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Los padres en función de maestros
La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce ha declarado: “Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud” (“La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, junio de 1996, págs. 10–11). Esta obligación incluye la responsabilidad de enseñar el Evangelio.
Una hermana mayor de la Iglesia se refirió con ternura a las lecciones sobre el Evangelio que su padre le había enseñado, diciendo:
“Mi padre estableció la tradición familiar de reunirse semanalmente por separado con cada uno de sus hijos durante dos meses antes de que cumpliéramos los ocho años de edad. Cuando llegó mi turno, me dio un hermoso diario personal, nos sentamos los dos solos y nos pusimos a conversar. Me preguntó cuáles eran mis sentimientos en cuanto a Jesús y entonces me explicó los principios del Evangelio que había preparado.
“Durante ese período de dos meses me enseñó el sencillo y hermoso Evangelio. Me hizo hacer un dibujo que representaba la vida premortal, la vida terrenal y los pasos que yo debía seguir para regresar a mi Padre Celestial: la fe en el Señor Jesucristo, el arrepentimiento, el bautismo, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar con fe hasta el fin.
“Nunca olvidaré lo amada que mi padre me hacía sentir en aquellos momentos que me dedicaba. Me daba su testimonio en cuanto a cada paso del plan de salvación y escuchaba con mucha paciencia mis preguntas. Creo que fue una gran experiencia para mí porque me hablaba al nivel de mi entendimiento y me daba su testimonio personal. Creo que aquella experiencia fue la razón principal por la que yo tuve un testimonio del Evangelio cuando fui bautizada”.
A veces los padres suelen preocuparse por el bienestar temporal de sus familias. Algunos padres dejan que las madres se encarguen de enseñar el Evangelio a los hijos. Esto no debe ser así. Dirigiéndose a todos los padres, el presidente Gordon B. Hinckley dijo:
“De ustedes es la básica e ineludible responsabilidad de estar a la cabeza de su familia. Eso no quiere decir en forma alguna que actúen como dictadores ni que ejerzan injusto dominio. Conlleva el mandato de que el padre de familia atienda a las necesidades de su familia. Esas necesidades son más que alimento, ropa y techo. Entre ellas se cuentan el dirigir y el enseñar con rectitud, tanto por el ejemplo como por precepto, los principios de la honradez, la integridad, el servicio, el respeto por los derechos de los demás y el entendimiento de que somos responsables de lo que hagamos en esta vida, no sólo unos ante otros, sino también ante el Dios del Cielo, que es nuestro Padre Eterno” (“Instruye al niño en su camino…”, Liahona, enero de 1994, pág. 69).
El presidente Ezra Taft Benson sugirió “diez modos en que [los padres] pueden ejercer un liderazgo espiritual con sus hijos:
“1. Den bendiciones de padre a sus hijos. Bautícenlos y confírmenlos. Ordenen a sus hijos al sacerdocio. Ésos serán los puntos sobresalientes en la vida espiritual de ellos.
“2. Dirijan personalmente las oraciones familiares, la lectura de las Escrituras y las noches de hogar semanales. Cuando participen con dedicación en estas actividades, sus hijos se darán cuenta de lo importantes que esas actividades son para ustedes.
“3. Siempre que sea posible, asistan todos juntos a las reuniones de la Iglesia. Ir a la Iglesia todos juntos y participar juntos en las reuniones es vital para el bienestar espiritual de los hijos.
“4. Dediquen tiempo a cada uno de sus hijos por separado. Salgan como familia, vayan de paseo y a acampar, a competiciones deportivas y a recitales, a programas de sus escuelas, etc. Es muy importante para todos que el padre los acompañe.
“5. Establezcan tradiciones familiares como paseos al campo, viajes, etc. Estos recuerdos serán imborrables para los hijos.
“6. Tengan entrevistas personales con sus hijos. Permítanles que hablen de lo que ellos quieran. Enséñenles principios del Evangelio y valores importantes. Díganles que los quieren. Todas estas cosas demuestran a los hijos que ellos son importantes para ustedes.
“7. Enseñen a sus hijos a trabajar y demuéstrenles el valor de esforzarse por alcanzar una meta apropiada. Cuando el padre abre una cuenta bancaria para la misión y la educación de los hijos, les demuestra lo que él considera importante.
“8. Escuchen buena música y tengan a mano buenos libros en la casa. Los hogares en que se cultiva el gusto por las obras de arte tienen una influencia beneficiosa sobre los hijos para siempre.
“9. Si la distancia lo permite, asistan regularmente al templo con su esposa. De esa forma los hijos comprenderán mejor la importancia del matrimonio en el templo y de los convenios que allí se hacen, como también la importancia de la familia eterna.
“10. Permitan que sus hijos reconozcan la satisfacción que sienten al servir en la Iglesia. Esto les servirá de ejemplo, y es probable que también ellos quieran servir en la Iglesia y encontrar satisfacción al hacerlo”.
El presidente Benson concluyó diciendo: “Recuerden que el llamamiento de padres en la Iglesia es sagrado, que es el llamamiento más importante en esta vida y en toda la eternidad; es un llamamiento del que nunca serán relevados” (véase “Para el padre de familia”, Liahona, enero de 1988, págs. 50–51).
Como padre, usted debe recordar siempre la eterna importancia de su función. La paternidad es una responsabilidad divina. El élder Boyd K. Packer dijo: “Debe ser muy significativo el hecho de que entre todos los títulos de respeto y honor que pueden atribuírsele, Dios mismo, el más alto de todos, optó por ser llamado sencillamente Padre” (“¿Por qué conservarnos moralmente limpios?”, Liahona, enero de 1973, pág. 16).