“26. Una gran locomotora: Amelia Flygare”, At the Pulpit: 185 Years of Discourses by Latter-day Saint Women, 2017, págs. 106–110
“26. Amelia Flygare”, At the Pulpit, págs. 106–110
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Una gran locomotora
Conferencia de junio de la Asociación de Mejoramiento Mutuo
Salón de Asambleas, Manzana del Templo, Salt Lake City, Utah
10 de junio de 1916
El tema que se me ha asignado es “La responsabilidad de los oficiales”: directores de música y de coro, miembros de comités y otros oficiales. El deber y la responsabilidad van de la mano.
Esta mañana no puedo dejar de hacer referencia a la parábola que nuestro Salvador nos ha dejado de manera tan bella acerca de los talentos. En esta parábola, Él explica que cada miembro de esta gran organización tiene un talento. A algunos se les da más que a otros, pero eso no significa que el que tiene el talento menor no deba hacer hincapié en él ni cultivarlo ni asumir la responsabilidad por ese talento. No entraré en detalles sobre los talentos, porque están en el capítulo 25 de San Mateo —están ahí para que los leamos, están para beneficiarnos— pero les diré que, cuando los hombres a quienes Dios mismo había dado los talentos fueron llevados ante Él, aquel a quien se le habían dado cinco talentos llegó y dijo: “Yo he duplicado los talentos que me diste”; y Jesús respondió: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. También dijo esto a aquel a quien había dado solamente dos talentos13. Eso es un gran estímulo para nosotros, porque ya sea que se nos llame a la presidencia, a la función de consejero o a cualquier función, nuestro lugar en esta gran obra significa tanto como el lugar más importante14. Se puede comparar, mis hermanos y hermanas, con una gran locomotora. Cada tornillito, cada rueda chiquita, cada pequeño mecanismo cumple una función a fin de mantener toda la maquinaria en armonía15. En nuestra Iglesia ocupamos un lugar propio, y no importa dónde se nos llame a trabajar, no importa cuál sea nuestra función, debemos hacer nuestra parte y hacerla con alegría; y cuando hagamos una parte, nuestras responsabilidades y talentos se sumarán, e iremos hacia adelante y hacia arriba, porque así está señalado.
Deseo llamar su atención a la directora de música, por ejemplo. En primer lugar, oficiales, se espera que elijamos a las personas que trabajan con nosotros, tal como nos ha dicho tan bellamente nuestra presidenta esta mañana, con sabiduría y con un corazón dedicado a la oración, de modo que podamos elegir a las personas más adecuadas que se ajusten a cada puesto en particular, aquellas a quienes Dios ha bendecido con talentos concretos, y entonces, cuando las hayamos elegido, debemos poner sobre ellas la responsabilidad16. Supervisen sus progresos y sus reveses, sin decir: “Ahora nos gustaría que desempeñara esta función” para luego darse la vuelta y decirle a otra persona: “Asegúrese de que lo haga, por favor”. ¿Saben que eso debilita nuestra fortaleza y nuestra confianza y debilita la confianza que ese miembro en particular tiene en nosotros? Si podemos hacer que una oficial sienta que ciertamente es obrera y que su posición es importante para esa asociación, creo que ella asumirá su parte.
Durante toda esta conferencia no pude evitar pensar que de poco sirve que yo tome cinco minutos. Sobre este tema concreto hemos visto un ejemplo tras otro. La hermana Cooper nos ha dirigido cuando hemos cantado17. Todos sabemos y sentimos que ella está realmente inspirada cuando nos dirige, y eso ha ayudado a inspirar a nuestras directoras de música de manera que irán a casa con el sentimiento de que también deben asumir las responsabilidades de liderazgo en ese llamamiento en particular. Incluso cuando ponemos a un humilde miembro en un pequeño comité, esa posición también debe magnificarse, y no desmereceremos a sus ojos si de vez en cuando vamos a esos oficiales y les decimos: “Bien hecho; lo han hecho realmente bien y esperamos que hagan muchas, muchas más cosas”, y de ese modo creo que sienten que sería un pecado traicionar esa confianza que hemos puesto en ellos18.
Creo que no sería inapropiado contarles lo que una vez escuché decir al presidente Woodruff19. Para mí, el presidente Wilford Woodruff era tan perfecto como cualquier otro hombre que haya conocido. Cuando yo era niña, él era un hombre pequeño y sin pretensiones que vivía apartado en el campo con una de sus familias, y se me enseñó a reverenciarlo y respetarlo20. No conozco a ningún otro hombre al que se me enseñara a respetar tanto. Fue justo en una etapa de mi vida en la que cedí a esa influencia, y en los años que siguieron le escuché decir, cuando estaba a la cabeza de esta gran organización, que fue tan bendecido siendo un humilde élder de la Iglesia como lo había sido como Presidente21. Para mí eso es un estímulo para la vida, y lo cuento con mucha frecuencia en nuestra organización. No importa qué posición ocupen; procuren entender que, a menos que magnifiquen esa posición, no la ocuparán; de hecho no habrá una posición para ustedes.
Debemos recordarles que, en nuestra organización, nuestra fortaleza y poder se miden en función del apoyo que nosotros le damos como miembros de Mejoramiento Mutuo. En esta gran organización mutual, nuestro poder solo se mide en función de la responsabilidad que asumimos en ella, y así es en toda la Iglesia. El poder y el progreso de la Iglesia se observan en la responsabilidad que los miembros asumen22.
Ahora, mis queridas hermanas, no sé si he fortalecido su fe en cuanto a esto, ni si alguna de mis reflexiones les ha quedado, pero recuerden con todo que somos hijas de Dios y le debemos todo aquello que podamos hacer para servirlo, y que no debería haber una posición —ni una sola— que no merezca nuestros mejores esfuerzos, y si ponemos nuestros mejores esfuerzos en cualquier llamamiento al que seamos llamadas a servir, lo mejor nos será devuelto.
Que Dios bendiga esta obra y bendiga a cada obrero sincero en ella, para que nuestra influencia pueda sentirse a lo largo y ancho de la tierra. Lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.