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Cómo ayudar a quienes provocan interrupciones
El élder Boyd K. Packer enseñó:
“Es importante que un maestro entienda que toda persona es básicamente buena. Es importante saber que su propensión es hacer lo que es justo. Tal concepto es producto de la fe. Es algo que tiene mucho significado cuando nos encontramos frente a nuestros propios hijos o nos presentamos ante una clase de jóvenes para enseñarles.
“…Si hemos de enseñar, tenemos que recordar constantemente que estamos tratando con hijos e hijas de Dios y que cada uno de ellos, puesto que son Su progenie, tiene la posibilidad de llegar a ser como Él es” (Teach Ye Diligently, edición revisada [1991], pág. 89).
Hablando acerca del ambiente del hogar, el presidente Gordon B. Hinckley dijo:“Cuando os enfrentéis a pequeños problemas, e inevitablemente lo haréis, controlaos. Recordad la sabiduría del antiguo proverbio: ‘La blanda respuesta quita la ira’ (Proverbios 15:1). No existe en el mundo mejor disciplina que la disciplina del amor; tiene su propio aspecto mágico” (véase “El ambiente de nuestros hogares”, Liahona, octubre de 1985, pág. 5).
Como observó el presidente Hinckley, es inevitable que ocurran pequeños problemas. Ya sea que enseñe en su propio hogar o en la Iglesia, sus lecciones podrían a veces ser interrumpidas por el comportamiento de quienes enseña. Al esforzarse por ayudar a los que provoquen interrupciones, recuerde que no solamente debe tratar de corregir una conducta inapropiada o asegurarse de que todos se tranquilicen, sino también de ayudarles a ser mejores discípulos del Salvador. La siguiente información le ayudará a resolver tales problemas con espíritu cristiano.
Recuerde el valor de las almas
El Señor aconsejó: “Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (D. y C. 18:10). Aquellos a quienes usted enseña tienen características y destinos de naturaleza divina. La forma en que responda a sus acciones puede ayudarles a recordar su infinito valor como hijos e hijas de Dios. Mediante su ejemplo personal, usted puede ayudarles a aumentar el deseo en ellos de ayudarse mutuamente a aprender el Evangelio y a vivir de acuerdo con los principios del mismo.
Procure comprender a quienes enseña
Al pensar en cuanto a diferentes maneras de ayudar a quienes provoquen interrupciones, tenga en cuenta todas las posibles razones de tal comportamiento, incluso el ambiente del salón de clases. Suplique en oración la guía del Espíritu. A veces la gente suele provocar interrupciones debido a algo que usted u otra persona está haciendo. En ocasiones hablan indebidamente porque se sienten molestos, enojados, cansados o frustrados. Usted debe considerar cuidadosamente estas posibilidades al pensar en las causas de tales problemas. Si usted comprende a quienes enseña, podrá ayudarles a contribuir positivamente a las lecciones.(Véase “El comprender a quienes enseña”,págs. 35–36. Para hacer un repaso de las necesidades de los alumnos de diferentes edades, véase “Cómo enseñar a los niños”,págs. 120–121; “Características de los niños en base a sus edades”, págs. 122–129; “Cómo entender y enseñar a los jóvenes”, págs. 132–134; “Cómo entender y enseñar a los adultos”, págs. 138–140.)
Evalúe sus propios esfuerzos
Cuando aquellos a quienes enseñe se comporten mal, es fácil prestar atención a la conducta de ellos y no a la suya propia. Pero el Salvador dijo: “¿Cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí, hay una viga en tu propio ojo?… saca primero la viga de tu propio ojo; y entonces verás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano” (3 Nefi 14:4–5).
Al esforzarse por solucionar los problemas de disciplina, considere primeramente si la verdadera causa del problema es algo que usted mismo está haciendo. Pregúntese: “¿Estoy concentrando mi enseñanza en el Salvador y Su doctrina?
¿Estoy haciendo todo lo posible para enseñar por medio del Espíritu? ¿He ayudado a que mis alumnos asuman la responsabilidad de aprender? ¿Les he ayudado a que contribuyan a establecer un ambiente propicio para el aprendizaje? ¿Les doy la oportunidad para que aprendan los unos de los otros? ¿Podría yo preparar mejor mis lecciones?
¿Estoy procurando continuamente ser un mejor maestro?”.
Examine los métodos que esté empleando para enseñar. Pregúntese: “¿Están ayudando a que mis alumnos entiendan y pongan en práctica las verdades del Evangelio?
¿Estoy empleando una variedad de métodos a fin de poder ayudar a que mis alumnos continúen estando interesados y a que participen activamente?”.
Evalúe sus motivos
El Señor enseñó que quien tenga el deseo de ayudarle en Su obra tiene que ser “humilde y lleno de amor, y [tener] fe, esperanza y caridad” (D. y C. 12:8). Solamente los que sean motivados por el amor podrán tener una positiva y poderosa influencia sobre aquellos a quienes enseñan. Pida en oración ser colmado de amor cristiano hacia cada persona a la que enseña, particularmente hacia aquellos que se comportan indebidamente. (Véase “Procure obtener el don de la caridad”, pág. 12; “El amor enternece el corazón”, págs. 33–34).
Pregúntese a sí mismo: “¿Estoy más interesado en ayudar a que otros aprendan el Evangelio o en presentar mis lecciones sin interrupciones?” Más que en sus propias experiencias, piense en las experiencias que están teniendo los miembros de la clase. A medida que trate continuamente de ir más allá de sus propias necesidades personales para llegar al corazón de sus alumnos, éstos se sentiránmás cómodos al participar en formas edificantes.
Ayude a todos los miembros de la clase para que contribuyan a un ambiente propicio para aprender
De vez en cuando quizás usted desee repasar con sus alumnos los principios que podrían ayudarles a contribuir a un ambiente propicio para aprender (véase “Enseñe a otros a que contribuyan a un ambiente propicio para aprender”, págs. 85–86). Recuérdeles que tienen la responsabilidad de participar en los análisis, de permitir la contribución de cada uno, de prestarse atención entre unos y otros y de llevar a la clase sus propios libros canónicos.
Dígales asimismo lo que usted, como maestro, hará para contribuir a ese ambiente propicio para el aprendizaje. Asegúreles que se preparará debidamente para enseñarles y que llevará a cabo algunos análisis y otras actividades a fin de que todos tengan la oportunidad de participar.
Responda en formas sencillas a las perturbaciones que se presenten ocasionalmente
A veces es mejor ignorar simplemente las pequeñas perturbaciones y concentrarse en el buen comportamiento. Cuando necesite responder a una perturbación ocasional, considere las siguientes sugerencias:
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Permanezca en silencio. Espere calladamente hasta que la persona deje de hablar o de molestar.
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Acérquese a la persona que está causando el problema.
Este simple acto puede servirle como una señal de advertencia para que preste mayor atención.
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Emplee el buen humor. Con un simple comentario quizás pueda lograr que esa persona vuelva a prestar atención. Sin embargo, nunca debe emplear el humor en forma sarcástica o con el fin de avergonzar o controlar a la persona.
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Ayude a la persona para que participe positivamente.
Considere la posibilidad de pedirle que lea o explique algo, dé un ejemplo o responda de alguna otra manera. El objeto de esta idea no es humillar a la persona sino ofrecerle una oportunidad para que participe.
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Ayude a todos a participar. Si alguna persona tiende a controlar el análisis o la deliberación, trate de llamar a aquellos que no hayan participado todavía. Ofrézcales la primera oportunidad de responder a las preguntas. Si esto no resulta, delicadamente deje de enfocarse en la persona y diríjase a la clase y diga: “Veamos qué piensan los demás” o “Usted ha hecho algunos comentarios muy interesantes. ¿Alguien más querría agregar algo a lo que se ha dicho?” (Para sugerencias adicionales específicas en cuanto a la forma de conducir los análisis en grupo, véase “Cómo dirigir los análisis en clase”, págs. 68–70; “La enseñanza por medio de las preguntas”, págs. 73–75).
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Reenfoque los análisis que no promuevan la influencia del Espíritu. Si alguien trata de discutir con usted o cualquier otra persona, si habla irreverentemente o trae a colación temas de controversia, emplee amor y mansedumbre al decidir cómo habrá de responder. Quizás podría decir simplemente algo así como: “Ésa es una observación interesante, pero muy probablemente nos apartará del tema de la lección de hoy”.
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Presente una actividad diferente. Ofrézcales un descanso inmediato recurriendo a una actividad que requiera otro tipo de participación.
Haga esfuerzos especiales para ayudar a aquellos que persisten en causar disturbios en la clase
A pesar del empeño que usted dedique en crear un ambiente propicio para aprender, alguien podría perturbar persistentemente sus lecciones. Si alguna persona estuviere perturbando seriamente el aprendizaje de los demás, usted no debe ignorar el problema ni proceder con rudeza. En tal circunstancia, recuerde la instrucción del Señor de que debemos mantener influencia solamente “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;
“por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia;
“reprendiendo en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere tu enemigo;
“para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte” (D. y C. 121:41–44).
Al aplicar este consejo, es necesario entender el significado de las palabras oportuno y severidad. Oportuno significa favorable o conveniente. En este pasaje, la palabra severidad se refiere a la necesidad de que las instrucciones sean claras y bien definidas.
Cuando tenga que reprender a alguien, debe hacerlo con mansedumbre y delicadeza. Recuerde que debe reprender solamente “cuando lo induzca el Espíritu Santo” y entonces demostrar mayor amor.
Las siguientes sugerencias podrían ayudarle si uno de sus alumnos insistiera en causar problemas. Aun podría encontrar maneras de adaptar algunas de estas sugerencias para emplearlas en el hogar.
Hable a solas con la persona
Suele ser de gran ayuda el hablar a solas con la persona que persistentemente causa problemas. Usted tendrá que hacerlo con tacto y con amor. Descríbale el tipo de comportamiento que perturba, aclarándole al mismo tiempo que usted lo ama y respeta. Pídale que lo apoye y que juntos traten de encontrar soluciones al problema. Entonces haga todo lo que esté de su parte para demostrarle un mayor sentimiento de amor. Tal como dijo Brigham Young, “Nunca hagan más daño de lo que el bálsamo dentro de ustedes pueda curar” (Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Brigham Young, pág. 231).
Procure obtener la ayuda de otras personas
El deseo de sus líderes es ayudarle con los problemas que se le presenten en su enseñanza. Usted puede obtener el beneficio de sus ideas y su ayuda. Por ejemplo, ellos podrían pedir a alguien que le ayude a usted con determinadas actividades o que se siente junto a un niño que acostumbra comportarse mal. Cuando se reúna regularmente con un líder en su organización, puede consultarlo en cuanto a diferentes maneras de ayudar a los miembros de su clase (véase “Procure tener el apoyo de sus líderes”, pág. 29).
Usted podría quizás invitar a uno de sus líderes a asistir a su clase y prestar especial atención al ambiente en el que desarrolla la lección. Después de la clase, analice el problema con dicho líder y traten juntos de encontrar algunas soluciones. Continúe consultando a sus líderes a medida que ponga en práctica tales soluciones.
Si un niño o un joven demuestra tener problemas de disciplina repetidamente, procure la ayuda de sus padres. Los padres quieren saber cómo se comportan sus hijos y estarán dispuestos a ayudarle. Si es posible, incluya al niño o al joven en esas conversaciones; esto le manifestará que respeta su madurez y su albedrío. Usted podrá entonces planear con ellos algo específico y luego evaluar el progreso obtenido.
Si la persona que causa problemas o interrupciones tiene alguna necesidad especial, trate de hacer todo lo que pueda para ayudarle a aprender con mayor eficacia y comportarse más apropiadamente (véase “Cómo enseñar a personas con discapacidades”, págs. 41–43; véase también“Ministración de los miembros con discapacidades”, págs. 374–379 en la sección “Enseñanza del Evangelio y liderazgo” del Manual de Instrucciones de la Iglesia).
Emplee la paciencia
Recuerde que todo cambio requiere tiempo. Continúe trabajando con paciencia y nunca se dé por vencido con alguien que tenga algún problema. Sea constantemente positivo al tratarla. No se desaliente si esa persona manifiesta una actitud negativa en la clase. Aun cuando parezca ser que está aprendiendo muy poco de lo que le enseña, todavía tiene la oportunidad de aprender acerca del Evangelio de Jesucristo y sentir la influencia del Espíritu. Esa persona también tiene la oportunidad de estar con un instructor que la ama y con líderes y amigos que se interesan por ella.
Sugerencias específicas para maestros de la Primaria
Si un niño está causando problemas, pídale con amabilidad que deje de hacerlo. Por ejemplo, si un miembro de la clase cuyo nombre es Mario está molestando a otro, podría dirigirse a él y decirle: “Mario, por favor no hagas eso”. Agradézcale entonces si le obedece. Si no obedece, dígaselo con mayor firmeza pero aún con gentileza: “Mario, tienes que dejar de hacer eso ahora mismo”. Y agradézcale si obedece.
Si de todos modos no se comporta como debe, háblele luego en privado acerca de lo que se espera de todos los miembros de la clase. Dígale lo que le molesta y por qué. Por ejemplo, podría decirle: “Mario, me preocupa mucho lo que sucedió en la clase hoy. No podemos aprender nada si la clase no se comporta con reverencia”. Entonces podría preguntarle cómo se siente sobre el particular y después de escuchar con atención a lo que el niño diga, podría hacerle saber que comprende sus sentimientos. Quizás podría decirle: “Comprendo que estás inquieto y que es difícil permanecer sentado”. Luego podría preguntarle: “¿Qué podemos hacer para solucionar juntos este problema?
¿Qué puedo hacer para ayudarte? ¿Qué podrías hacer tú?” Traten de encontrar la solución juntos.
Después de hablar con Mario, usted necesitará desarrollar un plan propio para ayudarlo y ayudar a la clase si continuasen sus interrupciones. El plan podría incluir cualquiera de las siguientes medidas:
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Coloque una silla alejada de los otros niños. Pídale a Mario que se siente allí y permanezca en silencio por un rato, como por ejemplo, un par de minutos. Durante ese tiempo, no se comunique con él e invítelo a reintegrarse en el grupo una vez que haya cumplido con las instrucciones que se le hayan dado durante el tiempo especificado.
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Pida a un miembro de la presidencia de la Primaria o a otro líder que lleve al niño a otro salón vacío o a algún lugar apropiado del centro de reuniones donde sus padres puedan ayudarle. Podría entonces decirle: “Siento mucho que no hayas cumplido con las normas de la clase, Mario. La hermana López te llevará a conversar con tus padres. Espero que regreses pronto. Cuando te hayas decidido a cumplir las normas, podrás volver a la clase”. La hermana líder debe permanecer con el niño y cuando éste se haya tranquilizado podría invitarlo a que regrese al grupo. Hágale saber que se le ama y que es un miembro muy importante de la clase.