Manuales y llamamientos
La responsabilidad conjunta de padres y madres en la enseñanza


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La responsabilidad conjunta de padres y madres en la enseñanza

En “La Familia: Una proclamación para el mundo”, la Primera Presidencia y elQuórum de los Doce explican que “el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente” (Liahona, junio de 1996, págs. 10–11).

En un discurso de una conferencia general, el presidente Boyd K. Packer leyó Doctrina y Convenios 27:15, 17: “Alzad vuestros corazones y regocijaos, y ceñid vuestros lomos y tomad sobre vosotros toda mi armadura, para que podáis resistir el día malo… tomando el escudo de la fe con el cual podréis apagar todos los dardos encendidos de los malvados”. Después de leer este pasaje, explicó entonces cuán importante es que las madres y los padres trabajen juntos para ayudar a sus hijos a tomar “el escudo de la fe”.

“Esa armadura de fe no se fabrica en serie, sino que se hace a mano dentro del hogar…

“…El plan de nuestro Padre Celestial requiere que, al igual que la concepción de la vida misma, esa armadura de fe se haga individualmente a la medida, dentro del seno familiar. No puede haber dos exactamente iguales, sino que cada una debe confeccionarse a mano con las especificaciones apropiadas para cada persona.

“El plan diseñado por el Padre propone que, el hombre y la mujer, el esposo y la esposa, trabajen juntos para proteger a cada hijo con una armadura de fe tan resistente y segura que sea imposible que se la quiten o que la atraviesen los dardos ardientes.

“Se requiere la firme fortaleza del padre para moldearla y las tiernas manos de la madre para pulirla. Quizás a veces uno de los padres tenga que hacerlo solo, y es difí-cil, pero se puede lograr.

“En la Iglesia enseñamos acerca de los elementos con los cuales se debe confeccionar la armadura de la fe: la reverencia, la valentía, la castidad, el arrepentimiento, el perdón y la compasión; también aprendemos a amarla y a ajustarla, pero el acabado y los ajustes finales de la armadura de fe deben hacerse en el círculo familiar. De otra forma, en un momento de crisis, puede soltarse y caerse” (véase “La armadura de la fe”, Liahona, julio de 1995, pág. 8).

Las siguientes sugerencias pueden ayudar a los padres a desarrollar una asociaciónmás eficaz para la enseñanza.

Dedicar el tiempo necesario para planear juntos

Como padres y madres, ustedes deben dedicar momentos específicos para analizar las necesidades de sus hijos y planear cómo satisfacerlas. Cierta pareja muy atareada descubrió que el realizar juntos sesiones semanales de planeamiento llegó a ser una de las cosas más valiosas que hicieron como padres. Luego comentaron:

“Aunque nos tomó casi un año el hacer de las sesiones semanales de planeamiento un hábito, ahora nos preguntamos cómo fue que nos las arreglamos sin ellas. Nos ayudan a interesarnos más en lo que cada uno hace y a darnos cuenta de cuán importantes somos el uno para el otro y para nuestros hijos. Nos ofrecen la oportunidad de analizarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos para entonces decidir lo que debemos hacer para solucionar nuestros problemas. También planeamos nuestras salidas como pareja, los tiempos especiales que pasaremos con nuestros hijos, los detalles de la noche de hogar y las actividades en días domingo. Por lo general nos lleva unos 30 minutos, a veces un poco más cuando se trata de grandes acontecimientos o problemas inesperados que requieran una mayor atención”.

Al planear cómo habrán de enseñar a sus hijos, consideren con devoción las siguientes preguntas:

  • ¿Qué debiera suceder en la vida de nuestros hijos como resultado de nuestras enseñanzas?

  • ¿Qué principios específicos del Evangelio debemos enseñarles para lograrlo?

  • ¿Cómo debemos enseñarles tales principios?

Algunas sugerencias para utilizar estas preguntas se encuentran en “Cómo preparar las lecciones”, págs. 111–112, y en“Cómo crear lecciones utilizando discursos de conferencias generales y otras fuentes de recursos”, págs. 113–114.

La importancia de la afinidad en la enseñanza de los hijos

Cuando los padres y las madres se consultan y aconsejan mutuamente, por seguro que lograrán una mayor afinidad en la enseñanza de sus hijos, aun en los momentos inesperados que suelen ocurrir en la vida cotidiana de su familia. Tal afinidad es muy importante porque son muy pocas las cosas que confunden tanto a los niños como recibir mensajes discrepantes de las dos personas que más aman y respetan.

Una pareja relató la siguiente historia acerca de una experiencia que tuvieron con su hijo:

Miguelito, un niño de 6 años de edad, había trabajado afanosamente realizando diversas tareas en su hogar y para algunos vecinos a fin de ganar un poco de dinero para cuando la familia saliera de vacaciones en el verano. Iba a ser un viaje largo y su madre le había dicho que si quería comprar algunos dulces o recuerdos durante el paseo, tendría que pagarlos por sí mismo. Aunque le advertía casi a diario que guardara su dinero en un lugar seguro, a Miguelito le gustaba tenerlo en su bolsillo y llevarlo constantemente consigo. Varias veces al día lo sacaba de su bolsillo para contar cuánto tenía o para mostrárselo a sus amigos.

El día antes de emprender el viaje,

Miguelito descubrió que el dinero se le había caído del bolsillo. Angustiado y llorando, recurrió a su madre, quien compadecida le ayudó a buscarlo por toda la casa. Pero el dinero no aparecía. “Siento mucho que hayas perdido tu dinero”, le dijo ella, esforzándose por no mencionarle que ya se lo había advertido varias veces. Pero también resistió la tentación de solucionarle el problema. Al fin y al cabo, pensó, había sido su propia decisión el que jugara diariamente con el dinero a pesar de sus advertencias.

Profundamente desconsolado, Miguelito se hallaba sentado a la entrada de su casa cuando llegó su padre. Después de escucharle relatar la triste historia, su padre sacó de su bolsillo la cantidad exacta del dinero que Miguelito había perdido y se lo dio. Al percibir la expresión de sorpresa en el rostro de su esposa, le dijo: “Sólo se trata de un poco de dinero. No tiene nada de malo”.

Al considerar esta historia, bien podríamos preguntarnos cuál de los padres tuvo razón. Pero quizás ésa no sea la mejor pregunta. Probablemente sería mejor preguntar cómo los padres de Miguelito podrían haber tratado el problema con mayor afinidad entre ellos. Quizás podrían haberse consultado para determinar qué era lo que Miguelito en realidad necesitaba.

Podrían haberse preguntado: “¿Qué queremos que suceda en la vida de nuestro hijo como consecuencia de esta situación?

¿Tiene que aprender a ser más responsable? ¿Tiene que sentir una mayor compasión y comprensión por parte de sus padres?

¿Tiene que aprender a no lucirse frente a sus amigos? ¿Tiene que aprender cuán importante es cumplir las reglas de la familia?”. Esto les habría ayudado a determinar lo que debían enseñar a su hijo y cómo hacerlo.

Si los padres de Miguelito hubieran tomado el tiempo necesario para estar de acuerdo en cuanto a la manera de tratar la circunstancia, podrían haber encontrado una mejor forma de sustituir o no el dinero que su hijo había perdido. Pero en vez de ello, respondieron de una manera que le enseñó lecciones contradictorias.

A medida que trabajen juntamente como padres, podrán enseñar con afinidad el Evangelio de Jesucristo a sus hijos.

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