El Libro de Mormón: Un regalo especial
Claudette Bybee Burt
Washington, EE. UU.
En la Nochebuena de 2016, cuando mi esposo y yo prestábamos servicio como misioneros en el Templo de Manila, Filipinas, sentí el deseo de regalar a alguien un ejemplar del Libro de Mormón. Escribí mi testimonio en la cubierta interior de uno y puse dentro una tarjeta del Templo de Manila con los datos para conseguir más información sobre la Iglesia. Después, me arrodillé para orar y le pedí al Señor que me guiara hacia alguien a quien Él hubiera preparado.
Salí de nuestro apartamento y crucé la calle; vi entonces a un guarda de seguridad del Centro de Capacitación Misional, que estaba cerca de allí, conversando con dos hombres. Él me saludó: “¡Feliz Navidad, hermana!”. En ese momento, sentí la impresión de que debía acercarme a ellos.
Después de haberme presentado, me enteré de que uno de los hombres era jardinero en el Centro de Capacitación Misional y el otro era un granjero de la zona; los dos eran miembros de la Iglesia.
Les pregunté si sabían de alguien que pudiera tener interés en recibir un ejemplar del Libro de Mormón como regalo de Navidad; el granjero se mostró sorprendido y me dijo que dentro de unos minutos esperaba a un amigo que iba a encontrarse con él en los terrenos del templo; que quería darle un Libro de Mormón pero no había podido conseguir uno. Llena de emoción, saqué de mi cartera el ejemplar que había preparado; se lo di y les conté sobre la oración que había ofrecido.
Todos sentimos el Espíritu, y el granjero expresó la esperanza de que su amigo leyera el libro y aceptara el Evangelio. Mientras caminaba de regreso al apartamento, le agradecí al Señor y le rogué que el amigo del granjero cumpliera su promesa de visitar los jardines del templo.
Unos quince minutos más tarde recibí una llamada de la caseta de seguridad del CCM para decirme que el amigo del granjero había llegado; de inmediato fui a conocerlo. Era el capitán de un barco mercante que partía para alta mar a los dos días; me agradeció el Libro de Mormón y me dijo que lo llevaría consigo en la nave. Cuando nos despedimos, lo miré directamente a los ojos y le dije: “Este libro es verdadero”. Al hacerlo, el Espíritu me confirmó esa verdad.
Aquella Navidad hice un regalo especial: el Libro de Mormón y mi testimonio de que es verdadero. Yo también recibí un regalo especial: el Señor contestó mi oración y me bendijo con una oportunidad de compartir el Evangelio.