembros individuales no se produjeron repentina ni universalmente. Algunos aceptaron los efectos de la revelación de inmediato y con dignidad, algunos los aceptaron gradualmente, pero otros, en sus vidas personales, continuaron con las actitudes de racismo que han sido dolorosas para tantas personas en todo el mundo, incluidos los últimos 40 años. Otros han querido mirar atrás, concentrar la atención en reexaminar el pasado, e incluso buscar razones para las restricciones ahora anticuadas. Sin embargo la mayoría en la Iglesia, incluso los líderes de alta responsabilidad, se han concentrado en las oportunidades del futuro en lugar de las desilusiones del pasado. Ellos han confiado en la sabiduría y el tiempo del Señor y han aceptado las instrucciones de Su profeta. Al hacerlo, nos hemos dado cuenta del significado eterno de Su enseñanza profética de que “ante su vista un ser es tan precioso como el otro” (Jacob 2:21). Al hacerlo, hemos recibido un nuevo ímpetu para cumplir el mandato del Señor Jesucristo de que debemos enseñar el Evangelio eterno a todos—a “todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos” (D. y C. 42:58).
III.
El preocuparnos por lo que no ha sido revelado o por las explicaciones pasadas de aquellos que dirigían con un entendimiento limitado solo puede resultar en especulación y frustración. A todos los que tienen tales preocupaciones, extendemos nuestro amor y esta invitación especial. Esperemos todos con anhelo en la unidad de nuestra fe y confiemos en la promesa del Señor de que “él invita a todos ellos a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres” (2 Nefi 26:33).
Al mirar hacia el futuro, uno de los efectos más importantes de la revelación sobre el sacerdocio es su llamado divino a abandonar actitudes de prejuicio contra cualquier grupo de los hijos de Dios. El racismo es probablemente la fuente más común de prejuicio de hoy, y se nos llama a arrepentirnos de eso; pero a lo largo de la historia, muchos grupos de los hijos de Dios son o han sido perseguidos o desfavorecidos por prejuicios, como los que se basan en el origen étnico, la cultura, la nacionalidad, la educación o las circunstancias económicas.
Como siervos de Dios que tenemos el conocimiento y las responsabilidades de Su gran Plan de Salvación, debemos apresurarnos a preparar nuestras actitudes y acciones —institucional y personalmente— para abandonar todos los prejuicios personales. Como el presidente Russell M. Nelson dijo después de nuestra reunión reciente con oficiales de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color: “Juntos invitamos a todas las personas, organizaciones y gobiernos a trabajar con gran civismo para erradicar prejuicios de todo tipo”1.
Incluso al unirnos para abandonar todas las actitudes y prácticas de prejuicio, debemos recordar que no es prejuicio que la Iglesia insista en ciertas reglas que fomentan los requisitos del Señor de ser dignos de entrar al templo. El Señor ha declarado que la obediencia a los convenios y mandamientos es un requisito esencial para disfrutar de las bendiciones sagradas. Cualquier intento de borrar los requisitos divinos para la vida eterna y las familias eternas sería como tratar de establecer el plan de Satanás de que “todos serían salvos”. Nosotros los mortales ya rechazamos el plan de Satanás en nuestra vida preterrenal. Escogimos el plan de nuestro Padre Celestial, que brinda la libertad de elegir y guardar convenios y mandamientos eternos que se aplican a todos por igual. La igualdad de Dios no es igualdad de resultados para todos, sino igualdad de oportunidad para todos.
IV.
Nuestra determinación en este programa es celebrar el aniversario número 40 de la revelación del sacerdocio mirando hacia adelante. Al hacerlo, expresamos aprecio especial por los maravillosos miembros de ascendencia africana, en especial por nuestros miembros afroamericanos que han persistido con fe y fidelidad a través del período de transición difícil para disipar los prejuicios. Ahora nos unimos a concentrar nuestra atención en los gloriosos efectos posteriores a 1978 de esa revelación en bendecir a los hijos de Dios en todo el mundo. Como nuestros líderes proféticos declararon en aquel momento:
“El Señor ahora ha dado a conocer su voluntad para la bendición de todos sus hijos, por toda la tierra, que presten atención a la voz de sus siervos autorizados y se preparen para recibir toda bendición del evangelio”.2
Ahora se están construyendo templos en muchas naciones para la bendición de los hijos de Dios en ambos lados del velo. En la tierra y en el cielo, nos regocijamos juntos. Esto es parte de nuestra preparación para la segunda venida de Aquel que declaró mediante un profeta del Libro de Mormón que “a nadie manda él que no participe de su salvación” (2 Nefi 26:24) y que declaró mediante un profeta moderno que “si no sois uno, no sois míos” (D. y C. 38:27).