Mensaje de los líderes del Área
Los dones de Cristo para nosotros
En escuelas para niños pequeños y en los servicios de la Primaria en la iglesia durante todo el mes de diciembre, los niños se visten con batas de baño y toallas para recrear la Natividad. Su representación generalmente concluye cuando los Reyes Magos encuentran al niño Jesús y le presentan sus regalos de oro, incienso y mirra.
¡Qué regalos tan interesantes fueron estos! Mientras que algunos creen que tenían un carácter práctico, es más probable que los regalos se los dieran por razones simbólicas.
Estos tres dones dados a Jesús, no sólo auguraban acontecimientos de su vida futura1, sino que anunciaban los dones que nuestro Salvador nos otorgaría a nosotros, por medio de Su misión y sacrificio expiatorio.
El oro es el regalo típico para los reyes2, porque simboliza la monarquía y la realeza3.
El oro también nos recuerda que Jesucristo nos ha provisto de un medio para que podamos ser exaltados. Todos los que sigan a Jesucristo como Sus discípulos del convenio, y perseveren hasta el fin, recibirán una “corona de rectitud”4. Estos verdaderos seguidores de Cristo son una “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa”5. En verdad, gracias a Jesucristo, algún día podremos heredar “tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda altura y toda profundidad”6. El oro nos recuerda el cetro, el más grande de todos los dones, la exaltación, disponible sólo a través de Jesucristo, el Rey de reyes7.
El incienso proviene de una resina de árbol dulce y se usaba en ordenanzas del sacerdocio, en holocaustos y en aceite para ungir sacerdotes8. El incienso expresa la idea de Jesús como un gran sumo sacerdote9, pero también nos recuerda que Él es asimismo el Cordero de Dios10, el “gran y postrer sacrificio… sí, infinito y eterno”11.
El incienso nos recuerda el don del amor del Salvador, un amor que fue lo suficientemente poderoso como para que Jesús sacrificara su vida. “Nadie tiene mayor amor que este…”12.
En el Nuevo Testamento, la mirra generalmente se asocia al embalsamamiento y al entierro debido a sus cualidades conservadoras13. Los usos medicinales que se le daban a la mirra pueden simbolizar el papel de Cristo como el Maestro Sanador, y su uso en los entierros puede simbolizar “la copa amarga” que bebería cuando sufriera por nuestros pecados14.
La mirra también nos ayuda a recordar que Jesucristo “rompió las ligaduras de la muerte”15. Jesús nos dio el don de la resurrección. Él voluntariamente dio su vida, y la volvió a tomar, para que pudiéramos hacer lo mismo. Los huesos secos de los muertos que vio Ezequiel algún día se levantarán como almas vivientes.16
Dada la naturaleza desinteresada y generosa de nuestro Salvador, no debería sorprendernos que estos dones que le fueron dados a Jesús como recién nacido, hayan sido consagrados para nuestro bien, nos hayan sido otorgados, y sean recordatorios simbólicos de algunos de los regalos más preciosos que el Salvador le da a la humanidad.
En la sección 88 de Doctrina y Convenios, se nos amonesta:
“Porque, ¿en qué se beneficia el hombre a quien se le confiere un don, si no lo recibe? He aquí, ni se regocija con lo que le es dado, ni se regocija en aquel que le dio la dádiva”.17
Tal vez, uno de los mejores regalos que le podemos dar a nuestro Salvador en estas próximas navidades es recordar, apreciar y verdaderamente recibir los dones que nos ha dado.
Entonces podríamos también dar a conocer estos regalos a los demás.
Testifico que Jesucristo es el Hijo de Dios, el gran Emmanuel y el dador de todos los buenos dones.