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Cómo dirigir los análisis en clase
Los análisis significativos son fundamentales para la mayoría de las enseñanzas pertinentes al Evangelio. Cuando nos enseñamos unos a otros el Evangelio y con respeto nos prestamos mutua atención, invitamos la influencia del Espíritu.
Dichos análisis pueden producir resultados que rara vez ocurren sin ellos. Por ejemplo, pueden:
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Fomentar un aprendizaje esmerado. Cuando hay análisis en grupo bien dirigidos, los alumnos aumentan su interés y su atención. Cada persona allí presente puede ser estimulada a participar más activamente en el proceso de aprendizaje. A medida que usted y sus alumnos hagan preguntas, busquen en conjunto las Escrituras y se escuchen unos a otros, todos los que estén presentes podrán obtener habilidades y motivaciones provechosas que ayudarán en el estudio personal del Evangelio.
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Fomentar la unión entre aquellos a quienes enseñe. Al compartir sus propias ideas y experiencias, y al escucharse y responder entre sí con respeto, llegan a ser más unidos y a crear un ambiente positivo para aprender.
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Aumentar el entendimiento. Los buenos análisis son mucho más que conversaciones amigables en las que se comparten opiniones personales. Amplían y profundizan el entendimiento de cada participante en cuanto a los principios del Evangelio.
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Reducir en lo posible los malentendidos.
Los comentarios hechos por los alumnos demuestran cuánto entienden los principios que se les enseñan. Ello puede ayudarle a saber cuándo deberá explicar, destacar o repasar en mayor grado algunos principios determinados.
Sugerencias en cuanto a cómo dirigir los análisis en grupo
Emplee preguntas
Las preguntas pueden estimular la participación de los alumnos en los análisis. Pueden ayudarles a entender cierto principio, a meditar al respecto con mayor dedicación y a relacionarlo con su propia vida. Pueden asimismo lograr que recurran a las Escrituras para buscar las respuestas.
La mayoría de los manuales de lecciones proporcionan preguntas para comenzar y desarrollar los análisis en grupo. Usted podría utilizar dichas preguntas o preparar otras. Haga preguntas que requieran que los alumnos reflexionen antes de contestar y que ayuden a las personas a meditar verdaderamente sobre el Evangelio. (Para ayudas adicionales, véase “La enseñanza por medio de las preguntas”, págs. 73–75).
Escoja métodos de enseñanza que relacionen los análisis con las lecciones
Después de haber planeado las preguntas, pregúntese a sí mismo: “¿Qué más puedo hacer? ¿Qué métodos puedo emplear para enriquecer el análisis?” Usted podría emplear diferentes métodos de enseñanza para iniciar el análisis y desarrollarlo. Por ejemplo, podría comenzar la clase relatando una historia, utilizando una lección práctica o cantando un himno con los alumnos y pidiéndoles que traten de encontrar en las palabras de ese himno la respuesta a una determinada pregunta.
Sea consciente de la influencia del Espíritu sobre quienes se encuentren allí
El Espíritu Santo podría inspirar a una o varias de las personas a quienes enseña para que contribuyan algunos comentarios que los demás necesiten escuchar. Responda a la inspiración que reciba para pedir la participación de determinadas personas. Hasta podría sentirse inclinado a pedir la participación de alguna persona que no se haya ofrecido a expresar su punto de vista.
Procure encontrar maneras para que todos participen
Todos aquellos a quienes enseñe se beneficiarán con la participación de todos y cada uno. Sin embargo, usted tal vez se limite a hacerles preguntas solamente a los que levantan la mano. En ocasiones, la gente decide no participar porque no tienen ninguna opinión personal sobre el tema o porque prefieren dar a otros la oportunidad de hablar. O probablemente teman equivocarse o piensen que no pueden expresarse tan bien como otros. Aún más, quizás piensen que no son bien recibidos por el grupo.
Tenga especial cuidado y ore al considerar a cada persona del grupo. Quizás podría decidir pedir una opinión personal sobre cierto tema en lugar de hacer una pregunta específica que no sea capaz de contestar. Por ejemplo, en vez de preguntar: “¿Cuáles son los dones que Pablo menciona en 1 Corintios?”, podría inquirir: “¿Por qué creen ustedes que la caridad es el más grande entre los dones del Espíritu?” Quizás podría pedir a alguien que prepare una breve presentación como parte de una lección, e incluso ayudarle a hacerlo. Quizás prefiera ofrecer primeramente su amistad a algunos miembros del grupo y hacerles saber que valora mucho sus ideas o comentarios.
Conserve el enfoque de las lecciones
En ocasiones, algunas personas suelen compartir ideas que no se relacionan con la lección. Si cree que un comentario tal se aleja del tema de la lección, podría entonces retornar al análisis sobre los puntos principales diciendo algo así como: “Ésa es una observación muy interesante, pero me parece que nos estamos desviando del tema de la lección. ¿Por qué no dejamos ese análisis para otra oportunidad y volvemos a la pregunta original?” O podría decir: “Hoy no me siento preparado para hablar sobre eso; quizás podríamos dejarlo para otra ocasión”.
Probablemente haya otros momentos en que no conozca la respuesta a una determinada pregunta. Si esto ocurre, simplemente puede responder que no sabe; podría decirles que tratará de encontrar la respuesta o pedir que algunos de sus alumnos investiguen al respecto y lo presenten en una próxima lección.
Mantenga el orden en la clase
A veces, varios alumnos podrían estar ansiosos de comentar acerca de una idea. En tal caso, pídales que levanten la mano cuando deseen hacerlo y que esperen hasta que usted les indique su turno. Explíqueles cuánto pueden aprender los unos de los otros y exhórteles a escuchar respetuosamente las ideas que cada uno exprese.
En determinadas ocasiones, una persona podría quizás interrumpir una lección al discutir con usted o con los demás, hablando en forma irreverente o proponiendo temas de controversia. Tal persona estaría entonces introduciendo un espíritu de contención, lo cual dificultaría la enseñanza y aun podría debilitar la fe de otros. En la sección “Cómo ayudar a quienes provocan interrupciones” (págs. 93–97), se encuentran algunas sugerencias sobrecómo proceder con tales personas.
No hable demasiado
Los maestros que hablan la mayor parte del tiempo o que responden por sí mismos a cada pregunta suelen desalentar la participación de los alumnos. Usted debe tener cuidado de no hablar más de lo necesario o de no expresar su propia opinión con demasiada frecuencia. Tales acciones pueden resultar en que sus alumnos pierdan el interés. Considérese a sí mismo como el guía de una excursión de aprendizaje que intercala comentarios apropiados para mantener a los participantes en el sendero correcto.
Su preocupación principal debe ser ayudar a otros a aprender el Evangelio, no tratar de hacer una presentación impresionante. Eso incluye facilitar a sus alumnos la oportunidad de enseñarse unos a otros. Cuando uno de ellos haga una pregunta, considere la posibilidad de invitar a otros para que la contesten en lugar de responder usted mismo. Por ejemplo, podría decir: “Ésa es una pregunta interesante. ¿Qué piensan todos ustedes?” o “¿Quién desea responder a esa pregunta?”
No concluya los análisis demasiado pronto
Tenga cuidado de no dar término demasiado temprano a los análisis interesantes simplemente para presentar todo el material que haya preparado. Aunque es importante abarcar todo el material de la lección, es más importanteaún procurar que los alumnos sientan la influencia del Espíritu, que se resuelvan sus preguntas, que incrementen su entendimiento del Evangelio y que afirmen su cometido de guardar los mandamientos.
Escuche
Haga todo el esfuerzo posible por escuchar sinceramente los comentarios de sus alumnos. Su ejemplo les alentará a escucharse con atención unos a otros. Si no entiende el comentario de alguno, hágale una pregunta, tal como: “No creo entenderle bien. ¿Podría explicarlo nuevamente?” o“¿Podría darnos un ejemplo de lo que nos quiere decir?” (Para obtener ayuda adicional, véase “Dispóngase a escuchar”, págs. 71–72).
Reconozca toda colaboración
Usted puede ayudar a quienes enseña a sentirse más confiados en cuanto a su capacidad para participar en un análisis si responde positivamente a cada comentario sincero. Por ejemplo, podría decir: “Gracias por su respuesta. Se ve que reflexionó al respecto” o “¡Qué buena idea!
Nunca se me había ocurrido eso antes” o “Ése es un muy buen ejemplo” o “Aprecio mucho todo los comentarios que han hecho hoy”.
Nunca ridiculice ni critique ninguna pregunta o comentario, sino más bien demuestre cortesía y amor al tratar de responder de la mejor manera que le sea posible. Si una persona siente que sus comentarios son apreciados, compartirá con mayor voluntad sus experiencias, sus sentimientos y su testimonio (véase “Enseñe a otros a que contribuyan a un ambiente propicio para aprender”, págs. 85–86, y “Cómo puede un maestro contribuir a un ambiente propicio para aprender”, págs. 87–89).
Ayude a los alumnos que den respuestas incorrectas
En ocasiones, alguien podría decir algo que es incorrecto. Usted podrá ayudar a esa persona con palabras tales como: “Yo nunca había pensado en ese aspecto”. O podría decir: “Quizás usted esté refiriéndose a otra cosa” o “Le agradezco que haya mencionado eso”. En algunos casos, podría hasta asumir la responsabilidad por una respuesta incorrecta, diciendo: “Parece que no me he explicado correctamente. Perdónenme”.
Cómo dar término a los análisis
Es importante dar término a los análisis en el momento oportuno. Una gran parte del espíritu de un análisis edificante se pierde cuando dura demasiado. Las siguientes sugerencias podrían ser de ayuda para usted:
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Administre bien el tiempo. Sepa cuándo deberá terminar la lección. Tómese el tiempo necesario para hacer un resumen de lo que se ha dicho y para dar su testimonio.
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Establezca un límite de tiempo para los alumnos. Podría decirles algo así como: “Sólo nos queda tiempo para otros dos comentarios”, o quizás: “Vamos a escuchar un comentario más y luego daré término a la clase con un comentario final”.
Además de terminar los análisis en el momento apropiado, es importante concluirlos debidamente. Al finalizarlos, agradezca la colaboración de los participantes y resuma entonces los puntos principales que hayan tratado durante tales análisis o invite a alguien más para que así lo haga. Recalque los principios del Evangelio que se hayan analizado. Repase cualquier nueva perspectiva obtenida de la actividad y exhorte a sus alumnos a que aprovechen su enriquecido entendimiento al aplicar esos principios a su vida personal. Según se lo indique el Espíritu, dé su testimonio o pida que alguien más lo haga.