“51. Por qué estamos organizados en cuórums y en sociedades de socorro: Julie B. Beck”, En el púlpito: 185 años de discursos de mujeres Santos de los Últimos Días, 2017, págs. 295–307
“51. Julie B. Beck”, En el púlpito, págs. 295–307
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Por qué estamos organizados en cuórums y en sociedades de socorro
Discurso pronunciado en un devocional de la Universidad Brigham Young
Centro Marriott, Universidad Brigham Young, Provo, Utah
17 de enero de 2012
Véase YouTube.com para escuchar una grabación del discurso original. (Por cortesía de BYU Speeches).
Les agradezco la bienvenida de hoy a la Universidad Brigham Young. Amo esta universidad y me siento bendecida por cada oportunidad de sentir el espíritu que caracteriza a este campus universitario. Debido a mi servicio en la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia, puedo testificarles del interés del Señor en esta maravillosa institución y, en honor a ustedes, hoy me he vestido con mi mejor azul de BYU18.
Al meditar en esta oportunidad de dirigirme a ustedes, un gran número de temas vinieron a mi mente. Pero el Espíritu ha persistido en darme ideas de por qué estamos organizados en cuórums y sociedades de socorro.
Aun cuando este es probablemente un tema poco común para que ustedes lo consideren, espero ser el medio que el Espíritu utilice para enseñarles algunas de las cosas que bendecirán su vida al continuar fortaleciendo su fe en el Señor Jesucristo y al ayudar a edificar Su reino.
Cuando era pequeña, mi padre fue llamado a presidir la Misión Brasileña19. Por aquel entonces solo había una misión en Brasil. No había ni estacas ni barrios; ni tampoco un cuórum de élderes en el país. Eso quiere decir que no había maestros orientadores. Había más de cuarenta ramas, que por lo general estaban presididas por misioneros que dirigían la reunión sacramental semanal y algunas veces tenían Escuela Dominical y actividades de rama. Mi padre había servido como presidente de estaca y obispo antes de su llamamiento como presidente de misión, y entendía cómo establecer la Iglesia del Señor. Empezó a organizar ramas y distritos siguiendo el modelo con el que estamos familiarizados en la actualidad como anticipación a las futuras estacas y los futuros barrios.
A fin de comenzar la organización se siguieron algunas prioridades. Primero se llamó a un presidente de rama, y después a un presidente del cuórum de élderes y a una presidenta de la Sociedad de Socorro. Se entendía que una rama no podía funcionar sin un presidente de cuórum y una presidenta de la Sociedad de Socorro.
Cuando el profeta José Smith empezó a establecer la Iglesia en esta dispensación, el Señor lo dirigió para que siguiera modelos inspirados similares. Al establecer el curso para la Sociedad de Socorro, les dijo a las hermanas que ellas estaban organizadas “bajo la dirección del sacerdocio y de acuerdo con el modelo de este”20. Esto dio a las hermanas responsabilidades oficiales en la Iglesia restaurada y la autoridad para ejercer sus funciones en esas responsabilidades. Este era un modelo similar al que se había dado al presidente del cuórum de élderes, quien tenía que reunirse en consejo con su presidencia21.
Antes de que podamos entender por qué estamos organizados de esta manera, sería útil repasar la definición de un cuórum del sacerdocio y de una sociedad de socorro. Muchas personas tienen la idea equivocada de que un cuórum o una sociedad de socorro es solamente una clase o un lugar donde sentarse durante la tercera hora de las reuniones de la Iglesia el domingo. Tal vez algunos de estos malentendidos empezaron a surgir cuando la Iglesia combinó sus reuniones principales en un bloque de tres horas los domingos22. Hasta entonces las reuniones del cuórum y de la Sociedad de Socorro no estaban vinculadas a la reunión sacramental ni a la Escuela Dominical.
Un cuórum del sacerdocio es un grupo de hombres con el mismo oficio del sacerdocio que tienen que llevar a cabo una labor especial. Se ha dicho que la condición de miembro de un cuórum “permanece inalterable”23. El presidente Boyd K. Packer ha dicho que los cuórums son “asambleas selectas de hermanos a quienes se les ha dado la autoridad para que se hagan responsables de que los asuntos [del Señor] se lleven a cabo y Su obra siga adelante”24. También dijo que “en tiempos antiguos, cuando se nombraba a un hombre para integrar cierto grupo, su comisión, escrita siempre en latín, bosquejaba la responsabilidad de la organización, definía quiénes serían los miembros, e invariablemente contenían la expresión quorum vos unum, que quería decir ‘del cual deseamos que seas uno’”25.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó que “la Sociedad de Socorro es la organización del Señor para las mujeres y complementa la capacitación que los hermanos reciben en el sacerdocio”26. La palabra sociedad tiene un significado casi idéntico al de cuórum. Denota un “grupo que coopera y persevera…” y se distingue por sus aspiraciones y creencias en común27. Cuando José Smith organizó a las hermanas, les dijo que “debe existir una sociedad selecta, separada de todas las iniquidades del mundo, distinguida, virtuosa y santa”28. El presidente Joseph F. Smith enseñó que la Sociedad de Socorro tiene una identidad única y que “es divinamente hecha, divinamente autorizada, divinamente instituida, divinamente ordenada por Dios a fin de ministrar para la salvación de las almas de mujeres y hombres”29.
Los propósitos de la Sociedad de Socorro son aumentar la fe y la rectitud personal, fortalecer las familias y los hogares, y buscar y proporcionar ayuda a los necesitados30. El cuórum sirve a los demás, edifica la unidad y la hermandad, instruye a los miembros del cuórum en las doctrinas y los principios del Evangelio, y vela por la Iglesia31.
Ser parte de una sociedad de socorro o de un cuórum es la designación de una forma de vida. Debemos servir en la asociación de un cuórum del Sacerdocio de Melquisedec o de una sociedad de socorro para toda la vida. Desde el cuórum o la Sociedad de Socorro, se nos llama a servir en otras asignaciones u organizaciones de la Iglesia, tales como la obra misional, el servicio en el templo, la Escuela Dominical, Seminario o Instituto, los Hombres Jóvenes, la Primaria, las Mujeres Jóvenes, etc. No importa donde sirvamos, siempre mantenemos nuestra “asociación” y nuestra responsabilidad para con el cuórum o la Sociedad de Socorro. El presidente Packer ha enseñado que todo servicio en la Iglesia fortalece al sacerdocio mayor y a la Sociedad de Socorro y es una muestra de devoción a nuestra condición de miembros de la Sociedad de Socorro y del cuórum32.
Es cierto que cada uno de nosotros es responsable de convertirse en un fiel discípulo que cumple los convenios del Señor Jesucristo. Algunas personas pueden argüir que esto se puede lograr individualmente, sin el beneficio de un grupo de apoyo; pero el presidente David O. McKay dijo que si los hombres del sacerdocio necesitaran solo “la distinción personal o la jerarquía individual, no habría necesidad de tener grupos ni cuórums. La existencia misma de esos grupos, establecidos por autorización divina, proclama el hecho de que dependemos unos de otros, de que existe la indispensable necesidad de la ayuda mutua”33.
En tanto que el Señor escoja organizarnos de esta manera, es importante para nosotros buscar un mayor entendimiento de la razón por la cual estamos así organizados, y después buscar la forma de que se cumpla la visión que Él tiene para nosotros. A fin de facilitar este entendimiento, he buscado mucho en las Escrituras y las palabras de los profetas para ilustrar, solo brevemente, cinco razones importantes por las que estamos organizados en cuórums y sociedades de socorro.
Una de las razones por las que tenemos cuórums y sociedades de socorro es para organizarnos bajo la autoridad del sacerdocio y según el modelo del sacerdocio34. Nuestro Dios es un Dios de orden, y todo lo que Él hace para edificar Su reino lo hace mediante Sus modelos del sacerdocio.
Uno de esos modelos es la organización de barrios y estacas, cada uno con un límite geográfico. Cada barrio está guiado por un obispo que tiene las llaves, o la autoridad del Señor, para su barrio. Él es el pastor del rebaño del Señor en su barrio, y tiene el mandato de velar por las necesidades temporales y espirituales de ese rebaño. Solo él puede autorizar las ordenanzas que son esenciales para la salvación de los miembros de su rebaño. Su responsabilidad es monumental y resulta más difícil porque es tan solo un hombre que no puede en modo alguno vigilar a todas sus ovejas al mismo tiempo. Los obispos ven a los líderes del cuórum y de la Sociedad de Socorro como los ayudantes del pastor, quienes magnifican, mejoran y dividen la tarea de lo que el obispo tiene a su cuidado.
La formación de una presidencia también es un modelo del sacerdocio. Cada presidente del cuórum de élderes de un barrio y cada presidenta de la Sociedad de Socorro preside y dirige las actividades del cuórum de élderes o de la Sociedad de Socorro del barrio35. Los líderes del cuórum y de la Sociedad de Socorro tienen una medida de autoridad divina que se les otorga en relación al gobierno y la instrucción de aquellos a quienes han sido llamados a dirigir36. Son hombres y mujeres “[llamados] por Dios, por profecía y la imposición de manos”37. Presidir significa vigilar, supervisar y dirigir38. Esto quiere decir que los líderes de la Sociedad de Socorro y del cuórum del barrio toman la responsabilidad de supervisar, revisar y regular la labor de la Sociedad de Socorro y de los cuórums en nombre del obispo.
Sostener a quienes son llamados para dirigir es también un modelo del sacerdocio. No escogemos a nuestros líderes por votación popular, como es común en organizaciones fuera de la Iglesia. Respaldar sus acciones y darles apoyo en su responsabilidad de dirigirnos es un acto de nuestra fe en el Señor y en aquellos que son llamados a dirigir en Su Iglesia. Cuando José Smith organizó la Sociedad de Socorro, “exhortó a las hermanas a que siempre ejercieran su fe e hicieran sus oraciones a favor de aquellos a los que Dios les había mandado honrar, a los que Dios había puesto a la cabeza para dirigir”39.
Uno de los modelos del sacerdocio que disfrutamos es la capacidad de recibir revelación. Cuando José Smith organizó la Sociedad de Socorro, dijo que las hermanas debían “recibir instrucción mediante el orden que Dios ha establecido, es decir, por medio de aquellos que han sido nombrados para dirigir”40. Esta capacidad y promesa referente a la revelación personal es una de las bendiciones extraordinarias que llegan a cada presidencia de cuórum y de sociedad de socorro. Cuando el Señor dijo que cada uno de nosotros debía aprender su deber y actuar en el oficio al cual había sido llamado, Él nos proporcionó una manera para que hiciéramos precisamente eso41. He visto presidencias de sociedades de socorro y de cuórums humildes en muchas partes del mundo liderar con gran habilidad e inspiración porque están organizados bajo el sacerdocio y según el orden del sacerdocio. Siguen modelos que les permiten obtener revelación para la obra para la cual han sido apartados.
Al tiempo de celebrarse el centenario de la Sociedad de Socorro, la Primera Presidencia escribió:
Pedimos a nuestras hermanas de la Sociedad de Socorro que jamás olviden que constituyen una organización única en el mundo, pues fueron organizadas bajo la inspiración del Señor… Ninguna otra organización de mujeres en toda la tierra ha contado con tal excelso origen42.
La segunda razón por la que estamos organizados en cuórums y en sociedades de socorro es para centrar a los hijos y las hijas del Padre Celestial en la obra de salvación, y para que participen en ella. Los cuórums y las sociedades de socorro son grupos de discípulos organizados con la responsabilidad de ayudar en la obra de nuestro Padre para llevar a cabo la vida eterna de Sus hijos. No estamos en el negocio del entretenimiento; estamos en el ámbito de la salvación. La entrada en un cuórum de élderes o en una sociedad de socorro generalmente sucede después de una significativa inversión por parte del Señor y de Sus líderes al enseñar y preparar a los miembros más jóvenes de la Iglesia para tal obra. La obra de salvación incluye la obra misional y retener dentro de la actividad a aquellos que se hayan convertido. Debemos hacer todo lo posible para traer de nuevo a la actividad a las personas de nuestro grupo a quienes se les ha debilitado la fe. La obra de un cuórum y de una sociedad de socorro también se centra en la obra del templo y de historia familiar. Tenemos la responsabilidad de enseñarnos mutuamente el Evangelio y de ejemplificar una vida de rectitud.
La obra de salvación también incluye mejorar nuestra autosuficiencia temporal y espiritual. Y como grupo nos aseguramos de cuidar a los pobres y necesitados. El élder John A. Widtsoe definió la obra de salvación de la Sociedad de Socorro como el “ayudar al necesitado, atender al enfermo, disipar las dudas, liberar de la ignorancia: aliviar de todo lo que obstaculice la alegría y el progreso de la mujer”43. Este mismo tipo de responsabilidades se dan al cuórum. Son responsabilidades honorables y de gran peso. Denotan una confianza sagrada e implican una contribución significativa a la obra de salvación del Señor, una obra que es tanto una carga como una bendición. Cuando los cuórums y las sociedades de socorro están unidos en esta obra, en esencia, cada uno toma un remo del barco, cada uno ayuda a que nos movamos hacia la salvación.
Cuando estamos organizados en sociedades de socorro y cuórums, nuestra actitud personal de discípulos se extiende y participamos con otras personas en la obra de salvación que el Señor nos dejó como modelo. Jamás es discreta o intrascendente. Nos empuja hacia caminos más elevados de discipulado y hacia una mayor madurez espiritual. Con frecuencia se trata de una obra de longanimidad y paciencia que puede parecer ingrata dado que, por lo general, no cuenta con un reconocimiento público por el bien que hacemos. El élder Widtsoe enseñó que “salvar almas abarca todos los aspectos del progreso humano”44. La obra de salvación es guiada por el Espíritu, quien confirma nuestras acciones, nos asegura la aprobación del Señor y proporciona el gozo verdadero que viene con una afirmación de nuestro éxito.
Una tercera razón por la que estamos organizados en cuórums y en sociedades de socorro es para ayudar a los obispos a administrar con prudencia el almacén del Señor. El almacén del Señor incluye “tiempo, talentos, compasión, materiales y medios económicos” de los miembros de la Iglesia45. Los talentos de los santos deben usarse para cuidar a los pobres y necesitados y para edificar el reino del Señor. El Señor prevé que “[busque] cada cual el bienestar de su prójimo, y [haga] todas las cosas con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios”46.
Los obispos tienen la responsabilidad del almacén del Señor y dependen de los cuórums y de las sociedades de socorro para buscar y cuidar a todas las personas de sus barrios. Cada barrio es único y puede decirse que tiene su propio ADN. Esto hace que sea esencial que los líderes de los cuórums y de las sociedades de socorro trabajen en consejos para ayudar a los obispos a administrar y a repartir los bienes del Señor. Juntos evalúan los puntos fuertes y las habilidades de las personas y se aseguran de que las ovejas del Señor estén cuidadas.
Durante Su ministerio en la tierra, nuestro Salvador enseñó este principio de muchas maneras, y las Escrituras contienen muchos ejemplos de cómo cuidó Él de los necesitados. En cada barrio siempre hay unas cuantas almas dedicadas que estarían dispuestas a hacer todo el trabajo mientras que otras personas son negligentes con sus deberes y no ofrecen de sus dones. Los líderes del cuórum y de la Sociedad de Socorro tienen la responsabilidad de organizar y llevar a cabo un ministerio inspirado para ayudar a todos los hermanos y las hermanas a cumplir sus convenios de recordar al Salvador y consagrar sus vidas a Su obra.
Si fuera por nosotros, tal vez preferiríamos cuidar en nuestros barrios solo a las personas que son populares, encantadoras o agradecidas. Es mucho más desafiante cuidar a las personas a quienes nos es difícil amar, que tienen desafíos graves y complicados, o que no parecen apreciar nuestra ayuda. El Salvador dijo:
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto47.
Una de las maneras más significativas en que se distribuye este cuidado es mediante la orientación familiar y el programa de maestras visitantes. El presidente Henry B. Eyring dijo: “ El único sistema que [puede] proporcionar socorro y consuelo a lo largo de una Iglesia tan grande en un mundo tan diverso sería mediante siervas que estuvieran personalmente cerca de los necesitados”48. El élder Bruce R. McConkie, quien sirvió fielmente como apóstol del Señor Jesucristo, describió a un élder como “un pastor sirviendo en el redil del Buen Pastor”. Enseñó que los maestros orientadores “tienen estatus” y que “sus llamamientos son oficiales”. Son “enviados por su presidente de cuórum, por su obispo, y por el Señor”. Su impresión era que “el mayor defecto del sistema de maestros orientadores de la Iglesia es que permanece casi sin ser utilizado”49.
El presidente Thomas S. Monson dijo:
El programa de orientación familiar viene como resultado de la revelación moderna, y comisiona a los que son ordenados al sacerdocio a “enseñar, exponer, exhortar, bautizar… y visitar la casa de todos los miembros, y exhortarlos a orar vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los deberes familiares… velar siempre por los miembros de la iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos; y cuidar de que no haya iniquidad en la iglesia, ni aspereza entre uno y otro, ni mentiras, ni difamaciones, ni calumnias”(D. y C. 20:42, 47, 53–54)…
Del Libro de Mormón, Alma “consagraba a todos los sacerdotes y a todos los maestros de ellos; y nadie era consagrado a menos que fuera hombre justo. Por tanto, velaban por su pueblo, y lo sustentaban con cosas pertenecientes a la rectitud” (Mosíah 23:17–18).
Al llevar a cabo nuestras responsabilidades de orientación familiar, somos sabios si aprendemos y entendemos los desafíos de los miembros de cada familia50.
Una maestra visitante debería también considerar su asignación “como llamamiento del Señor”51. El presidente Kimball dijo a las hermanas: “[Sus] deberes son semejantes a los de los maestros orientadores, quienes deben ‘velar siempre por los miembros de la Iglesia’, no solamente veinte minutos al mes, sino siempre”52.
El programa de maestras visitantes y la orientación familiar se convierten en la obra del Señor cuando nuestra atención se centra en las personas en lugar de los porcentajes. La perfección de nuestras estadísticas con frecuencia no es un buen indicador de nuestro cuidado53. Nunca podemos decir: “¡He terminado mi orientación familiar o mis visitas de maestra visitante!”. Cuando representamos al Señor estamos siempre a Su servicio. El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La orientación familiar es más que una visita mecánica una vez al mes, para que el informe estadístico del barrio tenga buen aspecto. Nuestra es la responsabilidad de enseñar, inspirar, motivar, devolver a la actividad y a la futura exaltación de los hijos y de las hijas de Dios”54. Cuando rendimos cuentas de nuestra mayordomía cada mes, se espera que informemos del bienestar espiritual y temporal de aquellas personas a quienes se nos ha asignado cuidar. También podemos informar de cualquier servicio que demos. Las necesidades especiales o urgentes deberían informarse siempre de inmediato55. Los verdaderos indicadores de nuestro éxito en este esfuerzo son las confirmaciones del Espíritu por nuestros esfuerzos y cuando aquellas personas que se nos han asignado pueden decir tres cosas importantes: (1) “Mi maestro orientador o maestra visitante me ayuda a progresar espiritualmente”; (2) “Sé que mi maestro orientador o maestra visitante se preocupa de verdad por mí y por mi familia”; y (3) “Si tengo problemas, sé que mi maestro orientador o mi maestra visitante tomará las medidas necesarias sin esperar a que se lo pida”.
El Señor dijo: “Y si de entre vosotros uno es fuerte en el Espíritu, lleve consigo al que es débil, a fin de que sea edificado con toda mansedumbre para que se haga fuerte también”56. Cuando estos indicadores son nuestro objetivo, entonces nos organizamos y procedemos de manera inspirada en lugar de hacerlo como si estuviéramos programados.
Una cuarta razón por la que estamos organizados en cuórums y sociedades de socorro es para proporcionar una defensa y un refugio para los hijos del Padre Celestial y sus familias en los últimos días. El presidente Thomas S. Monson ha dicho: “Hoy, estamos acampados en contra del despliegue más grande de pecado, vicio y maldad que se haya congregado jamás ante nuestros ojos… El plan de batalla por el cual luchamos para salvar las almas de los hombres no es el nuestro”57.
Todos estamos en medio de una experiencia terrenal. Todos escogimos esta experiencia, y el Señor se asegurará de que todos la tengamos. Un antiguo engaño del anticristo implica que las personas que son lo suficientemente listas o ricas pueden evitar los desafíos58. ¡Eso no es así! En nuestra vida y en el mundo de hoy experimentamos en gran manera los “tiempos peligrosos” de los últimos días que el apóstol Pablo describió a Timoteo59. Dado que nuestros días se vuelven más difíciles, los hermanos y hermanas fieles en los cuórums y en las sociedades de socorro deben proteger los hogares de Sion de las estridentes voces del mundo y la provocativa influencia del adversario.
El élder Dallin H. Oaks nos ha enseñado que “una de las grandes funciones de la Sociedad de Socorro es proporcionar una hermandad para las mujeres, tal como los cuórums del sacerdocio proporcionan una fraternidad para los hombres”60. Nuestra es la bendición de formar parte de una hermandad o una fraternidad que proporciona “un lugar de… sanidad, amor, bondad, atención y aceptación”61. El presidente Packer dijo: “Este gran círculo de hermanas será una protección para cada una de ustedes y sus familias. La Sociedad de Socorro se puede comparar con un refugio… Allí estarán seguras. [Ese círculo] rodea a cada hermana como si fuera un muro protector”62. Él dijo: “¡De cuánto consuelo es saber que, vayan a donde vayan, les aguarda una familia de miembros de la Iglesia! Desde el día en que lleguen, él pertenecerá a un cuórum del sacerdocio y ella a la Sociedad de Socorro”63.
El élder D. Todd Christofferson contó la historia del hermano George Goates, quien en seis días perdió a su hijo Charles y a tres de los hijos pequeños de Charles durante la epidemia de gripe de 191864. Esa semana, el hermano Goates fabricó los ataúdes, cavó las tumbas y ayudó a preparar la ropa de entierro. Su hijo y sus nietos murieron durante la semana en que él tenía que recoger su cosecha de remolacha, la cual quedó helándose en la tierra. Después de los entierros, él y otro de sus hijos fueron a los campos para ver si podían salvar alguna parte de la cosecha. Cuando llegaron, vieron a los miembros de su cuórum que se marchaban del campo vacío. Su cuórum había hecho la cosecha de la remolacha. Fue entonces cuando este hombre que había demostrado una tremenda fortaleza durante la semana anterior, se sentó y sollozó como un niño. Echó la mirada al cielo y dijo: “Gracias, Padre, por los élderes de nuestro barrio”65.
Cualquiera que sea nuestra experiencia terrenal, podemos tener este sentimiento de hermandad y el apoyo y la fortaleza de muchas personas a nuestro alrededor. El Señor dijo: “También el cuerpo tiene necesidad de cada miembro, para que todos se edifiquen juntamente, para que el sistema se conserve perfecto”66. Es en la hermandad de la Sociedad de Socorro y en la fraternidad de los cuórums que debemos encontrar refugio y protección de las tormentas de la vida y las calamidades de los últimos días.
El quinto propósito para estar organizados en cuórums y en sociedades de socorro es para fortalecernos y apoyarnos en nuestras responsabilidades dentro de la familia y como hijos e hijas de Dios. Aun cuando muchas de nuestras responsabilidades en la Iglesia sean paralelas, los hijos y las hijas del Padre Celestial tienen cada uno responsabilidades únicas y diferentes dentro de la familia y en la Iglesia. Los cuórums y las sociedades de socorro existen para enseñar a los hijos y las hijas de nuestro Padre Celestial y para inspirarles a fin de que se preparen para recibir las bendiciones de la vida eterna. Nuestro Padre ve el potencial que tienen Sus hijos e hijas de ser líderes de familia. Por lo tanto, todo lo que hacemos en los cuórums y las sociedades de socorro es para ayudar al Señor con Su misión de preparar a Sus hijos para las bendiciones de la vida eterna que Él prevé para nosotros. En este entorno debemos aprender cómo convertirnos en parte de la familia eterna de nuestro Padre Celestial.
El cuórum y la Sociedad de Socorro asisten a los líderes de familia y a los líderes de futuras familias y les ayudan a establecer modelos y prácticas de conducta recta que los lleven a cumplir con los convenios en su vida. Los hermanos y las hermanas se animan mutuamente a orar siempre, a pagar los diezmos y las ofrendas, a renovar los convenios en el día santo del Señor. Han de ayudarse los unos a los otros a ser lo suficientemente maduros para hacer y cumplir los convenios sagrados del templo.
El cuórum y la Sociedad de Socorro deberían ayudarnos a convertirnos en quienes nuestro Padre Celestial necesita que lleguemos a ser. José Smith utilizó el libro de 1 Corintios para enseñar a las hermanas acerca de la importancia de desarrollar cualidades divinas. Dijo que las hermanas estaban organizadas “conforme a su naturaleza” y “se [hallaban] en una posición de poder actuar de acuerdo con esa compasión que Dios [había] puesto en el corazón de [ellas]”67. Es por esa razón que se escogió “La caridad nunca deja de ser” como lema de la Sociedad de Socorro68.
La hermana Eliza R. Snow, Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, dijo a las hermanas:
Deseamos ser damas en todo hecho, no de acuerdo con el término como lo juzga el mundo, sino compañeras ideales de los Dioses y de los Santos. Si estamos organizadas, podemos ayudarnos unas a otras no solo en hacer el bien, sino en refinarnos a nosotras mismas, y ya sean pocas o muchas las que presten su ayuda para llevar a cabo esta gran obra, serán ellas las que ocuparán puestos honorables en el reino de Dios… Las mujeres deben ser mujeres y no bebés que necesitan que se les mime y se les corrija todo el tiempo. Sé que nos agrada sentirnos valoradas, pero si no recibimos todo el aprecio que creemos merecer, ¿qué importa?”69.
Es en el cuórum donde se enseña a los hermanos a “levantarse” como “hombres de Dios” y a “dejar de lado las cosas que no son importantes. A poner todo el corazón, el alma, la mente y la fuerza para servir al Rey de reyes”70. La obra del cuórum y de la Sociedad de Socorro aclara las identidades y responsabilidades que caracterizan a los hijos y a las hijas de Dios, y que les une en defensa de Su plan. El presidente Harold B. Lee dijo:
A mi parecer está claro que la Iglesia no tiene ninguna otra elección —ni jamás la ha tenido— que hacer más para ayudar a la familia a llevar a cabo su misión divina, no solo porque ese es el orden de los cielos, sino también porque es la contribución más práctica que podemos hacerle a nuestra juventud: ayudar a mejorar la calidad de vida en los hogares de los Santos de los Últimos Días. A pesar de lo importante de nuestros muchos programas y esfuerzos de organización, estos no deben suplantar al hogar; deben apoyar al hogar”71.
Tal como el Señor le dijo a Emma Smith, nosotros debemos “[desechar] las cosas de este mundo y [buscar] las de uno mejor… [adherirnos] a los convenios que [hemos] hecho. [Guardar Sus] mandamientos continuamente, y [recibiremos] una corona de justicia”72. Cada uno de nosotros es un amado hijo o una amada hija de Dios con responsabilidades personales sagradas. En nuestros cuórums y sociedades de socorro se nos debe enseñar e inspirar para que lleguemos a ser quienes nuestro Padre Celestial dispuso que llegáramos a ser.
Hay mucho trabajo que debe hacer un cuórum como tal, y hay mucho que la Sociedad de Socorro debe hacer como un círculo de hermanas, y hay mucho que coordinar entre ambos. Dado que “[la] Iglesia del Señor se gobierna por medio de consejos”73, es importante que la presidenta de la Sociedad de Socorro esté incluida en las reuniones ejecutivas del sacerdocio en las cuales se traten temas confidenciales de bienestar, y en las que los obispos faciliten la coordinación de maestros orientadores y maestras visitantes74.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo:
Será un día maravilloso, mis hermanos, aquel en el que los cuórums del sacerdocio lleguen a ser un ancla de fortaleza para cada hombre que los integre, aquel en que cada hombre pueda decir con propiedad: “Soy miembro de un cuórum del sacerdocio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Estoy listo para ayudar a mis hermanos en todas sus necesidades, tal como estoy seguro que ellos están listos para ayudarme a mí en las mías. Al trabajar juntos, progresaremos espiritualmente como hijos del convenio de Dios. Al trabajar juntos, podemos mantenernos, sin avergonzarnos y sin temer, contra todo tipo de adversidad que pueda azotarnos, así sea económica, social o espiritual”75.
El presidente Packer declaró recientemente a los hermanos de la Iglesia: “Necesitamos a todos. Los cansados, agotados o perezosos, e incluso quienes estén limitados por la culpa… Demasiados de nuestros hermanos del sacerdocio viven por debajo de sus privilegios y de las expectativas del Señor”76. “En una de las primeras reuniones de la Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo, José Smith exhortó a las hermanas a ‘[vivir] de acuerdo con [sus] privilegios’”77. De manera similar, el presidente Packer dijo a las hermanas de la Sociedad de Socorro:
¡Júntense bajo la causa de la Sociedad de Socorro! ¡Fortalézcanla! ¡Asistan a ella! ¡Dedíquense a ella! Incluyan en ella a las inactivas y traigan a las hermanas que no son miembros para que gocen de la influencia de ella. Este es el momento de unirse a este grupo mundial de mujeres. Una Sociedad de Socorro fuerte y bien organizada es vital para el futuro, para la seguridad de esta Iglesia78.
Una gran parte de lo que se ha enseñado hoy se encuentra en Hijas en Mi reino: La historia y la obra de la Sociedad de Socorro. Este nuevo recurso de la Primera Presidencia puede ayudar a los hermanos y a las hermanas a aprender cómo cumplir con sus responsabilidades. Esta y otras instrucciones son “para que sepáis cómo conduciros, y cómo dirigir [la] iglesia, y cómo obrar de conformidad con los puntos de [la] ley [del Señor] y [los] mandamientos que [Él ha] dado”. Y ahora “[nos obligaremos] a obrar con toda santidad ante [Él]”79.
Lo que el Señor previó con respecto a los cuórums y a las sociedades de socorro aún no se ha utilizado en su totalidad. En la actualidad, muchos cuórums y sociedades de socorro se parecen a gigantes dormidos que esperan que ustedes los revitalicen.
Comparto con ustedes mi testimonio de que el verdadero evangelio restaurado de Jesucristo está sobre la tierra. Mi testimonio de esa restauración se ha fortalecido al saber que los cuórums y las sociedades de socorro fueron establecidos para que el Señor pudiera organizar a Sus hijos e hijas bajo la autoridad del sacerdocio y según el modelo del sacerdocio. Por este medio Él hace participar a Sus hijos en Su obra de salvación y en administrar prudentemente Su almacén. Los cuórums y las sociedades de socorro existen para que sean un lugar de seguridad y un refugio en estos días difíciles, y para apoyar y fortalecer la identidad, las funciones y las responsabilidades de los hijos y las hijas del Padre Celestial. “La voz del profeta de Dios las llama a hacerlo”80 y, al hacerlo, “no se podrá impedir que los ángeles [nos] acompañen”81. De esto testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.