2 Reyes 24–25
Babilonia lleva cautivo a Judá
En los últimos versículos de 2 Reyes 23, leemos que el hijo de Josías fue un rey inicuo que llevó nuevamente al pueblo a la iniquidad. Durante ese tiempo, los egipcios forzaron a los reyes de Judá a pagarles dinero a cambio de protección. Ellos tenían una influencia tan grande que pusieron otro rey en Judá mientras el anterior estaba aún con vida.
Para comienzos de 2 Reyes 24, el poder de Egipto se había debilitado ante el surgimiento de un poder mundial: Babilonia. Los babilonios, guiados por el rey Nabucodonosor, atacaron Jerusalén y se llevaron cautivas a muchas familias ricas, educadas y poderosas de Jerusalén. El capítulo 24 de 2 Reyes marca el comienzo del fin de Judá.
Durante ese tiempo, el profeta Lehi amonestó al pueblo acerca de la destrucción total de Jerusalén a manos de Babilonia. El saber que a comienzos de 1 Nefi, en el Libro de Mormón, ya Nabucodonosor había atacado con éxito a Jerusalén, hace que el rechazo de la gente a la amonestación de Lehi sea aún más increíble. El Libro de Mormón comienza durante el “primer año del reinado de Sedequías” (1 Nefi 1:4), que se menciona en 2 Reyes 24:17–20.
De acuerdo con las profecías de Lehi y de algunos otros, Nabucodonosor regresó a Jerusalén y terminó con la ciudad (véase 2 Reyes 25). A Sedequías le sacaron los ojos después de forzarlo a presenciar la muerte de sus hijos. El Libro de Mormón registra que uno de los hijos de Sedequías, de nombre Mulek, se salvó y viajó con un grupo al continente occidental. Los nefitas más tarde encontraron a los descendientes de esos “mulequitas” y los llamaron el pueblo de Zarahemla.
El relato del cautiverio babilónico del pueblo escogido del Señor a manos de los inicuos se documenta en 2 Reyes 25. La era de “oro” de Israel comenzó cuando Moisés guió a los israelitas fuera del cautiverio egipcio e hicieron convenios sagrados con el Señor; y se terminó con la captura y la dispersión del Reino del Norte a manos de los asirios, y con la captura del Reino del Sur por los babilonios, después que los israelitas continuaron por la senda de la iniquidad. De ese modo, vemos que los reinos del norte y del sur de Israel y de Judá fueron conquistados como los profetas del Señor lo habían anunciado. Por aproximadamente seiscientos años, Israel había sido esencialmente un pueblo libre, con la libertad de adorar al Dios de sus padres Abraham, Isaac y Jacob; pero los israelitas se olvidaron de su Dios y fueron llevados cautivos y dispersados entre quienes no adoraban al Dios verdadero y viviente.