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Ocasiones regulares para la enseñanza en el hogar
Como padres, ustedes deben procurar establecer ocasiones regulares para enseñar el Evangelio en su hogar. Cuando lo hagan, sus hijos recibirán constantemente las enseñanzas del Evangelio que se aplican en su vida y que llegan a ser un firme fundamento para ellos. Podrán observar en las propias acciones de sus padres que creer en el Evangelio significa ser guiados por éste en cada aspecto de la vida.
Las siguientes ideas pueden ayudarles a establecer ocasiones regulares para enseñar el Evangelio a sus hijos.
La oración familiar
El Salvador mandó: “Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidos vuestras esposas y vuestros hijos” (3 Nefi 18:21).
Las oraciones familiares son excelentes ocasiones para enseñar a los hijos cómo deben orar. A medida que sus hijos vayan observando que ustedes oran con sinceridad a nuestro Padre Celestial, podrán apreciar su fe y sus justos deseos. Aprenderán a“[consultar] al Señor en todos [sus] hechos” a fin de que Él los dirija “para bien” (Alma 37:37).
Al orar, se debe emplear la forma familiar de expresión (Tú, Tuyo, Ti, en vez de Usted, Suyo, etc.). Ello ayudará a que sus hijos aprendan a hacerlo de la forma apropiada, la cual demuestra amor y reverencia por nuestro Padre Celestial.
Los niños pueden aprender mucho sobre el Evangelio cuando escuchan orar a otros miembros de la familia. Aprenden en cuanto a la necesidad del arrepentimiento cuando escuchan a otros pedir que se les perdone. Aprenden acerca de la gratitud cuando escuchan a otros agradecer en oración a nuestro Padre Celestial por sus bendiciones. Aprenden en cuanto a la fe, la humildad y la obediencia cuando perciben que sus padres procuran constantemente que se les guíe. Aprenden a honrar y a respetar a los líderes de la Iglesia cuando los miembros de la familia oran por ellos cada día. Pueden obtener el deseo de servir en una misión y recibir las bendiciones del templo cuando sus padres piden a nuestro Padre Celestial que ayude a sus hijos a tomar decisiones que les hagan dignos de recibir tales bendiciones.
Los niños aprenden a amar y preocuparse por los demás cuando escuchan a miembros de su familia orar por otras personas. Asimismo, pueden experimentar un gran sentimiento de amor cuando escuchan que los miembros de su familia oran por ellos.
Cada uno de los miembros de la familia debe tener la oportunidad de ofrecer la oración familiar. Los más pequeñitos podrían tomar su turno con la ayuda de los mayores.
Estudio en familia de las Escrituras
El estudio diario de las Escrituras es otra manera extraordinaria de enseñar el Evangelio a los niños. Cuando sea posible, las familias deben leer juntas a cierta hora de cada día. Para algunas de ellas, lo másfácil es hacerlo temprano en la mañana, mientras que para otras es mejor hacerlo en las noches poco antes de ir a la cama. Aunque a veces suele ser difícil lograr que todos los miembros de la familia participen, el constante esfuerzo que ustedes hagan por estudiar la palabra de Dios bendecirá la vida de sus hijos. Sus hijos podrán aprender en cuanto a la veracidad de lo que enseñó Nefi: “Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3).
A medida que los niños leen las Escrituras con los miembros de su familia, aprenden a amar las verdades divinas del Evangelio. Se familiarizan con el lenguaje de las Escrituras. Aprenden las historias de las Escrituras y entienden cómo aplicar estas palabras sagradas en su vida diaria. También pueden aprender a usar los mapas, la Guía para el Estudio de las Escrituras y otros materiales de estudio (véanse las páginas 61–63).
Ustedes podrían decidir qué leerán durante varios minutos cada día. Cada miembro de la familia que sepa leer debe tener la oportunidad de leer las Escrituras. Pueden turnarse para leer un simple versículo o varios a la vez. Los niños que no sepan leer podrían también participar repitiendo algunos versículos a medida que otros vayan leyéndolos. Si es posible, los niños menores pueden mirar los libros ilustrados de historias de las Escrituras publicados por la Iglesia o las láminas de Las bellas artes del Evangelio.
Para ayudar a que los miembros de su familia entiendan las Escrituras, ustedes podrían expresar de manera más fácil los pasajes difíciles o leerles las explicaciones que se encuentran en la Guía para el Estudio de las Escrituras. También podrían pedir que algunos miembros de la familia hagan un resumen de los temas principales leídos en ese día. Uno de los niños menores podría sostener una lámina que ilustre la historia que se esté leyendo.
Ustedes podrían pedir que uno de sus hijos piense en alguna situación en su propia vida que sea similar a la historia que se está leyendo en las Escrituras. Por ejemplo, podrían decir: “Acabamos de leer acerca de David y de Goliat. ¿Qué clase de ‘Goliats’ encuentran ustedes en su vida? ¿Qué pueden aprender de David que les ayudaría a enfrentar esos desafíos?” O podrían quizás decir: “Hemos notado que has estado ayudando a tu hermanita a limpiar su habitación. ¿Te das cuenta de que estás demostrándole la misma clase de amor a que se refirió Jesús en esta historia?”.
Si ustedes no están familiarizados con las Escrituras o tienen dificultad para leer, quizás se sientan incómodos o inadecuados al leer con sus hijos. No es perjudicial hacerles saber que están todos aprendiendo a leer las Escrituras. Si postergan el estudio familiar hasta que puedan tener una mayor confianza en sí mismos, estarán privando a sus hijos de tan necesaria nutrición espiritual. Recuerden que el Espíritu puede ejercer su influencia sobre ustedes sin importar cuánta experiencia tengan.
La noche de hogar
La noche de hogar ofrece excelentes oportunidades para que ayuden a sus hijos a entender y aplicar los principios del Evangelio. Una noche de hogar puede incluir la oración familiar, la enseñanza del Evangelio, himnos y canciones de la Primaria, y otras actividades en familia.
Al planear la noche de hogar, tengan en cuenta las necesidades, preocupaciones e intereses actuales de cada miembro de la familia. Por ejemplo, ¿necesita uno de sus hijos prepararse para el bautismo o para ser ordenado a un oficio del sacerdocio? ¿Ha habido en el hogar alguna contención? Al considerar humildemente las necesidades y los problemas de los miembros de la familia, podrán entonces determinar cuáles son los principios del Evangelio que deben enseñarles.
Los principios de una enseñanza eficaz que se presentan en este libro pueden ayudar a los miembros de la familia en la tarea de planear y presentar sus noches de hogar. Además, la Iglesia ha publicado el Manual de sugerencias para la noche de hogar, el cual contiene lecciones e ideas para que las noches de hogar sean provechosas. También las revistas de la Iglesia son muy buenas fuentes de consulta.
A las familias a veces se les dificulta hacer de la noche de hogar una parte habitual de su vida. A veces los hijos no colaboran o los padres creen estar demasiado ocupados. Sin embargo, todo esfuerzo hecho para planear y llevar a cabo las noches de hogar redundará en bendiciones para cada miembro de la familia. Un hombre comentó que su familia había efectuado la noche de hogar solamente dos veces durante su juventud. No obstante, tales experiencias le causaron tal impresión que cuando se casó continuaba recordándolas, así como también los principios del Evangelio que aprendió en ellas. Eso los llevó, a él y a su esposa, a establecer una noche de hogar cada semana en su propia familia.
Las comidas familiares
Las comidas familiares brindan oportunidades para que ustedes, como padres, enseñen valiosas lecciones y para que todos los miembros de la familia participen en los aná-lisis que hagan. Cuando en todo otro sentido tal vez se lleve una vida muy atareada, la hora de las comidas suele ser el único momento en que los padres pueden reunirse con sus hijos para comentar acerca de los eventos del día y analizar en conjunto algunas ideas. Tales ocasiones pueden aprovecharse para hablar con sus hijos acerca de los principios del Evangelio, los valores familiares, los mensajes escuchados en una reunión sacramental y otras reuniones de la Iglesia, los acontecimientos escolares, las futuras actividades, los eventos mundiales y otros temas de interés. Puede ser un momento en el que los padres podrían enterarse mejor de las preocupaciones, las ideas y los sentimientos de sus hijos.
Las comidas familiares deben ser ocasiones informales y alegres en las que cada uno sienta que su participación en las conversaciones es bienvenida. Donde sea posible, estos momentos deben estar exentos de cualquier otra distracción. Tales ocasiones pueden contribuir a la unión y al progreso espiritual de la familia.
Los consejos de familia
Los padres deben reunir a los miembros de su familia en reuniones de consejo de familia. Ustedes podrían emplear los consejos de familia para establecer metas, resolver problemas, analizar sus finanzas, hacer planes y apoyarse y fortalecerse mutuamente. Podrían llevar a cabo sus consejos de familia al mismo tiempo que la noche de hogar o en otras ocasiones. Al efectuarlos, podrán enseñar a sus hijoscómo deben escucharse y demostrarse mutuamente respeto por sus sentimientos y opiniones.
Conversaciones en privado
Al conversar regularmente con sus hijos, ustedes podrán ir acercándose cada vez más a ellos. Quizás necesiten planear conversaciones en privado con cada uno para expresarles su amor, alentarles y enseñarles los principios del Evangelio. Deben permitir que cada uno de ellos hable acerca de los problemas o experiencias que para ellos sean importantes. Al demostrarles una genuina consideración por sus preocupaciones y opiniones, sus hijos aprenderán a confiar en sus padres y procurar su consejo. Luego podrán continuar enseñándoles a tomar buenas decisiones, orar y estudiar las Escrituras en procura de respuestas a sus preguntas.
Utilicen las Escrituras para enseñar a sus hijos cómo ejercer rectamente su albedrío. El élder Gene R. Cook sugirió cómo los padres podrían emplear las Escrituras para ayudar a responderle a un hijo que pregunte por qué su familia no hace ciertas cosas los días domingo:
“Usted podría sentirse tentado a decir: ‘Porque así lo digo yo’, o ‘Porque así lo dice la Iglesia’. Pero un padre más inspirado quizás diga: ‘Bueno, tú sabes que santificar el día del Señor no es algo que simplemente hayamos inventado. Déjame mostrarte algo’. Entonces podría buscar Doctrina y Convenios, sección 59, y leerle [los versículos del 9 al 11]…
“Luego podría explicarle: ‘Como puedes ver, el Señor nos enseña que el domingo es un día sagrado… Es el día en que descansamos de nuestras labores y “rendimos nuestras devociones al Altísimo”, lo cual significa que tenemos que ir a nuestras reuniones de la Iglesia, participar de la Santa Cena, cumplir con los demás deberes en la Iglesia, y visitar a los enfermos, a los pobres y a los necesitados. Es un día consagrado al Señor y te doy mi testimonio, mi querida hija, de que esto es verdad y que el Señor nos ha bendecido enormemente por guardar el día de reposo’ ” (Raising Up a Family to the Lord [1993], págs. 19–20).
Para obtener algunas ideas adicionales que podrían aplicarse en conversaciones privadas con sus hijos, véase “La enseñanza por medio de entrevistas”, págs. 174–175).
Puesto que la familia es el lugar más importante para aprender el Evangelio, es apropiado que los miembros de la familia compartan y analicen entre unos y otros las verdades que aprenden en las reuniones, clases y actividades de la Iglesia. Esto les permite a ustedes, los padres, enterarse de lo que sus hijos están aprendiendo acerca del Evangelio, asumiendo su legítima función como las personas más responsables de la enseñanza de sus hijos.
La mayoría de las ocasiones regulares para enseñar a la familia ofrecen buenas oportunidades para preguntarles a los hijos en cuanto a lo que han aprendido en la Iglesia. Deben hacerles preguntas que los estimulen a recordar tanto como les sea posible, incluso las historias y los detalles específicos. Hagan todo lo que puedan para alentar a los miembros de su familia para que analicen lo que se ha compartido (véase “Cómo dirigir los análisis en clase”, págs. 68–70).