Lección 151
Éter 13–15
Introducción
El registro de la civilización jaredita que escribió el profeta Éter es un testimonio de que aquéllos que rechazan al Señor y a Sus profetas no prosperarán. Éter le advirtió a Coriántumr, un rey jaredita, que su pueblo sería destruido si él y su casa no se arrepentían. Cuando Coriántumr y su pueblo rehusaron arrepentirse, la guerra y la iniquidad fueron intensificándose a lo largo de muchos años, hasta que la nación jaredita entera fue destruida; únicamente Éter y Coriántumr sobrevivieron al cumplimiento de la profecía de Éter. Estos capítulos también son el cumplimiento del decreto de Dios de que “cualquier nación que… posea [la tierra de promisión] servirá a Dios, o será exterminada” (Éter 2:9).
Sugerencias para la enseñanza
Éter 13:1–12
Moroni registra las profecías de Éter acerca de la Nueva Jerusalén y la Jerusalén de la antigüedad
Explique que algunas ciudades se conocen por nombres que describen sus características más salientes. Lea los siguientes nombres que describen ciudades y pídales a los alumnos que adivinen qué ciudad corresponde a cada nombre: la ciudad de luz (París, Francia); la Ciudad Eterna (Roma, Italia); la Ciudad del viento (Chicago, Illinois, Estados Unidos); La Perla del Oriente (Manila, Filipinas); y la Ciudad de los Palacios (Ciudad de México, México). Pregúnteles a los alumnos qué les parece que comunican estos nombres descriptivos acerca de las ciudades.
Indique que Moroni registró las profecías de Éter acerca de tres ciudades: la Nueva Jerusalén (véase Éter 13:6–8, 10); la ciudad de Enoc, que “descendería del cielo” (Éter 13:3; véase también Moisés 7:62–64); y Jerusalén, en la Tierra Santa (véase Éter 13:11). Dígale a la clase que Éter les enseñó a los jareditas que la tierra en la cual vivían era el lugar de una ciudad de gran importancia (véase Éter 13:2–3). Invite a los alumnos a leer Éter 13:4–8 en silencio y a buscar los nombres de las ciudades que se mencionan en esos versículos.
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¿Cuáles son los nombres de esas ciudades? (Jerusalén y la Nueva Jerusalén.) ¿Qué nombre descriptivo usó Éter para Jerusalén, en Tierra Santa, y la Nueva Jerusalén que algún día será edificada en el continente americano? (“Ciudad santa”.)
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¿Cómo creen que sería vivir en una ciudad que se conoce como “una ciudad santa”?
Invite a los alumnos a leer Éter 13:10–11 en silencio y pídales que se fijen qué deben hacer las personas a fin de ser dignas de vivir en esas ciudades santas.
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¿Qué deberán hacer las personas a fin de ser dignas de vivir en esas ciudades? (Hacer que sus vestidos lleguen a ser “blancos mediante la sangre del Cordero”.)
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¿Qué significa que los vestidos de las personas lleguen a ser “blancos mediante la sangre del Cordero”? (Significa que las personas han llegado a ser limpias del pecado mediante la expiación de Jesucristo, el Cordero de Dios; véanse 1 Nefi 12:11; Alma 5:21.)
Explique que otro nombre para la Nueva Jerusalén es Sión (véanse Moisés 7:62; Artículos de Fe 1:10). Si bien la Nueva Jerusalén y la ciudad de Jerusalén serán establecidas en el futuro, todos los miembros de la Iglesia pueden procurar establecer Sión ahora, donde sea que vivan (véanse D. y C. 6:6; 14:6). En el sentido más básico de la palabra, Sión es “los puros de corazón” (D. y C. 97:21). Lea la siguiente declaración del élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles:
“Sión es Sión debido al carácter, a los atributos y a la fidelidad de sus habitantes [véase Moisés 7:18]. Recuerden que ‘el Señor llamó Sión a su pueblo, porque eran uno en corazón y voluntad, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos’ (Moisés 7:18). Si queremos establecer Sión en nuestros hogares, ramas, barrios y estacas, debemos estar a la altura de esa norma. Será preciso: (1) que lleguemos a ser unidos en corazón y voluntad; (2) que individual y colectivamente lleguemos a ser un pueblo santo; y (3) que cuidemos de los pobres y los necesitados” (“A Sión venid”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 38).
Deles a los alumnos un momento para meditar en qué pueden hacer para ayudar a establecer una norma más elevada en su hogar y en su rama o barrio. Quizá sea bueno que les dé tiempo para anotar las ideas en su cuaderno o diario de estudio de las Escrituras.
Éter 13:13–15:34
Los jareditas rechazan las advertencias proféticas de Éter y persisten en la iniquidad y la guerra hasta que son destruidos
Resuma Éter 13:13–14 explicando que los jareditas rechazaron a Éter y lo echaron de entre ellos. Durante el día, Éter se escondía “en el hueco de una roca”, donde terminó su registro de los jareditas. Por la noche, salía a ver las cosas que estaban ocurriéndole a su pueblo, los jareditas, y escribió en cuanto a lo que vio.
Invite a los alumnos a leer Éter 13:15–19 en silencio y a buscar las descripciones de la sociedad jaredita. Una vez que hayan leído, pídales que describan la sociedad jaredita usando sus propias palabras. Luego invite a un alumno a leer Éter 13:20–22 en voz alta. Pídale a la clase que siga la lectura y que busque el mensaje que el Señor le mandó a Éter que le diera a Coriántumr.
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¿Cuál fue el mensaje de Éter a Coriántumr? (Si Coriántumr y su casa se arrepentían, el Señor preservaría al pueblo y permitiría que Coriántumr retuviera su reino. Si no se arrepentían, todas las personas del reino, excepto Coriántumr, serían destruidas.)
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¿Cuál fue la reacción de Coriántumr y su pueblo?
Resuma Éter 13:23–14:20 explicando que las guerras continuaron en la tierra. Tres hombres —Shared, Gilead y Lib—, uno detrás del otro, intentaron tomar el reino de Coriántumr. Finalmente, las combinaciones secretas lograron más poder y la nación entera pasó a estar envuelta en la guerra. “Toda la gente sobre la faz de la tierra estaba derramando sangre, y no había quien la detuviera” (Éter 13:31). El último enemigo de Coriántumr fue un hombre llamado Shiz.
Pídales a los alumnos que lean Éter 14:21–25, 30–31 y 15:1–2 en silencio y que determinen cuán grave fue la destrucción que causaron esas guerras. Luego invite a un alumno a leer Éter 15:3–5 en voz alta. Pídale a la clase que siga la lectura y que se fije en qué intentó hacer Coriántumr a fin de preservar al resto del pueblo de la destrucción.
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¿Qué hizo Coriántumr? (Ofreció renunciar al reino y entregárselo a Shiz.)
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¿Cómo respondió Shiz a la oferta de Coriántumr? (Dijo que perdonaría la vida de los del pueblo si se le permitía matar a Coriántumr. Véase también Éter 14:24.)
Resuma Éter 15:6–11 explicando que la gente de Coriántumr y la gente de Shiz continuaron luchando unos con otros. Quizá también sea bueno explicar que esa batalla, en la cual la nación jaredita fue destruida, se libró cerca de un cerro llamado Rama. Cientos de años más tarde, la civilización nefita fue destruida en una batalla cerca del mismo cerro, que en ese entonces se llamaba Cumorah. (Véanse Éter 15:11; Mormón 6:6.)
Invite a los alumnos a leer Éter 15:12–17 en silencio. Antes de que lean, pídales a los alumnos que busquen detalles sobre la situación de los jareditas y que encuentren el aspecto del relato que es especialmente triste. Una vez que hayan tenido tiempo para leer, pídales a varios alumnos que comenten lo que hayan encontrado.
Recuérdeles a los alumnos que Éter había pasado muchos años advirtiéndole al pueblo que debía arrepentirse (véanse Éter 12:2–3; 13:20). Escriba la siguiente oración incompleta en la pizarra: Si rechazamos las advertencias del Señor de que debemos arrepentirnos,…
Pida a un alumno que lea Éter 15:18–19 en voz alta. Pídale a la clase que siga la lectura y que determine de qué maneras puede completarse la oración de la pizarra. Después de que los alumnos compartan sus ideas, complete la oración escribiendo el siguiente principio: Si rechazamos las advertencias del Señor de que debemos arrepentirnos, Su Espíritu se retirará y Satanás logrará poder sobre nuestro corazón.
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El rehusar arrepentirse en las primeras ocasiones, ¿cómo afectó la capacidad de los jareditas de hacerlo más adelante?
Resuma Éter 15:20–32 explicando que los ejércitos de Coriántumr y de Shiz pelearon hasta que sólo quedaron Coriántumr y Shiz. Entonces Coriántumr mató a Shiz. Como Éter había profetizado, toda la gente del reino había muerto excepto Coriántumr, quien luego vivió para ver cómo otro pueblo —el pueblo de Zarahemla— heredaba la tierra (véanse Éter 13:21; Omni 1:20–22). Pídale a un alumno que lea Éter 15:33 para mostrar que las palabras del Señor que pronunció Éter se cumplieron.
Señale que la historia de los jareditas es un ejemplo extremo de lo que les sucede a las personas cuando rechazan las repetidas invitaciones de Dios a arrepentirse. Si bien es un ejemplo extremo, en el relato hallamos principios que pueden ayudarnos. Explique que, al igual que los jareditas, en la actualidad muchas personas rechazan las invitaciones de Dios a arrepentirse, y de ese modo pierden el Espíritu del Señor. Esas personas a menudo racionalizan el hecho de negarse a arrepentirse. Lea las siguientes racionalizaciones e invite a los alumnos a explicar qué dirían en respuesta a una persona que dijera esas cosas. Cuando los alumnos compartan sus respuestas, ínstelos a recurrir a los principios que aprendieron de Éter 13–15.
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“Sé que las películas que miro no concuerdan con las normas de la Iglesia, pero al parecer no tienen ningún efecto malo en mí”.
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“Tomar alcohol con mis amigos/as no es tan malo; sólo nos divertimos”.
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“La única razón por la que copio es que todos en mi clase lo hacen. Sería imposible sacar una buena nota si no copiara”.
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“Es sólo un poquito de pornografía. No es como que salgo y soy inmoral. Además, puedo detenerme cuando quiera”.
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“No hace falta que me arrepienta ahora. Puedo esperar hasta que esté por irme a la misión o por casarme en el templo”.
Asegúrese de que los alumnos entiendan que, cuando las personas pecan y no se arrepienten, siempre enfrentan las consecuencias de esos pecados. Asegúreles a los alumnos que, si han pecado, pueden arrepentirse de sus pecados y volver a tener el Espíritu del Señor en su vida. Lea la siguiente declaración del élder Neil L. Andersen, del Quórum de los Doce Apóstoles:
“Testifico que el Salvador puede perdonar nuestros pecados y que está ansioso por hacerlo. Con la excepción de aquellos que han optado por la vía de la perdición luego de haber conocido la plenitud, no hay pecado que no pueda ser perdonado. Qué privilegio maravilloso es para cada uno de nosotros apartarnos de nuestros pecados y venir a Cristo. El perdón divino es uno de los frutos más dulces del Evangelio, pues quita el remordimiento y el pesar de nuestro corazón y lo reemplaza con regocijo y tranquilidad de conciencia” (“Arrepent[íos]… para que yo os sane”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 40–41).
Invite a los alumnos a examinar su vida en busca de pecados que estén interfiriendo con su capacidad de tener la compañía constante del Espíritu Santo. Ínstelos a recurrir al poder de la Expiación para hacer los cambios que los ayudarán a mantener la compañía del Espíritu y resistir el poder de Satanás.
A fin de ayudar a los alumnos a comprender otro principio que se enseña en Éter 13–15, pídales que lean los siguientes pasajes en silencio: Éter 13:27; 14:24; 15:6, 22, 28. Antes de leer, pídales que busquen palabras y frases que pongan énfasis en los sentimientos de enojo y los deseos de rechazo de los jareditas. Tal vez desee sugerirles a los alumnos que marquen esas palabras y frases.
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De acuerdo con lo que estudiaron en Éter 13–15, ¿cuáles fueron las consecuencias del enojo y los deseos de venganza de los jareditas?
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¿Qué principios sobre la ira y la venganza podemos aprender de los últimos acontecimientos de la historia jaredita? (Los alumnos quizá mencionen diferentes ejemplos. Asegúrese de que sus respuestas reflejen que la ira y la venganza llevan a las personas a tomar decisiones que los lastiman a ellos y a otras personas.)
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¿Qué consecuencias puede tener la ira en una persona o una familia?
Testifique que podemos vencer los sentimientos de ira y los deseos de venganza si nos volvemos a Jesucristo y obtenemos perdón y consuelo por medio de Su expiación. Inste a los alumnos a acudir al Señor en oración para pedir la ayuda que necesitan cuando tienen sentimientos de ira hacia otra persona.
Repaso de Éter
Dedique algo de tiempo para ayudar a los alumnos a repasar el libro de Éter. Pídales que piensen en lo que hayan aprendido de este libro, tanto en seminario como en su estudio personal de las Escrituras. Si fuera necesario, invítelos a repasar rápidamente algunos de los encabezados de los capítulos de Éter, lo cual los ayudará a recordarlos. Cuando hayan tenido tiempo suficiente, invite a algunos alumnos a compartir algo de Éter que les haya resultado inspirador o que los haya ayudado a tener más fe en Jesucristo.