Unidad 10: Día 3
Lucas 7:18–50
Introducción
Jesús elogió a Juan el Bautista y testificó que Juan preparó el camino para Su ministerio. Mientras Jesús comía con un fariseo, una mujer arrepentida demostró su fe en Jesús y su amor por Él.
Lucas 7:18–35
Jesús elogia a Juan el Bautista y testifica de la misión de Juan
¿Qué recuerdas sobre Juan el Bautista?
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En el diario de estudio de las Escrituras, escribe todo lo que recuerdes sobre Juan el Bautista.
Imagina una caña (un tallo alto de una planta), y a alguien que viste ropas finas y costosas y vive en un palacio. Mientras lo imaginas, lee Lucas 7:24–26, para determinar lo que Jesús enseñó acerca de Juan el Bautista.
¿En qué se diferenciaba Juan el Bautista de la caña y de alguien que vive con lujo?
A diferencia de la caña, que es sacudida o movida por el viento, Juan el Bautista era firme e inamovible en su testimonio y en el cumplimiento de su misión. Vivía en el desierto y usaba ropa hecha de pelo de camello, que era muy rústico. En lugar de procurar comodidades físicas, Juan procuraba hacer la voluntad de Dios.
Jesús dijo que Juan el Bautista era “más que profeta” (Lucas 7:26). Lee Lucas 7:27–28 para saber por qué Juan el Bautista fue singular entre los profetas.
Cuando Jesús dijo: “Envío mi mensajero delante de tu faz, el que preparará tu camino delante de ti” (Lucas 7:27), citó una profecía escrita siglos antes que hablaba de un “mensajero” que “[prepararía] el camino delante [del Mesías]” (véase Malaquías 3:1). En esos versículos aprendemos que Juan el Bautista era el profeta preordenado a fin de preparar el camino para el Hijo de Dios y bautizarlo.
¿Cómo preparó Juan el Bautista el camino para la venida de Jesucristo?
El profeta José Smith dijo lo siguiente sobre Lucas 7:28: “Se juzgaba a Jesús como el que tenía el menor derecho en el reino de Dios, y [aparentemente] el que menos merecía ser aceptado por ellos como profeta; es como si hubiera dicho: ‘Aquel que de entre vosotros es considerado el más pequeño es mayor que Juan, es decir, yo mismo’” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 87).
En Lucas 7:29–35 leemos que muchas personas creían en las enseñanzas de Jesús, pero los fariseos y los intérpretes de la ley que estaban presentes las rechazaban. Jesús explicó que rechazaban la verdad sin importar si era Él o Juan el Bautista quien la enseñaba.
Lucas 7:36–50
Mientras Jesús come con Simón el fariseo, una mujer lava los pies de Jesús con sus lágrimas
¿Has dudado alguna vez de si tus pecados se te podrán perdonar?
Al estudiar el resto de Lucas 7, busca las verdades que puedan ayudarte cuando dudes si se te puede perdonar.
En Lucas 7:36 leemos que un fariseo llamado Simón invitó a Jesús a un banquete en su casa. En las fiestas de esa clase, los invitados se sentaban o reclinaban en cojines [almohadones] alrededor de una mesa baja y extendían los pies lejos de esta. A los pobres se les permitía juntar las sobras de los banquetes, así que no era inusual que personas sin invitación entraran en una casa durante alguna fiesta (véase James E. Talmage, Jesús el Cristo, 1975, págs. 276–277).
Lee Lucas 7:37–39 para saber quién entró en aquella fiesta en particular sin invitación.
Observa que la mujer demostró su amor por el Salvador al lavarle, besarle y ungirle los pies. Un “frasco de alabastro con perfume” (Lucas 7:37) era una botella llena de un costoso aceite perfumado.
Según Lucas 7:39, ¿qué pensó Simón al ver lo que hacía la mujer?
Jesús, percibiendo los pensamientos de Simón, enseñó una parábola sobre dos deudores y un acreedor. Un acreedor es alguien que presta dinero; un deudor es una persona que pide dinero prestado. El deudor se compromete a devolver al acreedor o ir a la cárcel.
Lee Lucas 7:40–43 y piensa a quién podrían representar las personas de la parábola.
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Copia el siguiente cuadro en el diario de estudio de las Escrituras. Llena los espacios en blanco con los nombres Simón el fariseo, la mujer y Jesús, de acuerdo con la persona que cada uno podría representar en la parábola (deja espacio en las columnas “Deudor” para agregar más datos para la siguiente tarea).
El acreedor= | |
El deudor que debe 50 denarios= |
El deudor que debe 500 denarios= |
El élder James E. Talmage, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó sobre la hospitalidad que los anfitriones ofrecían comúnmente a sus invitados en la época de Jesús: “Era la costumbre de la época tratar a un huésped distinguido con atenciones especiales: recibirlo con un beso de bienvenida, proveerle agua para lavarse el polvo de los pies, y aceite para la unción del cabello de la cabeza y de la barba” (véase Jesús el Cristo, pág. 276).
Lee Lucas 7:44–46 para determinar cómo se diferenció el modo en que Simón el fariseo recibió a Jesús a la fiesta y el modo en que la mujer trató al Salvador.
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En el cuadro del diario de estudio de las Escrituras, escribe en las columnas correspondientes algunas de las diferencias entre la manera en que Simón trató a Jesús y la forma en que la mujer lo hizo.
Al comparar indirectamente a Simón con el deudor que debía 50 denarios, Jesús insinuó que este necesitaba que se le perdonaran pecados también.
Lee Lucas 7:47–50 para conocer lo que hizo posible que la mujer recibiera el perdón. Si lo deseas, marca lo que encuentres.
El élder Bruce R. McConkie, del Cuórum de los Doce Apóstoles, se refirió a la fe de aquella mujer: “En esencia, Jesús dice: ‘Los pecados de ella fueron muchos, pero ha creído en mí, se ha arrepentido de sus pecados, mis discípulos la han bautizado, y sus pecados se han limpiado en las aguas del bautismo. Ahora me ha buscado para manifestar la infinita gratitud de alguien que era impuro, mas ahora está limpio. Su agradecimiento no conoce límites y su amor es inconmensurable, porque se le ha perdonado mucho” (Doctrinal New Testament Commentary, 3 tomos, 1965–1973, tomo I, pág. 265).
Los siguientes son algunos de los principios que aprendemos de ese relato: A medida que ejercemos nuestra fe al mostrar amor y dedicación al Señor, podemos recibir Su perdón, y a medida que recibimos el perdón del Señor, nos invade el deseo de amarlo y servirle aun más.
El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, testificó del amor y del perdón que están al alcance de todos nosotros:
“Hay muchos grados de dignidad y de rectitud personales. Sin embargo, el arrepentimiento es una bendición para todos; cada uno de nosotros necesita sentir los brazos de misericordia del Salvador mediante el perdón de nuestros pecados.
“Hace años, se me pidió que me reuniese con un hombre que, mucho antes de nuestra reunión, había vivido, por un tiempo, de forma desenfrenada. Como resultado de sus malas decisiones había sido excomulgado de la Iglesia. Ya hacía mucho que había regresado a la Iglesia y estaba cumpliendo fielmente los mandamientos, pero sus acciones del pasado lo perseguían. Al reunirme con él, sentí su vergüenza y profundo remordimiento por haber dejado de lado sus convenios. Después de nuestra conversación, coloqué mis manos sobre su cabeza y le di una bendición del sacerdocio. Antes de pronunciar palabra, sentí, en forma sobrecogedora, el amor y el perdón del Salvador hacia él. Después de la bendición, nos dimos un abrazo y el hombre lloró intensamente.
“Me maravillan los brazos del Salvador llenos de misericordia y de amor que envuelven al arrepentido, sin importar lo egoísta que haya sido el pecado que abandonó. Testifico que el Salvador puede perdonar nuestros pecados y que está ansioso por hacerlo. Con la excepción de aquellos que han optado por la vía de la perdición luego de haber conocido la plenitud, no hay pecado que no pueda ser perdonado. Qué privilegio maravilloso es para cada uno de nosotros apartarnos de nuestros pecados y venir a Cristo. El perdón divino es uno de los frutos más dulces del Evangelio, pues quita el remordimiento y el pesar de nuestro corazón y lo reemplaza con regocijo y tranquilidad de conciencia” (“[Arrepentíos]… para que yo os sane”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 40–41).
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Completa una o las dos siguientes asignaciones en tu diario de estudio de las Escrituras:
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Piensa en alguna ocasión en que hayas sentido el perdón del Señor. Sin revelar algún acontecimiento muy personal que haya requerido el perdón del Señor, escribe sobre tus reflexiones y tus sentimientos por el Salvador.
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Usa lo que has aprendido al estudiar Lucas 7 para escribir cómo responderías a algún amigo que se pregunte si puede recibir perdón de sus pecados.
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Escribe lo siguiente en tu diario de estudio de las Escrituras al final de las asignaciones de hoy:
He estudiado Lucas 7:18–50 y he terminado esta lección el (fecha).
Otras preguntas, ideas y reflexiones que me gustaría compartir con el maestro: