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Enseñe con testimonio
“El poder más alto, más convincente y que más convierte en la enseñanza del Evangelio”, dijo el élder Bruce R. McConkie,
“se manifiesta cuando un maestro inspirado dice: ‘Yo sé por el poder del Espíritu Santo, por las revelaciones que el Santo Espíritu ha dado a mi alma, que la doctrina que he enseñado es verdadera’” (The Promised Messiah [1978], págs. 516–517).
El presidente Brigham Young aprendió esta verdad antes de ser bautizado como miembro de la Iglesia. El testimonio de un humilde misionero le ayudó a sentir el poder de conversión del Espíritu Santo. Tiempo después comentó: “Cuando vi a un hombre sin elocuencia ni el talento para hablar en público que sólo podía decir, ‘Yo sé, por el poder del Espíritu Santo, que el Libro de Mormón es verdadero, que José Smith es un Profeta de Dios’, el Espíritu Santo que emanaba de aquella persona iluminó mi entendimiento y la luz, la gloria y la inmortalidad se manifestaron ante mí” (en Journal of Discourses, 1:88).
El presidente Young reconoció el poder del testimonio en sus primeros días como misionero y dijo: “Yo había viajado sólo por un breve tiempo para dar mi testimonio a la gente cuando aprendí este hecho: que uno podría demostrar la doctrina con la Biblia hasta el día del juicio y quizás simplemente la convenza, pero no la convertirá. Uno podría leer la Biblia desde el Génesis al Apocalipsis y probar cada versículo que presente, pero eso no tendría, de por sí, influencia alguna para convertir a la gente. Solamente un testimonio mediante el poder del Espíritu Santo le proveerá la luz y el conocimiento que habrá de llevarle de corazón al arrepentimiento. Ninguna otra cosa podría conseguirlo” (véase Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Brigham Young, pág. 260).
¿Qué es un testimonio?
Es muy importante entender lo que es un testimonio y lo que no lo es. En primer lugar, no es una exhortación, un llamado al arrepentimiento, una narración de un viaje, un sermón ni una instrucción. Es una simple y directa declaración de creencia: un sentimiento, una seguridad, una convicción. Generalmente se declara en primera persona del singular en un firme verbo que expresa creencia, tal como: “Sé que…”, “Testifico que…”, “Doy testimonio de que…”, o “Tengo la firme convicción de que…” Usted probablemente haya escuchado a testigos especiales de Jesucristo emplear estas palabras: “Les doy mi testimonio de que…” o “Testifico que…” Los testimonios con frecuencia son más poderosos cuando son breves, concisos y directos.
Considere los siguientes ejemplos tomados de las Escrituras. Note que estos testimonios aparecen en el contexto de mensajes: al principio, en medio o al final.
“Éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive! Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre; que por él, por medio de él y deél los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios” (D. y C. 76:22–24; cursiva agregada).
“Sé por mí mismo, que cuanto os diga concerniente a lo que ha de venir es verdad; y os digo que sé que Jesucristo vendrá; sí, el Hijo, el Unigénito del Padre, lleno de gracia, de misericordia y de verdad” (Alma 5:48; cursiva agregada).
“Y he aquí, ahora yo os testificaré de mí mismo que estas cosas son verdaderas. He aquí, os digo que yo sé que Cristo vendrá entre los hijos de los hombres para tomar sobre sí las transgresiones de su pueblo, y que expiará los pecados del mundo, porque el Señor Dios lo ha dicho” (Alma 34:8; cursiva agregada).
“Porque sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día” (Alma 36:3; cursiva agregada).
Otros ejemplos pueden encontrarse en Jacob 7:12, Alma 7:8 y 36:30, y José Smith—Historia 1:25.
El hacer del testimonio una parte de su enseñanza
Para poder enseñar mediante el poder convincente y de conversión del Espíritu Santo, usted debe tener un testimonio de lo que está enseñando. El presidente David O. McKay dijo: “Es su deber enseñar que Jesucristo es el Redentor del mundo, que José Smith fue un profeta de Dios y que en esta última dispensación se le aparecieron en persona Dios el Padre y Su Hijo. ¿Creen en eso? ¿Lo sienten? ¿Irradia su mismo ser ese testimonio…? Si es así, ese reflejo ofrecerá vida a quienes enseñen. Si no es así, se producirá un desfallecimiento, un agotamiento, una carencia de ambiente espiritual en el que puedan progresar los santos… Ustedes pueden enseñar con eficacia sólo aquello que sienten en ustedes mismos” (Gospel Ideals [1953], pág. 190).
Usted puede obtener un testimonio y continuar fortaleciéndolo (1) al estudiar las Escrituras y las enseñanzas de los profetas de los últimos días, (2) al orar, (3) al ayunar y(4) al obedecer los mandamientos de Dios. También verá que, al compartirlo con otros, su testimonio irá fortaleciéndose.
Al prepararse para enseñar cada una de sus lecciones, pida en oración que el Espíritu le ayude a saber cuándo debe compartir sus más sagrados sentimientos. Usted podría ser inspirado a dar su testimonio varias veces durante una lección y no solamente al concluirla.
El testimonio inspira testimonios
Al expresar su testimonio mediante lo que dice o hace, usted ayudará a motivar a otros para que fortalezcan sus propios testimonios. Cierto misionero escribió la siguiente carta a un hombre que había sido su maestro un año antes de comenzar su servicio misional:
“Yo sé que usted es la clase de persona que no procura recibir elogios, honor ni reconocimiento. Espero sin embargo que me permitirá expresarle mi sincero agradecimiento por la clase en que estudiamos el Libro de Mormón. Recuerdo las veces en las que nos testificaba que, aunque muchos lo desprecian suponiéndolo como una obra mal escrita o de ideas inferiores, el Libro de Mormón contiene mucha belleza y profundo significado. Tanto en la clase como a través de mi estudio personal logré apreciar inmensamente este libro. Recuerdo haberme sentado en su clase a la espera de que usted nos diera su testimonio de alguna clara y simple verdad. Recuerdo cuando estudiamos Alma 32 y usted dio su testimonio de cómo la semilla de la verdad puede germinar en todos nosotros. Al dar su testimonio, usted permitió que el Espíritu me testificara la verdad de ese principio.
“Ahora me encuentro aquí, a un mes de haber comenzado mi misión, con un ardiente testimonio del Libro de Mormón. Lo que he recibido no es una simple reserva que se irá disminuyendo. Usted me guió hacia el árbol de la vida. Tal como Lehi, usted sólo deseaba ayudar a otros a participar del mismo. Eso me ha impresionado enormemente; yo pude ver las bendiciones del fruto en su propia vida”.