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Cómo ayudar a los demás a poner en práctica lo que están aprendiendo
Jesús enseñó: “No todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). No es suficiente conocer el Evangelio; debemos vivirlo.
Un maestro relató la siguiente analogía: “Yo he podido aprender una importante lección con las letras del alfabeto… Podemos recitarlas hacia adelante o hacia atrás, pero cuando lo hacemos tienen muy poco significado porque no han sido ordenadas con un determinado propósito o dirección. Cuando las agrupamos con verdadero propósito y dirección resultan entonces en himnos sagrados, Escrituras, magnífica poesía y prosa, maravillosas canciones, etc. Tal como sucede con las letras del alfabeto, así ocurre con nuestra vida… Las acciones son importantes, pero es necesario que realicemos la clase apropiada de acciones: acciones con propósito” (William H. Bennett, en Conference Report, Conferencia de Área en Tonga en 1976, pág. 15).
Como maestro, usted puede ayudar a las personas para que sean “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22). Para lograrlo, debe enseñarles de una manera que ayude a que los alumnos apliquen los principios del Evangelio en su vida.
Asegúrese de que sus alumnos entiendan los principios que les enseña
Usted puede ayudar a sus alumnos a entender los principios del Evangelio de modo que puedan aplicarlos en su vida.
Por ejemplo, cuando un niño gana o recibe un poco de dinero, el padre podría explicarle lo que las Escrituras y los profetas de los últimos días enseñan acerca de los diezmos y cómo se utilizan. Entonces puede ayudar a ese niño a tomar el diez por ciento del dinero, llenar el formulario de donaciones, poner el dinero y el formulario en un sobre de diezmos y entregárselo al obispo.
Ayude a otros para que aprendan por medio del Espíritu
No basta con simplemente entender los principios del Evangelio. Para que una persona realmente viva lo que aprende, es necesario que reciba el testimonio de que eso es verdadero. Esto sucederá solamente cuando usted enseñe por medio del Espíritu y cuando esa persona aprenda por medio del Espíritu (véase “Cómo invitar al Espíritu al enseñar”, págs. 49–50).
A fin de ayudar a que la persona aprenda por medio del Espíritu, pueden utilizarse muchos métodos diferentes. Por ejemplo, cuando usted o aquellos a quienes enseña comparten experiencias reales en cuanto a la superación de problemas, el Espíritu puede ayudar a que sus alumnos obtengan la valentía que necesitan para vivir el Evangelio. En una clase del Sacerdocio Aarónico, el maestro relató vívidamente el caso de un hermano suyo que había dejado de fumar y que como resultado de ello recibió grandes bendiciones. El relato impresionó en gran manera a uno de los jóvenes de la clase y lo inspiró a abandonar él mismo ese mal hábito.
Aliente a sus alumnos para que “vayan y hagan lo mismo”
Después de relatar la parábola del buen samaritano, el Señor mandó a los que les escuchaban: “Vé, y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37). Usted debe invitar con frecuencia a sus alumnos a que apliquen los principios que vayan aprendiendo. Tales cometidos deben ser razonables y asequibles. Por ejemplo, en una lección sobre la oración, usted podría alentar a los miembros de su familia o de su clase a que oren todas las mañanas y todas las noches. En una lección en cuanto al servicio, podría exhortarles a que ayuden a un vecino que tenga alguna necesidad.
Por lo general, deberá recordarles los cometidos que les haya asignado. Esto ayudará a que sus alumnos valoren la importancia de lo que se espera de ellos.