“35. Obtener conocimiento e inteligencia: Marianne C. Sharp”, En el púlpito: 185 años de discursos de mujeres Santos de los Últimos Días, 2017, págs. 155–159
“35. Marianne C. Sharp”, En el púlpito, págs. 155–159
35
Obtener conocimiento e inteligencia
Conferencia General de la Sociedad de Socorro
Salón de Asambleas, Manzana del Templo, Salt Lake City, Utah
27 de septiembre de 1950
Mis queridas hermanas, ruego que el Espíritu del Señor me acompañe durante los minutos que hablaré esta mañana, y que pueda contar con su fe y sus oraciones.
Actualmente vivimos en medio de la eternidad, y disfrutamos de aquellas bendiciones de las que fuimos merecedoras en virtud de nuestra fidelidad en el mundo espiritual; se nos dice que, si somos leales y fieles en esta existencia terrenal, si guardamos este, nuestro segundo estado, nos será aumentada gloria sobre nuestra cabeza por siempre jamás15 . En la revelación leemos que la gloria de Dios es la inteligencia16, y que como Dios es hoy, el hombre puede llegar a ser17.
Por lo tanto, cada una de nosotras debería prestar oído a estas palabras del Señor en la sección 131 de Doctrina y Convenios que dicen: “Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección; y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero”18.
Hermanas, ¿qué significan estas palabras para nosotras, madres de Sion y oficiales en la Sociedad de Socorro? ¿Significan que aquellas de nosotras que tal vez tuvimos la oportunidad de obtener un título universitario hemos por tanto obtenido ventaja en el mundo venidero, o que hemos adquirido suficiente conocimiento e inteligencia? Eso no es lo que yo leo en las Escrituras. Porque si tal fuere el caso, el Señor tomaría a los hombres instruidos del mundo para que fueran Sus profetas escogidos.
Había muchos eruditos en este país y en el mundo cuando el Señor dio esa gloriosa primera visión a José Smith, un muchacho poco instruido de catorce años de edad. Ustedes recordarán que, unos años después, cuando el Profeta traducía el Libro de Mormón, a Martin Harris se le permitió llevarse una copia de una parte de los caracteres y la traducción y mostrárselas a un hombre instruido, el profesor Anthon. Recordarán cuál fue el resultado19. Al predecir este incidente, en el Libro de Mormón leemos: “Entonces el Señor Dios le dirá [refiriéndose a José Smith]: Los instruidos no las leerán porque las han rechazado, y yo puedo efectuar mi propia obra; por tanto, tú leerás las palabras que yo te daré”20.
También recordarán que Dios había tomado las cosas débiles de la tierra para vencer a las poderosas, lo que me lleva a concluir que la así llamada educación superior no es necesaria para la adquisición de conocimiento e inteligencia.
Sin embargo, si hemos de recorrer la senda del progreso eterno, debemos estar siempre procurando y adquiriendo conocimiento e inteligencia, porque el profeta José dijo: “El hombre no puede ser salvo sino al paso que adquiera conocimiento”21, y el Señor declara: “Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia”22.
Entonces, dado que el conocimiento y la inteligencia son el portal hacia la vida eterna, ¡con cuánto fervor deberíamos nosotras aquí hoy, como oficiales de la Sociedad de Socorro, asegurarnos de estar adquiriendo siempre conocimiento e inteligencia! Probablemente consagrar todo nuestro tiempo libre a tal búsqueda no nos daría una ventaja en el mundo venidero sin que hagamos un estudio diligente. Así pues, cuán prudentes habríamos de ser para no malgastar nuestro tiempo en ocupaciones estériles, sino para dedicarlo a consagrar el tiempo al estudio del conocimiento y la inteligencia, es decir, a obtenerlo;
y cuán difícil es estudiar para nosotras que somos madres. Lo nuestro no es la torre de marfil ni el claustro solitario. Debemos estudiar mientras nuestros asuntos familiares sigan su curso, con una interrupción para cuidar a un niño, y otra para remover el guiso en el fuego, y una tercera para abrir la puerta o responder al teléfono. De modo que cuán necesario es que elijamos las cosas correctas cuando estudiamos. ¿Y qué deberíamos estudiar? En la sección 88 de Doctrina y Convenios, el Señor nos da una lista de algunas cosas que deberíamos enseñarnos las unas a las otras. Leemos: “Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino. Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender; de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos”23.
Hermanas, ¿se dan cuenta del estrecho paralelismo que existe en parte entre el tema que estamos estudiando en la Sociedad de Socorro y las palabras del Señor en cuanto a lo que hemos de estudiar? Cuán agradecidas deberíamos estar como miembros de la Sociedad de Socorro por tener la oportunidad de estudiar estas lecciones que han sido aprobadas por las Autoridades Generales. Y quienes nos encontramos aquí, en este edificio esta mañana, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de estar supervisando y alentando y exhortando a las hermanas a enseñarse diligentemente las unas a las otras. Pero, hermanas, todo el estudio diligente del mundo no es suficiente para adquirir conocimiento e inteligencia, porque se nos dice que no solo se adquieren por medio de la diligencia, sino por la obediencia. ¿Obediencia a qué? Obediencia a los mandamientos de Dios, y de ese modo obtendremos conocimiento e inteligencia que no podemos obtener de ninguna otra manera. Todo el estudio del conocimiento académico del mundo, y aun el estudio de principios justos, no nos darán ventaja a menos que seamos obedientes a los mandamientos de Dios. Debemos ser obedientes. Como dijo Pablo: “Y si… entendiese… todo conocimiento… y no tengo caridad, nada soy”24.
¿Y cuáles son los mandamientos de Dios? Hace cerca de dos mil años le hicieron esa misma pregunta al Salvador, quien contestó, todas saben la respuesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”25.
Por la obediencia a estos mandamientos, hermanas, obtendremos conocimiento e inteligencia.
Brigham Young dijo: “Vivir el Evangelio requiere tiempo, fe, los afectos del corazón y una gran dosis de esfuerzo”26. Hermanas, ¿no están obteniendo conocimiento e inteligencia por medio de sus labores de vestir al desnudo, preparar comida para el hambriento, cuidar de los enfermos, consolar al afligido y derramar bálsamo en el corazón desconsolado? ¿No es esa su gran labor en esta Sociedad de Socorro? ¿No les está dando la Sociedad de Socorro la oportunidad, tanto mediante la diligencia como mediante la obediencia, de adquirir conocimiento e inteligencia? El Señor sabía la clase de organización que era necesaria sobre esta tierra para perfeccionar a Sus hijas, y nuestra es la responsabilidad de asegurarnos de que a cada mujer Santo de los Últimos Días se le dé la oportunidad de adquirir conocimiento e inteligencia, y el Señor nunca está en deuda con nosotras. A medida que obramos vigorosamente por el bien de nuestras hermanas, al trabajar por nuestro propio bien, Él derrama conocimiento e inteligencia para salvación sobre nuestra cabeza.
Hermanas, me gustaría dejar mi testimonio de la obra de la Sociedad de Socorro. Nada, aparte de la obra que realizamos en nuestros propios hogares, nos traerá las bendiciones que podemos obtener por medio de nuestra devoción y trabajando con fuerza para la Sociedad de Socorro. Es mi oración que cada una de nosotras se dé cuenta del doble objetivo de la Sociedad de Socorro que nos proporcionará conocimiento e inteligencia, y que cada una de las que estamos aquí vaya a casa con la determinación de asegurarse de que las lecciones de la Sociedad de Socorro se enseñen con diligencia, y de que a todas las hermanas se les da la oportunidad de trabajar con fuerza por el Señor y por nuestro propio conocimiento e inteligencia para salvación. Ruego esto en el nombre de Jesucristo. Amén.