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Cómo ayudar a los alumnos para que presten atención
Un maestro de la Escuela Dominical compartió la siguiente perspectiva acerca de una lección que había enseñado:
“Me sentí como si hubiera llevado a mi clase en una excursión por el bosque. Al comenzar nuestra caminata por un sendero, fui señalándoles algunos aspectos interesantes de las Escrituras a través del camino. Con mucho cuidado iba explicándoles las ideas de la lección como un guía les explicaría las diferentes variedades de follaje que se encuentran en el bosque.
“En cierto punto me detuve y observé a los miembros de mi clase. Descubrí entonces que era como si se encontraran muy atrás en el sendero de las Escrituras. Ninguno de ellos se había conservado a la par conmigo. Algunos se habían demorado; otros parecían estar atascados y aún otros parecían haberse apartado del camino y se habían perdido. Fue como si hubiera tenido que regresar por el sendero, reunirlos y tratar de seguir adelante con la clase”.
Como esta experiencia lo ilustra, un maestro puede a veces “separarse” de sus alumnos durante la lección. Los miembros de la clase suelen perder el interés o distraerse.
¿Qué podrían hacer los maestros para que sus alumnos permanezcan atentos? No hay una sola respuesta para esta pregunta, pero hay ciertas cosas que usted podría hacer para remediar la situación.
Observe y escuche a quienes enseña
Usted puede darse cuenta cuando las personas a quienes enseña se están “separando” del maestro. Podría quizás percibir que están más inquietos que de costumbre, que no están leyendo en silencio cuando otros leen pasajes de Escrituras en voz alta, o que están hablando entre sí sobre cosas que no se relacionan con la lección. Usted podría notar en ellos una falta de concentración o de entusiasmo cuando contestan las preguntas que les hace.
Tenga especial cuidado de no interpretar mal algunas señales relativas a la atención que presten sus alumnos. Algunos que aparenten haberse “separado” quizás estén en realidad concentrados en la lección. Por ejemplo, un miembro de la clase que no esté mirándolo a usted podría muy bien encontrarse meditando sobre algo que se haya dicho momentos antes o reflexionando en cuanto a una inspiración que recibió del Espíritu Santo.
Cuando usted enseñe por medio del Espíritu, frecuentemente tendrá la bendición de discernir cuán atentos están los miembros de su clase. En determinadas ocasiones, usted podría recibir la impresión de hacer algunos cambios en la lección para reafirmar la atención de sus alumnos.
Cómo ayudar a que los miembros de la clase presten atención
Las siguientes sugerencias pueden contribuir a que ayude a sus alumnos a prestar atención:
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Haga que el material de la lección sea relevante para sus alumnos. Ayude a sus alumnos a reconocer que ese material se aplica a su vida personal. Si no alcanzasen a ver que dicho material se relaciona con ellos, es probable que no demuestren interés ni presten atención.
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Varíe el tono de su voz al enseñar.
¿Habla quizás demasiado lento, demasiado rápido, con demasiada suavidad o muy fuerte? ¿Emplea siempre el mismo tono de voz y con muy poca inflexión? ¿Habla con suficiente claridad? ¿Demuestra entusiasmo por lo que enseña? La forma en que usted emplee su voz puede influir en el nivel de atención de las personas a quienes enseña.
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Mantenga contacto visual con la persona. Emplee el contacto visual como un método para atraer a sus alumnos a la lección. Al hacerlo, concentrará su atención en aquellos a quienes enseña y no en el material de la lección. El hacer contacto visual mientras escucha los comentarios y las preguntas de los miembros de la clase les indicará que está interesado en lo que desean decir. Tenga cuidado de no dejar que sus ojos se paseen por todo el salón mientras habla. Disponga las sillas de la sala de manera que pueda ver el rostro de cada persona y que al mismo tiempo cada persona pueda ver su rostro. Los niños pequeños le prestarán mayor atención si se sienta cerca de ellos y les habla al nivel de los ojos.
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Emplee movimientos. Trate de moverse por el salón a medida que enseña, pero no camine nerviosamente de un lado a otro. El acercarse a los alumnos cuando se les hace alguna pregunta les demostrará su interés y fomentará su participación. Algunos movimientos apropiados de las manos y los brazos pueden ayudarle a recalcar un determinado punto de la lección. Muévase con naturalidad y conforme a su personalidad. Si sus movimientos fuesen estudiados, simulados o exagerados, ello podría distraer a los miembros de la clase y hacer que pierdan interés en la lección.
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Dé variedad al ritmo de la lección. El ritmo con que cubra la lección puede influir en el grado de atención de sus alumnos. Si la lección se desarrolla con demasiada rapidez, los alumnos podrían llegar a confundirse. Si cubre la lección con demasiada lentitud, podrían perder el interés. Algunas partes de la lección pueden parecer alargarse o atascarse debido a los análisis o a los relatos. Algunos materiales quizás resulten ser importantes pero de menor relevancia que otros materiales para las personas a las que enseña. En tal caso, debe presentar dichos materiales con cierta rapidez a fin de proseguir con los puntos fundamentales de la lección.
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Emplee una variedad de métodos didácticos. Diferentes métodos de enseñanza pueden ayudarle a variar el ritmo de una lección, concentrar la atención de los alumnos al principio de la clase, recuperar su atención durante la lección o hacer una transición de una parte a otra de la lección. Por ejemplo, los análisis en grupos pequeños pueden envolver instantáneamente a los que parecen estar perdiendo el interés y la concentración. (Véase “Cómo enseñar con variedad”, págs. 99–100).
La responsabilidad de cada persona de participar
Al procurar que sus alumnos presten una mayor atención, recuerde que en última instancia son ellos los que tienen la responsabilidad de participar. Si una persona no participa, no la presione para que lo haga. Más bien continúe manifestándole interés y respeto y ofreciéndole ayuda, teniendo en cuenta este consejo que el Señor ha dado a los poseedores del sacerdocio: “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener… sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero”(D. y C. 121:41).