“31. El sentido de responsabilidad del oficio: Lalene H. Hart”, En el púlpito: 185 años de discursos de mujeres Santos de los Últimos Días, 2017, págs. 131–133
“31. Lalene H. Hart”, En el púlpito, págs. 131–133
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El sentido de responsabilidad del oficio
Conferencia General de la Sociedad de Socorro
Edificio del Obispo, Salt Lake City, Utah
4 de abril de 1933
La vida de cada una de nosotras la determina en gran medida una responsabilidad triple: el deber para con nosotras mismas, el deber para con nuestros semejantes y el deber para con nuestro Dios. Las leyes de la ética establecen ciertas normas que controlan las relaciones y el comportamiento humano.
Las hermanas que forman parte de una organización de la Sociedad de Socorro se hallan en una escuela de capacitación en ética muy superior a cualquier otra clase o cualquier otro club. Además de adquirir conocimiento mediante lecciones esbozadas, ellas aprenden otras lecciones sobre el valor, la tolerancia, la bondad y la dedicación. Esta escuela trata también de generar en sus miembros un sentimiento de responsabilidad social, de estimular el interés en el bienestar de sus vecinos, y desarrollar el interés en las personas de toda clase y toda raza.
Cada mujer que entra como oficial11 al servicio de esta organización lo hace con cierto grado de ambición y con la determinación de adquirir nuevas ideas y experiencias que le darán una visión más amplia de la vida, elevarán sus propios modelos de ideales y los de otras personas, y presta un servicio eficaz a aquellos con quienes tiene contacto. La preparación para una vida mejor y más plena nunca antes ha sido tan intensa. Las mujeres están interesadas en más cosas y en más personas que antes. Están deseosas por saber más en cuanto a la naturaleza humana, a su propia personalidad y a su desarrollo.
Aquellas a quienes se les ha dado la responsabilidad de dirigir esta preparación12 deben elevarse al nivel de sus posibilidades y ofrecer oportunidades y experiencias a sus respectivos grupos, lo cual hará posible que descubran una vida más libre de las cosas que desalientan, preocupan y enojan, y más llena de las cosas que satisfacen, estimulan e inspiran. Nosotras no hemos solicitado esta responsabilidad, pero se nos ha otorgado como un honor. No obstante, cualquier oficio deja de ser un honor a menos que ese oficio se honre. Ben Jonson dice: “Los grandes honores son grandes cargas, pero para quien los recibe con codicia la carga es doble. En toda dignidad, sus afanes deben ser aún el doble que sus gozos”13.
Ser merecedora de presidir con dignidad y aplomo una sociedad bien organizada es el máximo logro de una oficial; alcanzarlo requiere una labor larga y ardua.
La misión de las oficiales es crear y desarrollar en la vida de nuestras miembros el espíritu del Evangelio, y llevar su mensaje a todas las personas a fin de alentar a quienes están afligidos o descorazonados.
Al acercarnos al final de la temporada en nuestro plan de trabajo, bien podríamos preguntarnos: El trabajo de este año, ¿ha sido un éxito o un fracaso en lo que a mí concierne individualmente? ¿Qué es el éxito y cómo se ha de medir? No por la duración de los días ni por la acumulación de conocimiento o influencia, sino por la adaptación continua e implacable de nuestros poderes y capacidades a las oportunidades y necesidades de nuestro entorno.
Puede que ese resultado quede muy lejos del listón que nos hemos puesto, o hasta puede que lo supere, pero nada puede sobrepasar en majestuosidad de propósito al deseo de hacer el uso más eficaz de nuestros talentos al servicio de los demás.
Esa oficial de la Sociedad de Socorro que ha vivido bien, ha amado mucho, ha dado con generosidad, ha servido de buena gana y ha aumentado en gracia mediante su responsabilidad, ha alcanzado el éxito. Ha fallado si ha ignorado la verdad, si ha desechado sus ideales más elevados y ha desdeñado las normas de su propia organización y de la Iglesia.
Reparemos seriamente en la responsabilidad que yace sobre nosotras a fin de levantarnos y brillar, y de mostrar a un mundo dubitativo, expectante y escéptico que hay un Dios en los cielos, que Jesucristo vive y que le importa el bienestar de Sus hijos.